martes, 12 de julio de 2016

TRISTEZA Y CONSUELO DE MESSI


No podéis imaginar cómo se agradece poder hablar de otra cosa que no sea la penosa formación de gobierno, con unos protagonistas como el mentirosillo y contradictorio Albert Rivera, el fracasado Pedro Sánchez, enfrentado por fin ante su propia insignificancia, el soberbio Pablo Iglesias, capaz de atribuir su fracaso a su propia lucidez o, por último, el paciente Mariano Rajoy, sabio calculador de tiempos que, al final, se saldrá con las suyas, mientras sus rivales se cuecen en el jugo agridulce de su poco documentada ambición.
Cansado de revolcarme como una croqueta en la aburrida actualidad política, ayer me entero de lo que no puede ser calificado más que como vergonzante campaña del Fútbol Club Barcelona en apoyo de su jugador estrella, Leo Messi, condenado a veintiún meses de prisión, siete meses por cada uno de los delitos de fraude, cometido por el jugador junto a su padre en las declaraciones de ingresos correspondientes a los años 2007, 2008 y 2009. Una campaña que ofende, incluso a quienes gozamos con el Barça y el juego del argentino, pero pagamos religiosamente nuestros impuestos.
Cuesta creer que haya gente capaz de perdonar las trampas del jugador por las satisfacciones que le haya podido dar en el campo. Del mismo modo, cuesta imaginar que haya gente capaz de creer que hay una persecución contra Messi desde las oscuras instancias del Estado, por jugar en un equipo catalán y darle los triunfos que para sí querría "el equipo del régimen". Pero, como dicen que dijo el torero Rafael Gómez Ortega, "el Gallo", cuando le presentaron a José Ortega y Gasset diciéndole que era filósofo, "hay gente pa to".
Hay gente pa to y hay dente que lo sabe y por eso, como ha hecho la dirección del Barça, se vuelca en acciones como esta ridícula campaña para lavar su mala conciencia por no haber dado su apoyo en su momento al jugador y para consolarle, ahora que parece abrumado por un castigo, que todavía no es firme, pero que le crearía antecedentes y le colocaría bajo la espada de Damocles de tener que entrar en prisión tras cualquier otra condena, aunque fuese por ser "pillado" superando con creces la tasa permitida en un control de alcoholemia. El Barça sabe que Messi es frágil y que, al sentirse herido y perseguido, podría hacer las maletas para desplegar su magia en otros pagos. De ahí esa infantil y cara protección psicológica, muy al estilo del argentino "Leo no te vayas" que, a mí, personalmente, me sonroja.
Me da mucha vergüenza, porque la condena y la defensa que se hace de Messi no son muy distintas de la condena que en su día sufrió "nuestra" Lola Flores y la campaña que ella misma emprendió para ser perdonada. La postura de quienes pretenden el perdón de Messi basándose en lo bien que juega al fútbol no es muy distinta de la de quienes votan a Rajoy, a pesar de la corrupción que le rodea, porque les va bien a sus impuestos.
Me desconcierta que muchos de quienes piden el perdón de Messi, reclamen a las claras la condena de Cristina de Borbón. No se dan cuenta de que los destinos de ambos están más que atados, porque sus delitos son de índole parecida y su estrategia de defensa, calcada. Hay que tener un poco más de coherencia y, sobre todos, pensar en nosotros y en nuestros vecinos. Hay que pensar que la piscina y el cuidado césped de Messi son caros, sí, pero también lo son los parques en los que juegan nuestros niños, las escuelas en las que estudian, los campos de fútbol públicos en los que sueñan en ser como él, o los hospitales donde les curan también lo son.
Pero tampoco hay que olvidar que, si bien es verdad que lo defraudado y la correspondiente multa, ya abonadas por Messi, le convierten en el mayor contribuyente particular de España, no hay que dejar de tener presente que lo es porque también es el particular que más dinero ha ganado y que nada le da derecho a ignorar leyes que lo son para todos.
Tal vez Messi esté triste y haya que consolarle. Pero no dejéis de tener presente que mucho más lo están quienes no pueden llevar a la piscina a sus hijos estos días de calor, o, peor aún, darles de comer dignamente.