El de ayer quedará para la historia de la política española
como aquella noche de los cuchillos largos, aquellos terribles días con sus
respectivas noches, en los que las tropas de asalto de Hitler acabaron con
la vida de todo aquel que pudiese hacer sombra o poner en peligro el poder
unívoco y absoluto que el delirante dictador necesitaba para cumplir sus
planes.
Ayer, por ejemplo, en el grupo socialista del Congreso, se
comenzaron a ejecutar los edictos firmados por la Gestora del PSOE, claramente
inspirada desde el Palacio de San Telmo, en las cercanías del sevillano Parque
de María Luisa, para castigar a aquellos diputados díscolos que, obedeciendo a
su conciencia, votaron NO a la investidura de Mariano Rajoy para esta
presidencia en la que, a pesar de sus buenas palabras, sigue haciendo de las
suyas y amenaza ya con más recortes y dolor para nosotros los españoles que, en
esta ocasión, no le premiamos dado la mayoría absoluta.
Es de suponer que el brazo ejecutor de este castigo haya
sido el portavoz Antonio Hernando, pero nos tenemos que conformar con
suponerlo, porque dejó sola ante el peligro y los micrófonos a su segunda en el
grupo, Isabel Rodríguez, a la que también toco lidiar con el "digo
Diego" del digo de Hernando que horas antes justificó hasta el absurdo una
segunda abstención socialista para, esta vez, "premiar" a Jorge
Fernández Díaz, reprobado como ministro por todos los grupos menos el suyo, con
la lujosa presidencia de la Comisión de Exteriores.
No me extraña la ausencia de Antonio Hernando, porque en
menos de un mes se ha convertido en el más torpe y felón de los diputados, una
especie de robot sin moral ni pensamiento que únicamente actúa con el
correspondiente software, intercambiable y reprogramable.
Ajuste de cuentas, aún incompleto, dentro del grupo
socialista y ajuste de cuentas con el ex ministro de la porra, los
enredos, las conspiraciones y la ley mordaza, que recibía con "santa"
indignación el veto con freno y marcha atrás de PSOE y Ciudadanos, casi al
mismo tiempo que la justicia absolvía, muchos meses después, al concejal
madrileño Guillermo Zapata que, pese al empeño de Fernández Díaz, nunca debió ser
juzgado y al que, juzgarlo, nos ha costado cien mil euros s todos los
españoles.
Zapata, "podemita" señalado, había sido
objeto de una terrible persecución y acoso mediático, no por aquellos torpes
tuits irrespetuoso con el dolor de las víctimas del terrorismo, sino porque
constituía un flanco débil en el que golpear al ayuntamiento de Carmena.
Y se emplearon a fondo, porque, si algo tiene el PP y
aquellos a los que sirve es que con Podemos no caben las componendas, los
pasteleos que, como el acuerdo firmado con el PSOE de Hernando y con
Ciudadanos, sólo fueron denunciados por los recién llegados al Congreso, con
tanto éxito, que, al final, forzaron la rectificación de tan vergonzante
postura de los socialistas y los de Rivera.
Sin embargo, ojo, porque Podemos no es un oasis de Paz ni,
mucho menos, de buenas maneras, porque Ramón Espinar, flamante vencedor de las
recientes elecciones internas en Podemos Madrid, ya se ha encargado denunciar a
los cuatro vientos que, haciendo valer su poder, que no su derecho, va a
"liquidar" a quienes fueron sus rivales en esas elecciones. Triste,
muy triste, porque yo pensé que Stalin había muerto dos años antes de venir yo
al mundo y bastantes décadas antes de que lo hiciesen Pablo Iglesias y la
mayoría de sus compañeros.
Tristes, muy tristes, todas estas cazas de brujas, todos
estos cuchillos largos, todos estos ajustes de cuentas, salvo el merecido de
Fernández Díaz, pero especialmente el que el intrépido Ramón Espinar está llevando
a cabo en Podemos Madrid. La verdad, no lo esperaba.
1 comentario:
En todas partes cuecen habas...
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