Ayer, pese a los intentos de Rajoy de "dormir el
balón" en ese extraño pleno del Congreso celebrado en el Senado, me
esforcé y, con serio riesgo para mi salud, seguí tan señalada y a priori
frustrante sesión prácticamente en su totalidad. Subrayo que, a priori, la
sesión iba a ser frustrante, y lo hago porque, dijese lo que dijese el
presidente, salvo que anunciase su dimisión y ni al más patán de los
mandatarios podía ocurrírsele hacerlo un uno de agosto, no iba a aclarar nada
respecto al caso que tanto ocupa y preocupa a este país ni iba a
anunciar medida alguna que permita evitar en el futuro otros hechos similares.
La estrategia con que Rajoy acudió ayer al pleno era tan
simple que sus adversarios la desactivaron antes, incluso, de que subiese al
estrado. Y el presidente, nada partidario de las sorpresas, cumplió punto por
punto lo pronosticado, tratando de esconderse tras una tediosa enumeración de
aparentes buenos datos económicos, leída a toda prisa, porque hasta a él mismo
le aburría, para esquivar el verdadero asunto que la había llevado, arrastrado
por la oposición y los acontecimientos, pese a que empleó gran parte de su
intervención en negarlo, a convocar este pleno fuera de fecha y fuera de
escenario para tratar de justificarse ante su partido y sus votantes.
Porque ni siquiera intentó hacer otra cosa. Se limitó a
levantar acta, como buen registrador de la propiedad que es, de lo que resulta
innegable: que hubo sobresueldos -complementos salariales, en su jerga- y que
Luis Bárcenas, su hombre de confianza en las cuentas del partido, es un
delincuente, sin concederle siquiera la presunción de inocencia que reclamó
para él y su partido. Algo, esto último, que sin duda tendrá consecuencias
mediáticas en los próximos días, porque tan "pillado" debía tenerle
el extesorero que le dejó carta blanca para retirar de Génova y poner
a buen recaudo los documentos con que probar todas sus acusaciones para
arrastrar en su desgracia al partido entero.
Desde la prensa y la opinión de la derecha se viene cantando
desde ayer el acto de contrición de don Mariano admitiendo el error que había
supuesto confiar en Bárcenas, algo que, de no ir seguido de una dimisión, no es
más que un intento de autoexculpación sin el más mínimo mérito, porque es
evidente que quien dio a Bárcenas el control absoluto de las cuentas fue él.
Nada o casi nada dicen de la admisión, en sede parlamentaria, de la existencia
de esos complementos salariales, extendidos en la cantidad y en el tiempo, que,
en el caso de los ministros, los cargos del gobierno y, por tanto, él
mismo, supondría una grave infracción de lo legislado.
Por eso creo que se equivocó t que éste es sólo el principio
de los que vendrá en los próximos meses. Admitir lo que admitió ha de tener
consecuencias, porque, de ser cierto que Bárcenas le engaño, le engañó
demasiado tiempo y demasiado, porque, como le dijo el socialista Rubalcaba,
después de conocerse la existencia de las cuentas millonarias en Suiza,
intercambió con él mensajes SMS más propios de dos socios en dificultades que
de un presidente de gobierno y un delincuente.
Como también se le dijo todo es como aparenta ser. Bien es
verdad que aún falta probarlo, pero, como en el juego de las familias sólo hay
que cuadrar los asientos de los donativos en el libro de cuentas de Bárcenas
con los ingresos que hacía en las cuentas bancarias del PP y eso parece que va
muy avanzado. Tampoco hay que descartar que comiencen a detectarse
desfasen entre los ingresos, ya admitidos por Rajoy y en sede
parlamentaria, de algunos dirigentes populares y sus declaraciones a Hacienda.
Como bien le recordó la habilidosa Rosa Díez lo de ayer
transcurrió en sede parlamentaria y en sede parlamentaria no se puede mentir.
Quizá por eso Rajoy no hizo ninguna afirmación categórica del tipo "nadie
"prodá", podrá probar. Sabe de sobra que hacerlas en falso sería muy
grave y que la capacidad probatoria de la justicia puede llegar a ser muy
grande. Por eso ni se molestó en contestar a sus tan certeras veinte preguntas.
Es más, Rajoy ni siquiera se tomó la molestia de escucharla con el respeto que
merece cualquier diputado. Y aquí también se equivocó, porque parece no ser consciente
de que los votos que marcaron la diferencia para darle la mayoría absoluta de
que hoy disfrutan están hoy más cerca de Rosa Díez que de su partido.
Rajoy se equivocó porque, después de haber admitido lo poco
o nada que admitió, debería haberse marchado, no lo hizo y, por no hacerlo, ha
puesto y seguirá poniendo en peligro la estabilidad y las perspectivas de recuperación
de España que, aparentemente, tanto le interesan. De momento, desde
Alemania ya están señalando a Soraya Sáenz de Santamaría, su limpia vicepresidenta
como sucesora.
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario