martes, 21 de febrero de 2017

APLAZAR LA VERDAD


Todos lo hemos hecho alguna vez. Quién no se ha escondido alguna vez de la realidad inapelable y dolorosa, aplazándola. Lo hacen los niños que fingen estar enfermos para no tener que ir al colegio que temen o que no les gusta. Lo hacen los estudiantes que renuncian a presentarse a exámenes para los que no se sienten preparados y lo hacen, es evidente, todos los partidos que aplazan la verdad que les incomoda, disfrazándola una y otra vez, a la espera de que un resultado electoral les "indulte" de sus pecados. Lo hacen todos, pero, si hay que buscar un especialista, el especialista es, sin duda, el Partido Popular.
No hay, no ha habido, en España un partido político que haya acumulado tantos asuntos y tan graves en los juzgados como los acumula el PP. Y, si esto es así, es porque el partido de Aznar y Rajoy se ha especializado en aplazar, mediante recursos, aforamientos, desaforamientos y otras triquiñuelas jurídicas "made in Trillo", casi todos los asuntos que tiene en los juzgados. Lo ha hecho con el caso "Gürtel" que, a la espera del recurso ante el Supremo, lleva ya nueve años en los juzgados y lo hace con cualquier otro asunto que ponga en peligro sus gobiernos y a los hombres y mujeres que los encarnan, Sin embargo, en ocasiones, ese afán protector ha llevado a poner en entredicho al quienes como el propio Rajoy se han visto obligados a empeñar su palabra para alcanzar un gobierno que las urnas, por fin, les habían negado.
Rajoy, para apuntalar su permanencia en La Moncloa, se vio obligado a aceptar el trágala que le impuso un Ciudadanos crecido, entre otras cosas, porque tenía los diputados que el PP necesitaba para formar gobierno, un trágala que se materializo, entre otros muchos, en el compromiso de forzar la dimisión de sus cargos públicos en el momento en que fuesen llamados por un juez a declarar como investigados, léase imputados.
Le acaba de ocurrir al presidente murciano con asuntos pendientes ya desde su etapa como alcalde de Puerto Lumbreras que, pese a esa hipoteca, fue incluido en las listas a las autonómicas, las ganó sin mayoría absoluta y se vio obligado, como Rajoy, a firmar su propio trágala con Ciudadanos o, lo que es lo mismo, aplazó unos meses la verdad procesal de la primera imputación de las que le esperaban, en esta ocasión por la adjudicación irregular de un auditorio municipal ruinoso que recibió de los constructores sin estar terminado.
Pero no temáis, no. A Pedro Antonio Sánchez, que así se lama el señor presidente, no le preocupa el asunto, no le preocupa el asunto ni le preocupa la verdad. No le preocupan, porque, aunque se trate de hechos palpables, las palabras se pueden disfrazar y, por más tajantes que fuesen las condiciones que le impuso Ciudadanos, siempre se pueden encontrar fisuras y vericuetos por los que escabullirse de lo firmado, que no fue otra cosa, él mismo lo dijo, que marcharse si el juez le llamaba a declarar como investigado.
Demasiados obstáculos los que viene dejando el PP en su camino, como para poder gobernar aquí y allá sin sobresaltos, demasiados campos de minas como para encontrar candidatos sin pasado, con la conciencia tranquila y sin hipotecas. Quizá por eso Rafael Catalá, el más marrullero de los ministros de Justicia que ha tenido este país, ha identificado al enemigo que, para él, no es otro que todos esos fiscales empeñados en cumplir con su deber de identificar delitos y delincuentes, sean estos quienes sean, y, para combatir a ese enemigo, que quiere llevar al banquillo al mismo presidente de Murcia por ser una pieza del "caso Púnica" y que ya vapuleó en las ondas la pasada semana, ha emprendido, de la mano del fiscal general que debería ser del Estado, pero parece sólo suyo, una purga por la que se va a descabezar la carrera fiscal, especialmente allá donde es más díscola o incontrolable.
Su amigo Pedro Antonio puede estar tranquilo, el ministro vela por su tranquilidad, porque seguro que ya le ha buscado, como hizo en el reciente congreso del partido, para comunicárselo. Lo que no saben uno y otro es que la verdad es contumaz y que, por más que se disfrace, la mentira tiene las patas cortas, Así que, a aplazar la verdad, a aguantar dos años más en el cargo para que las urnas le absuelvan, como vienen absolviendo a sus compañeros de partido y castiguen, dejándoles sin fuerza para hacer cumplir lo firmado, a sus socios de Ciudadanos.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Aunque estos son esPPecialistas en transformar la realidad !

Saludos