Recuerdo, no sé si los más jóvenes lo podéis hacer, aquella
frase del pequeño Aznar, encaramado en la guerra de Irak, con la que venía a
proclamarse como adalid de una misión que no era otra que la de sacar a España
del rincón de la Historia. Supongo que lo decía aturdido y un poco intoxicado
por el recio aroma de su amigo Bush, aquellos días en que, por lo que sabemos,
le dio por jugar a vaqueros con tan nefasto personaje, mientras preparaba sus
clases de inglés y su retiro dorado de puertas giratorias junto al
ultraconservador depredador Rupert Murdoch, de quien cobra sueldos millonarios
y para quien viene haciendo desde entonces trabajos de lo más sucio.
Pues bien, para acercarse al vaquero borrachín y pendenciero
George W, Bush, el pequeño Aznar desmontó la que hasta entonces prudente
política exterior española hacia Cuba, política exterior que, orientada más,
quizá, a las relaciones económicas, constituyendo una cabeza de puente,
pensando en un más o menos lejano futuro de la isla sin Castro, al tiempo que
España hacía valer su papel de mediador con la entonces opulenta Europa.
Toda esa labor, a veces incoherente, que llevó, por ejemplo,
al redescubrimiento de la isla por gran número de empresas españolas, especialmente
en el sector turístico y por los millones de turistas de nuestro país que
comenzaron a practicar ese turismo de alguna manera solidario que llevaba a
Cuba artículos hasta entonces "bloqueados" o escasos y esos dólares
tan necesarios para la economía de la isla. Un turismo que acabó degenerando en
otro más zafio y venéreo que no buscaba otra cosa que satisfacer carencias y
perversiones en las necesidades de las cubanas y los cubanos, todos aquellos
esfuerzos, todas esas duras negociaciones las tiró por la borda Aznar con su
política, abriendo entre Cuba y España ese enorme abismo que nos ha dejado
fuera como actores de la gran noticia de ayer, la futura reapertura de
embajadas en Washington y La Habana.
La torpeza del pequeño Aznar y sus sucesores nos han dejado
fuera de la feliz negociación, otra vez en el rincón de la Historia, detrás de
uno de esos muebles que se colocan para tapar los defectos de la pared o las
manchas de humedad en la pintura. Todo, por no contar con que la Historia se
mueve ni con que la democracia mueve los gobiernos de las naciones, haciendo
que, a veces, a uno y otro lado, en unos y otros países, las palomas se comen a
los halcones.
No sé cuál será el futuro de Cuba, una tierra tan
martirizada por la intransigencia de su vecino como por la obstinación de lo
que comenzó en revolución y acabó en dictadura. Sólo sé que, si por fin se abre
al mundo, si por fin dejan que se abra al mundo, ese futuro será mucho más
feliz, algo que hasta ahora no parecía importarles a los Castro. Y, en ese
futuro, nos habremos quedado otra vez colgados de la brocha, después de haber
hecho el trabajo sucio para quienes ahora se sentarán a la mesa de la
prosperidad cubana. Tan colgados de la brocha como Maduro y el chavismo que,
quizá buscando su homologación con la revolución cubana, cedió gran parte de su
riqueza energética a la Cuba que quizá haya comenzado a darle la espalda.
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1 comentario:
No se puede explicar mejor !
Saludos
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