La cobardía es un pecado al que los que lo practican llaman
prudencia, un pecado muy extendido en la política, donde la inacción calculada,
esa actitud de esperar a que el cadáver de tu enemigo por tu puerta,
constituye, para algunos, el principal y casi único mandamiento de su religión.
Sin embargo, en ese mundo de ambiciones y traiciones también abundan quienes
prefieren ser actores, aunque desempeñando su papel a escondidas, mandando por
delante a sus fieles mercenarios, si es que un mercenario puede serlo, para
que, en caso de desastre sean ellos los que se dejen la piel y el prestigio en
el empeño.
Estoy hablando, claro, de Susana Díaz, reaparecida ayer para
todos en territorio amigo, en el "Al rojo vivo" de su cuñado
mediático Antonio García Ferreras, y estoy hablando de esa prudencia suya, que
no es más enorme cobardía, porque me diréis si no que es eso de dinamitar
su partido, ponerlo patas arriba, para, luego, quedarse en la retaguardia,
dejando que se quemen en el intento esos barones que se sumaron a su conspiración,
pero que, a la hora de la verdad, tampoco asumen la responsabilidad de los
destrozos del desaguisado.
De momento, los marrones que le corresponderían a ella, se
los está "comiendo" Javier Fernández, el presidente la gestora que
sustituyó a la ejecutiva del desaparecido en combate Pedro Sánchez, al que ya
le lluevan las críticas de los compañeros elegidos junto a él para pilotar el
partido hasta un nuevo congreso del partido.
Con lo que no contaba la señora Díaz, encapsulada en un
partido, el PSOE de Andalucía, en el que, desde aquellos temporales del
guerrismo, el espíritu crítico brilla por su ausencia, y la calma chicha del
“sí a todo" lo que diga o haga la presidenta, lo que no esperaba, quizá
porque nunca se paró a pensar que Andalucía no es el resto de España y
viceversa, es que la voladura de Ferraz le iba a pasar factura.
Y se la ha pasado, porque nadar u guardar la ropa puede ser
una buena actitud, pero, cuando se nada y se patalea en aguas tan fangosas como
las de su partido, la agitación remueve el fondo y salen a la luz todos los
demonios escondidos que dormitaban en el fango y se hace muy difícil llegar a
la orilla que se había soñado. Por eso, la imagen de quien se creyó, porque así
se lo hicieron creer, que el camino a Ferraz, primero, y, luego, a la Moncloa
iba a ser de rosas, se está deteriorando a ojos vista. Tanto que ya le están
perdiendo el respeto hasta en su amada Sevilla, donde ya presionan para que,
cuanto antes, el PSOE convoque el congreso que defina su alma y su futuro.
Pero no sólo en Sevilla y en su partido, también entre los
ciudadanos de a pie del resto de España, los que no tienen carné socialista, se
les hace muy difícil, si no imposible, imaginarse dando su voto a tan
enrevesado personaje. Por eso se empeña en retrasar ese congreso, en aburrir a
los militantes y a los simpatizantes en sesudas discusiones, mientras encuentra
el momento oportuno para dar el salto a la secretaría general o encontrar a
otro Pedro Sánchez "que no valga, pero le valga" para que se queme,
mientras ella sigue mangoneando ese juguete roto en que ha convertido su
partido. Ese juguete que los niños egoístas no quisieron compartir cuando son nuevos, pero que, una vez roto, "colocan" a otro niño, mientras se hacen con otro juguete que romper. Y, e tanto, como decía esta Mañana Manuel Jabois, Rajoy se frota las
manos porque, hoy por hoy, criticamos más al PSOE que a su corrupto partido.
1 comentario:
Buen artículo...
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