Cuenta un chiste, nunca he sabido si está inspirado en una
historia real, que un comerciante, cansado de que los cacos entrasen en su
negocio por las noches, decidió esperarles tras la persiana del cierre, sentado
pacientemente, con un garrote para recibirles. Una de esas noches, los cacos
volvieron y, cuando el primero levanto el cierre y asomó la cabeza, el
comerciante le dio tal palo que le reventó la boca. El caco retrocedió hacia
donde estaba su compañero y, tapándose con una de sus manos la boca
ensangrentada, farfulló "pasa tú primero, que a mí me da la risa".
He recordado esta historia al ver ayer al
"brillante" líder de Ciudadanos, Albert Rivera, encaminarse, más que
contrariado, a regañadientes hacia la abstención que dará a Rajoy otros cuatro
años de gobierno, algo que no sólo va a ser irremediable, sino que gran
parte de los postulados económicos del PP entrarían dentro de la lógica de su
partido y eso, a pesar de determinados gestos y actitudes regeneracionistas de
Ciudadanos choquen con los viejos vicios de los populares.
Ayer, un Rivera cada vez más críptico anunció su no pero sí
a Rajoy, dándose el tiempo suficiente para que su postura sea respaldada por la
dirección de su partido, pero, sobre todo, dejando pasar a Pedro Sánchez y su
PSOE hacia el interior de la tienda, donde les esperan el garrote de la prensa
y la opinión pública.
Y es que es muy difícil casar en los próximos días,
probablemente antes de agosto, la abstención total o parcial de unos y otros
que permitiría gobernar a Rajoy con lo dicho tantas veces, por activa o por
pasiva, en la campaña electoral ese "no es no" repetido como una
letanía por unos y otros que, visto el resultado electoral, se ha ido
desinflando como un suflé mal horneado, dejándoles en una posición de
incomodidad directamente proporcional a la tenacidad con que mantuvieron en
campaña su no absoluto a Rajoy.
Lo que toca ahora, ante lo irremediable, ante el espectáculo
de acudir al Congreso para, con las orejas gachas, mirar para otro lado,
mientras el más impopular de los presidentes que ha tenido este país se sale
otra vez con la suya. Lo que toca es asumir los errores y dejar paso, si los
hay, a quienes sean capaces de reanimar a esos partidos y a este país, sin
resuello ni ilusión, después de haberle puesto dos veces la miel en los labios
para, como a un niño al que se quiere enrabietar, quitárselo sin más.
Lo que toca es reconocer, en la izquierda y en la derecha,
que se ha fracasado que, mal aconsejados por la ambición y el espejismo de
mejorar resultados ante unas segundas elecciones, despreciaron la mejor
oportunidad que tendrán nunca de acabar con la casta y con esos
"viejos" partidos, sin darse cuenta de que ellos mismos estaban
envejeciendo.
La situación actual no es muy distinta de la que dejó el
20-D. La única diferencia radica en que todos los partidos, a excepción del PP,
saben que en unas terceras elecciones sus resultados empeorarían y que tendrían
más posibilidades una cicciolina o un chiquilicuatre que ellos mismos. Por eso
les toca ahora pasar el mal trago de admitir el fracaso, de hacer lo contrario
de lo que dijeron que harían, de someterse a la humillación de tener que ceder
ante lo inevitable. Por eso se afanan ahora en encontrar la excusa más creíble
para la abstención que tendrán que regalar a Rajoy. Por eso se esfuerzan en el
equilibrio imposible que les permita taparse su boca reventada, mientras le
dicen al otro "pasa tú, que a mí me da la risa", para que elq eu se llev el palo gordo ante la opinión pública o para no ser los únicos en llevárselo, cuando Rajoy vuelva a tomar posesión como presidente.
2 comentarios:
Un análisis muy coherente...
Estoy de acuerdo en que la izquierda perdió una ocasión de oro tras el 20-D, que no volverá tan fácil. Ahora toca dejar al otro, aunque sea a regañadientes e intentar recomponer los trozos rotos.
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