Todos lo hemos hecho alguna vez. Quién no se ha escondido
alguna vez de la realidad inapelable y dolorosa, aplazándola. Lo hacen los
niños que fingen estar enfermos para no tener que ir al colegio que temen o que
no les gusta. Lo hacen los estudiantes que renuncian a presentarse a exámenes
para los que no se sienten preparados y lo hacen, es evidente, todos los
partidos que aplazan la verdad que les incomoda, disfrazándola una y otra vez,
a la espera de que un resultado electoral les "indulte" de sus
pecados. Lo hacen todos, pero, si hay que buscar un especialista, el
especialista es, sin duda, el Partido Popular.
No hay, no ha habido, en España un partido político que haya
acumulado tantos asuntos y tan graves en los juzgados como los acumula el PP.
Y, si esto es así, es porque el partido de Aznar y Rajoy se ha especializado en
aplazar, mediante recursos, aforamientos, desaforamientos y otras triquiñuelas
jurídicas "made in Trillo", casi todos los asuntos que tiene en los
juzgados. Lo ha hecho con el caso "Gürtel" que, a la espera del
recurso ante el Supremo, lleva ya nueve años en los juzgados y lo hace con
cualquier otro asunto que ponga en peligro sus gobiernos y a los hombres y
mujeres que los encarnan, Sin embargo, en ocasiones, ese afán protector ha
llevado a poner en entredicho al quienes como el propio Rajoy se han visto
obligados a empeñar su palabra para alcanzar un gobierno que las urnas, por
fin, les habían negado.
Rajoy, para apuntalar su permanencia en La Moncloa, se vio
obligado a aceptar el trágala que le impuso un Ciudadanos crecido, entre otras
cosas, porque tenía los diputados que el PP necesitaba para formar gobierno, un
trágala que se materializo, entre otros muchos, en el compromiso de forzar la
dimisión de sus cargos públicos en el momento en que fuesen llamados por un
juez a declarar como investigados, léase imputados.
Le acaba de ocurrir al presidente murciano con asuntos
pendientes ya desde su etapa como alcalde de Puerto Lumbreras que, pese a esa
hipoteca, fue incluido en las listas a las autonómicas, las ganó sin mayoría
absoluta y se vio obligado, como Rajoy, a firmar su propio trágala con
Ciudadanos o, lo que es lo mismo, aplazó unos meses la verdad procesal de la
primera imputación de las que le esperaban, en esta ocasión por la adjudicación
irregular de un auditorio municipal ruinoso que recibió de los constructores
sin estar terminado.
Pero no temáis, no. A Pedro Antonio Sánchez, que así se lama
el señor presidente, no le preocupa el asunto, no le preocupa el asunto ni le
preocupa la verdad. No le preocupan, porque, aunque se trate de hechos
palpables, las palabras se pueden disfrazar y, por más tajantes que fuesen las
condiciones que le impuso Ciudadanos, siempre se pueden encontrar fisuras y
vericuetos por los que escabullirse de lo firmado, que no fue otra cosa, él
mismo lo dijo, que marcharse si el juez le llamaba a declarar como investigado.
Demasiados obstáculos los que viene dejando el PP en su
camino, como para poder gobernar aquí y allá sin sobresaltos, demasiados campos
de minas como para encontrar candidatos sin pasado, con la conciencia tranquila
y sin hipotecas. Quizá por eso Rafael Catalá, el más marrullero de los
ministros de Justicia que ha tenido este país, ha identificado al enemigo que,
para él, no es otro que todos esos fiscales empeñados en cumplir con su deber
de identificar delitos y delincuentes, sean estos quienes sean, y, para
combatir a ese enemigo, que quiere llevar al banquillo al mismo presidente de
Murcia por ser una pieza del "caso Púnica" y que ya vapuleó en las
ondas la pasada semana, ha emprendido, de la mano del fiscal general que
debería ser del Estado, pero parece sólo suyo, una purga por la que se va a
descabezar la carrera fiscal, especialmente allá donde es más díscola o
incontrolable.
Su amigo Pedro Antonio puede estar tranquilo, el ministro
vela por su tranquilidad, porque seguro que ya le ha buscado, como hizo en el
reciente congreso del partido, para comunicárselo. Lo que no saben uno y otro
es que la verdad es contumaz y que, por más que se disfrace, la mentira tiene
las patas cortas, Así que, a aplazar la verdad, a aguantar dos años más en el
cargo para que las urnas le absuelvan, como vienen absolviendo a sus compañeros
de partido y castiguen, dejándoles sin fuerza para hacer cumplir lo firmado, a
sus socios de Ciudadanos.
1 comentario:
Aunque estos son esPPecialistas en transformar la realidad !
Saludos
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