lunes, 2 de octubre de 2017

FOTOS DEDICADAS


El de ayer fue, al menos para mí, un día duro, muy duro. Jamás creí que las cosas acabarían como acabaron. Los únicos que estuvieron a la altura que se esperaba de ellos fueron aquellos que, en Cataluña, acudieron, ya no sé si a votar o a ponerse en pie ante el atropello de su dignidad por quienes, desde Madrid o Barcelona han venido jugado con sus sentimientos y sus derechos todos estos meses.
Yo mismo, que el sábado me fui a la cama confiando en que algo o alguien pondría sentido común y calma en este torbellino de acciones y reacciones absurdas, renunciando a celebrar el referéndum o a tratar de impedirlo por la fuerza. Pero no fue así y, cuando a las ocho da la mañana encendí la radio, primero, y, después, el televisor, sentí vergüenza y una enorme frustración por no poder hacer nada, por no estar en Barcelona, para echarme a la calle y colocarme junto a todos esos ciudadanos que, más allá de votar una independencia hoy por hoy insostenible, si no inviable.
esas imágenes, que fueron creciendo en violencia y temperatura conforme avanzaban las horas, eran las que unos y otros buscaban desde el principio. Las buscaban quienes llaman españoles o súbditos a quienes no comulgan con su pensamiento y aspiraciones y las buscaban quienes desde el resto del país hablan de "los catalanes" como un bloque monolítico de gentes altivas e insolidarias a las que, no podemos negarlo, desprecian.
Junts p'el Sí y la CUP, pero más aún la ANC y Òmnium Cultural, eran conscientes de que su aventura iba a ser imposible sin el apoyo y el reconocimiento internacional, del que, por más que fabulasen, el mismo sábado carecían. Por eso, cuando a la burguesía catalana encarnada por el PDCat comenzaron a temblarle las rodillas ante la perspectiva de una Cataluña aislada en Europa, cuando le asaltaban las dudas sobre la conveniencia de proclamar la independencia por las bravas, forzaron al máximo las cosas, poniendo en movimiento la poderosa maquinaria de ambas organizaciones, tan poderosas en medios humanos y materiales, para movilizar a la calle, siguiendo un inteligente plan, con una logística que para sí hubiese querido el Ministerio del Interior, que se mostró zafio, torpe y, sobre todo, falto de toda la inteligencia necesaria, de la una y de la otra, para no haberse dejado atrapar en el lazo que estaban tendiendo ante sus narices. 
Y es que, a Interior, a Moncloa, les han faltado en Cataluña la mirada y la capacidad de recoger sin prejuicios en las calles de Cataluña los dato que le permitiesen prever lo que podía ocurrir y acabó ocurriendo ayer. Nadie podía despreciar, pero alguien lo hizo, el dato de que diez mil policías no podrían contener durante horas el deseo ahogado tantos años de ser escuchado sobre el lugar que quieren que Cataluña ocupe en o frente a España.
Pero no nos engañemos, el daño que han hecho las intervenciones policiales o la falta de ellas, no hay que olvidar la huelga de celo. de los mossos o sus mandos, no a la convivencia en Cataluña, sino a la imagen de España en el mundo, estaba perfectamente calculado. A unos y a otros, a los partidos del soberanismo y al PP lo que les interesaba es esto: la vergonzosa debacle sistémica de ayer. A unos, Puigdemont y los suyos, porque las cargas policiales frente a las calles llenas de gente deseosa de expresarse le han dado el pasaporte internacional que años de penetración "diplomática" no le han dado, y, a los otros, una demostración de ese "porcojonismo" celtibérico que tanto parece gustar a los votantes del PP. Me niego a pensar que unos y otros no estuviesen calculando ayer lo que finalmente iba a ocurrir. Lo sabían. Pero unos y otros necesitaban la foto, esa foto que, antes al menos, los novios se intercambiaban. Dejemos para otro día hablar de quienes tomaron la foto e iluminaron la escena y de cómo la verborrea inabarcable de las televisiones, la simplificación del lenguaje y las ideas y ese vicio de no ponderar lo que se ensaña, buscando sólo audiencia, han contribuido a alimentar el monstruo que ayer desataron unos y otros.
Puigdemont necesitaba su foto y Rajoy, para ganar otra vez las elecciones, en una España troceada, sin Cataluña y Euskadi, que siempre ha dado por perdidas, necesita la suya, la de sus santos cojones. Unos y otro, como novios que se necesitan, ya las tienen y las tienen dedicadas. Sólo cabe esperar que esas fotos amarilleen pronto o las borre el tiempo en un descuido.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Ciertamente ya tienen la foto ...