Lo que, nos habían dicho, iba a ser un choque de trenes se
está convirtiendo en una tediosa partida de naipes en la que ninguno de los
contendientes acaba de mostrar sus cartas, quizá porque ninguno es ya
dueño de su destino y lo único que cabe es esperar, alargar los plazos, cerrar
los ojos y aguantar la respiración hasta que ocurra lo inevitable.
Creo que la mejor manera de desentrañar lo que nos espera,
porque, está claro, lo que ocurra nos va a afectar a todos, es escudriñar
el futuro de cada uno de los actores de esta tragicomedia improvisada que nos
ha tocado vivir y, si nos atenemos a esta estrategia, es fácil deducir que el
vencedor de esta maldita crisis será Rajoy que, cabalgando en las carambolas del
destino y sin apenas moverse, en la próximas generales revalidará la cómoda
mayoría perdida para gobernar.
A Puigdemont no creo que le vaya muy bien, porque está
quedando como el "caguanete" del belén, esquivando en un rincón las
andanadas que le vienen de uno y otro lado, el fuego amigo de ERC. de la CUP o
de su propio partido, todas esas declaraciones que desde hace días vienen
levantando una cerca, cavando un foso, en torno a él, al tiempo que coartan su
capacidad de respuesta con los grilletes de ese compromiso adquirido desde una
mayoría insuficiente ante la totalidad del pueblo catalán, cada vez más
desconcertado, cada vez más asustado.
Si Puigdemont hubiese respondido con cualquiera de los dos
monosílabos que le requería el gobierno. sus días como presidente de la
Generalitat hubiesen acabado hoy mismo. El sí rotundo conllevaría sin remedio
la aplicación del artículo 155 que desembocarían, antes o después, la
celebración de unas elecciones, esas que Ciuddanos, ya sin careta, quiere para
ya, y a las que Puigdemont se comprometió a no presentarse. Eso, en el mejor de
los casos, porque no hay que descartar que el Gobierno active contra él la
inexorable maquinaria de la Justicia, la misma que anda ocupándose ya de otros
actores, el responsable de los mostos y los líderes del activismo social en el
"procés", la ANC y Ómnium, que, hoy mismo comparecen ante la
Audiencia Nacional, investigados por delitos por los que podrían dar con sus
huesos en la cárcel.
Es evidente, ya lo ha dicho, que Puigdemont no perderá unas elecciones,
las que seguirán al 155, a las que no se presenta, pero sí su partido, el de la
burguesía catalana, que las perderá sin remedio, si lo hace. Y las perderá en
beneficio de Ciudadanos y Esquerra, en torno a los cuales se abrirá una nueva e
insalvable brecha en el Parlament de Cataluña, mientras el resto, y mirad que
lo siento, se lame las heridas de esta triste guerra.
Si os preguntáis qué ocurriría si Puigdemont hubiese dado
por respuesta el No rotundo que Rajoy le pedía, el resultado no sería muy
distinto, porque, ya se sabe, la derrota siempre se quiere lejos y ese no dado
ahora, después de haber "vendido" la suspensión de la declaración
como un ardid táctico, no podría ser visto por los suyos más que como una
derrota.
Vencedores y vencidos, todos, salvo los políticos que, por
acción u omisión, nos han traído hasta aquí, hemos perdido, económica, moral y
socialmente, porque ya nada va a ser igual, porque, a uno y otro lado del Ebro,
se han despertado los peores fantasmas, se han sacado todas las banderas y
azuza el perro del odio sin sentido.
Quizá por eso o, simplemente, en uso de la astucia que le
recomendaba Junqueras y con la intención de ganar tiempo, apenas de veinticuatro horas después de recordar a Lluís Companys, allá donde fue fusilado hace setenta y siete años, esperando quizá el
reconocimiento internacional que aún no ha llegado, ni parece que vaya a llegar,
su respuesta a Rajoy, el mismo día en que se podría decretar prisión para
Trapero, Sánchez y Cuidar, no ha sido sí ni ha sido no, sino ese "manzanas
traigo" en forma de oferta de negociación. Como diría mi amigo, el poeta
Juan Cobos Wilkins, "el mundo se derrumba y tú escribes poemas". l
menos que sean de amor o entendimiento.
1 comentario:
Un artículo magistral ...
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