Dicen que, a medida que vamos cumpliendo años, a medida que
vamos teniendo más experiencia, a medida que los afectos y las cosas nos atan,
nos volvemos más prudentes o, si así lo preferís, más cobardes. Me está
pasando. El miedo va ganando terreno en mí, porque no encuentro una salida a lo
que está pasando. Me ocurre en esto, lo mismo que en la vida cotidiana, en la
calle, cuando salgo del entorno que conozco. No sé si sabéis que padezco una
grave discapacidad visual que me impide, por ejemplo, leer las placas con el
nombre de las calles, que me impide distinguir lo que hay más allá de dos
manzanas, y, por si fuera poco, lo que me queda a ambos cuando camino. Tengo a
menudo boca de carretero, porque, cuando algo se trastoca en ese entorno que
conozco, juro y maldigo, porque me siento engañado e indefenso.
No sé si sois capaces de imagina lo que os digo, no sé si
podéis, no lo deseo, poneros en mi lugar. es muy duro y, por eso, necesito
certezas, necesito saber que la altura de los bordillos es más o menos la misma
en cada calle, en cada cruce, necesito estar seguro de que, al dar ese paso, no
voy a "caer" a la calzada o a "tropezar" con ella. No
es divertido y, sin embargo, tengo ganas de vivir, de convivir, y, sobre todo,
de comprobar que lo que queda más allá es transitable.
Un temor parecido al que os describo me acongoja estos
días que vivimos, yendo de sobresalto en sobresalto, sin que nada de lo que he
vivido, nada de lo he aprendido me sirva para predecir adonde nos va a llevar
el siguiente paso paso que den, unos y otros, hacia un futuro, si no imposible,
sí insoportable.
De momento, asistir en la distancia a las cargas policiales
del domingo me devuelve a lo más oscuro del franquismo, a los días de
universidad, a los "saltos" a las manifestaciones ilegales, a las
carreras y los palos y, afortunadamente aún no los ha habido, a las pistolas y
las torturas de "los sociales". Lo de ahora es distinto, lo sé, y lo
es por muchas razones, pero no por ello tiene pinta de salir mejor. entre otras
cosas, porque el gobierno de la Generalitat, que se esconde tras las masas que
movilizan la ANC y Òmnium, el mismo que, como hacía Franco, convoca y financia
un "paro de país" con los medios y el dinero que es de todos, los que
quieren manifestarse y los que no, el mismo que, a remolque de la CUP, convoca
el paro y las manifestaciones para una cosa y las aprovecha para otra.
Yo siempre desconfío de los antidisturbios, es una rémora
del pasado, del que viví con Franco y del más reciente, con mi Congreso
"enjaulado", lloviendo palos en el Paseo del Prado. Quizá por eso no
me siento tan escandalizado por las cargas del domingo. No piensan, cumplen
órdenes, y, aunque los hay vocacionales, con las calles llenas de
fotoperiodistas y smartphones en manos de ciudadanos no he visto, salvo pocas
excepciones, las heridas de las que tanto se habla. O es que acaso creyeron al
ministro cascarillero cuando dijo que eso iba a ser un picnic. Hubo, sí,
pelotas de goma, yo vi en TV como los antidisturbios se colocaban unos a otros
los "macutos" con la munición.
El uso de ese material está, o estaba, prohibido en
Cataluña. Y lo estaba después de que una mujer perdiese un ojo por un pelotazo
salido de la escopeta de un mosto de escuadra, al que no se castigó porque sus
mandos no quisieron identificarle y que, muy probablemente, recibió el
domingo flores y aplausos por incumplir de manera torticera y calculada su
deber como policía judicial y que estamos viendo estos días protegiendo no se sabe muy bien si a los policías y guardias civiles de los escraches o protegiendo los mismos escraches, cuando no cerrando para la huelga centros comerciales, como en tiempos del dictador cerraban facultades para todo lo contrario.
Por si fuera poco, este clima enrarecido en el que, si no
dices lo que algunos quieren escuchar te ves acosado hasta el aburrimiento por
los que metafóricamente tienen las mismas o peores dificultades que yo para ver
lo que está ocurriendo en realidad.
Es terrible que esta aventura emprendida por irresponsables
afincados en la Plaça de Sant Jaume y en Moncloa esté llevando a que acabes
discutiendo con la gente que quieres y respetas. Es peligroso que los mensajes
"simples", simples en cualquiera de sus dos acepciones, están calando
como calan a uno y otro lado del Ebro, encendiendo los ánimos y poniendo orejeras
a los sentidos, especialmente a ese al que aquí se le dice común y en Cataluña
seny.
La razón y la verdad no pueden ser absolutas. Hace falta
perspectiva. Sería conveniente pararse un momento, tomar aire, mirar hacia
atrás, para comprobar de dónde venimos, cuan duro ha sido el camino, cuanto más
puede ser el que nos queda y, si, en realidad, la meta está donde nos dicen.
Anche, Felipe de Borbón se dirigió a la ciudadanía, con la
misma solemnidad y sobresalto que lo hizo su padre hace treinta y un años,
pero, al contrario que ocurrió entonces, el mensaje no ha sido, al menos para
mí, nada tranquilizador, porque apenas insinúa en un susurro el entendimiento
del que debe llegar la solución y que sólo se logrará hablando. Ni siquiera sé
si fue un ave de mal augurio, porque leí entre leneas una tácita autorización
moral para que el gobierno insensato que nos hemos dado o no hemos hecho lo
posible para que no nos lo den los españoles, aplique el tenebroso
"155" que intuyo injusto, doloroso y contestado, porque, si estamos
donde estamos, porque a los catalanes les quitaron el estatuto que ellos y
nosotros les dimos hace diez años, no puedo ni siquiera imaginar qué
ocurrirá si, además, le quitan su autogobierno.
Creo que, de hacerse, habrá que cambiar el color de los
uniformes de quienes tendrían que enviar a Cataluña para imponerlo. Y no me
gusta el caqui como solución. Por eso tengo miedo, porque no velo qué hay al
final de la calle y el escalón del bordillo es demasiado profundo y oscuro. Por
eso y porque hay mucha gente que quiero en Cataluña y también porque tengo una
hija y una nieta casi reciñen nacida a la que me gustaría enseñarle esa tierra
tan hermosa, en la que nació su abuela, que, de repente, ha quedado de espaldas a la mía. Y tengo miedo, mucho miedo, de que esos mossos, hoy aplaudidos y abrazados sean quienes muelan a palos a los catalanes cuando se echen a la calle para manifestar su rabia y su frustración por sentirse también engañados por quienes les están diciendo que su único problema es España y que, cuando alcancen la independencia, no habrá paro, no habrá corrupción, estarán en la UE, serán la admiración del mundo y todo será de color de rosa.
1 comentario:
Gran artículo ...
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