jueves, 19 de octubre de 2017

LOS VERDADEROS CULPABLES



Pase lo que pase en las próximas horas y cumplidas las diez de la mañana de hoy, 19 de octubre, con la churrigueresca segunda respuesta del president Puigdemont al requerimiento de Mariano Rajoy, aún seguimos al borde del abismo. Y ahí seguimos, porque la respuesta, en la que reconoce, de modo churrigueresco, eso sí, que la proclamación de Independencia. que es potestad del Parlament, no llegó a producirse, porque no se votó, y, acto seguido, deja de nuevo la pelota en el tejado de Rajoy, al que conmina a no aplicar el temido y temible artículo 155, a no impedir el diálogo y a cesar en lo que tilda de represión, para no convocar al parlamento para que vote y proclame esa, según el gobierno de la nación, inviable independencia.
La respuesta desde Moncloa no se ha hecho esperar y ha convocad para el sábado un consejo de ministros extraordinario para iniciar la aplicación del 155. Serían cuarenta y ocho horas más para la esperanza, cuarenta y ocho horas para que Puigdemont dé un paso atrás y, con un gesto que aún no ha dado facilite el entendimiento o el camino hacia él.
Y así como estamos, al borde del abismo, sería bueno tratar de entender por qué estamos aquí y, para ello, quizá convendría imaginar dónde estaríamos ahora si aquel estatut que hace diez años se dieron los catalanes, votando en un referéndum con todas las garantías, aquel sí, que fue luego respaldado en el Congreso de los diputados y firmado por el Rey. Un estatut que el PP vistió de afrenta para el resto de los españoles, simplemente porque le convenía. Un estatut perfectamente legal que despejaba el camino en la difícil integración de Cataluña en España que, sin embargo, fue utilizado por el PP para, con él, desviar la atención ciudadana de toda su basura, de todas sus corruptelas ya evidentes y, de paso, minar la confianza en un PSOE dividido, en el que, por intereses egoístas, muchos "barones" se sumaron a la práctica del anticatalanismo más rancio.
El PP de Rajoy enarbolando barras de fuet t botellas de cava, hizo de ese anticatalanismo su bandera y no paró hasta que un Tribunal Constitucional lento y sesgado echó abajo la espina dorsal de aquel estatuto. Electoralmente, la jugada fe perfecta, porque, unida a la mala gestión que Zapatero hizo de la crisis económica, dio a Rajoy esa victoria largamente acariciada, a cambio, claro, del hundimiento de su partido en Cataluña, algo calculad y descontado, que siguió cultivando, porque, a cambio de los escaños, que nunca fueron muchos, perdidos en esas cuatro provincias, le llovió una mayoría absoluta en el resto de España.
A partir de ahí, con una Generalitat en manos ya o, mejor dicho, otra vez de CiU, Rajoy se dedicó a ignorar, cuando no a castigar, a Cataluña, mientras su oponente, Artur Mas, se dedicaba a cultivar el victimismo y a achacar a una persecución de "Madrid" la multiplicación de los escándalos y todas las corruptelas que ya cercaban a su partido.
Fue durante ese periodo cuando CiU se pasó con armas y bagajes al independentismo de la estelada, fue entonces cuando, en una huida hacia adelante, jugando a la ruleta rusa con el calendario electoral, se echó en brazos de su eterno rival, Esquerra, fue el tiempo de las promesas electorales inviables, el de las utopías color de rosa que, desde Moncloa, Rajoy combatía con racanería en las cuentas y con todo un despliegue de bules e informaciones prefabricadas que, lejos de conseguir sus objetivos, no hacían otra cosa que cultivar el sentimiento de maltrato en los catalanes.
En tanto, en plena crisis económica, acuciado por su mala gestión, la corrupción, que no toda era inventada, los recortes y la radicalización de la gente en las calles, Mas se envolvió en la bandera y se entregó al "sacrificio" y el martirio en aras de una independencia que nunca había perseguido con entusiasmo, hasta que se vio prisionero de sus presas y exageraciones y, obligado a pactar con la CUP, tuvo que dejar su despacho en la Plaça de Sant Jaume a un oscuro y ambicioso Puigdemont, que, de la mano de un apaciblemente Siniestro Oriol Junqueras, y con la colaboración estelar de Rajoy y sus ministros, especialmente los de Interior, Fernández Díaz y Zoido, han hecho el resto del camino hasta el borde de un precipicio económico y, sobre todo, social, al que estamos a punto de caer.
En fin, miserias personales, en las que las elecciones son poco más que un instrumento y nosotros los ciudadanos, apenas meros actores secundarios.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Ciertamente churrigueresco ...