Parece que Mariano Rajoy se ha caído por fin del guindo al
que le subieron los españoles hace tres años y lo ha hecho dando un bandazo
espectacular al sustituir a una ministra, Mato, que en el mejor de los casos
sólo ha sido una buena gestora, eso sí, sólo para el partido, por un político
alejado de la confesionalidad tan en boga en el PP, prestigioso, moderado y
dotado con el don de la palabra, tan pintoresco en gran parte del gobierno popular.
A la vista de ese perfil y de su nula vinculación con el
mundo de la sanidad queda patente que lo que busca Rajoy no es un ministro
sino, más bien, un portavoz que permita al ejecutivo conquistar ante la
ciudadanía el prestigio y la buena imagen que, con Mato al frente del
departamento, no tuvo nunca. Va a ser difícil pero no imposible, porque, al contrario
que la señora del confeti, porque Alonso tiene la facilidad de palabra y la
cintura política de la que esa virgen románica que tuvimos de ministra ha
carecido siempre.
También queda claro, ya lo estaba con Mato, lo poco o nada
que le importa a Rajoy y a su partido lo que tiene que ver con la filosofía de
la sanidad, con sus líneas maestras, que es lo que de lo poco que le queda al
ministro una vez transferidas a las comunidades autónomas la gestión o, como
diría el yerno del más ilustre y reciente interno de la prisión de Aranjuez,
las oportunidades de negocio que ofrece la sanidad.
Está claro que Rajoy ha decidido librarse de un pesado
lastre y cambiarlo por un político brillante, que se ganó su prestigio al
frente del ayuntamiento de su ciudad natal, en la que se hizo con un perfil
moderado y más o menos progresista, apoyando iniciativas como la de su
antecesor José Ángel Cuerda, de establecer el primer registro de parejas, del
mismo sexo o no, con el fin de garantizar sus derechos, aunque sin tomar en
consideración, lo que era de prever, tratándose de un alcalde de tan católicos personajes,
la posibilidad del matrimonio que sólo llegaría con Zapatero. Apenas una
tibieza vista con ojos de hoy, aunque un paso polémico y valiente en la segunda
mitad de los noventa.
Al nombrarle ministro, Rajoy renuncia a una pieza importante
en el Parlamento, que, por otra parte, ya tiene sobradamente controlado con su
rodillo mayoritario, para ganar una nueva voz en la calle, capaz de meterse en
los telediarios y en el terreno de las entrevistas, de las que suele salir
airoso, ahora que es precisamente la calle lo que el PP parece tener
definitivamente perdido, Una nueva voz que tendrá que reforzar sus mensajes con
una serie de asuntos de su ministerio, hasta ahora abandonados por su
antecesora Mato, como lo han sido todas las políticas sociales, las de
igualdad, por ejemplo, que no fueron convenientemente atendidas, sino más bien
al contrario, en manos de una talibán como Ana Mato,
En fin que, por primera vez, Rajoy parece más inteligente
que prudente, también valdría más listo que cobarde, aunque el nombramiento,
que parece encaminado a reforzar el perfil político de su gobierno, llegue
demasiado tarde. Será una voz más, porque, hasta ahora, apenas se escuchaba
otra voz que la del ministro de Exteriores García Margallo y no siempre
agradable. Una voz más agradable, pero en modo alguno la que quiere escuchar la
calle y es que, como decía Santiago Carrillo refiriéndose al entonces
"progre" Gallardón, "no conozco en el PP a nadie que no sea del
PP".
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
1 comentario:
Ciertamente el PP es Pro Partido !
Saludos
Publicar un comentario