sábado, 3 de agosto de 2013

EL FMI Y YO

 
 
Confieso que, salvo por su maldita afición a estrangular países con problemas y por los culebrones, mitad pornográficos, mitad policiacos, que suelen acompañar a sus últimos directores, que vaya trío, el Fondo Monetario Internacional me interesa poco o nada. Aunque me temo que yo -y el resto de los españoles, portugueses o griegos- le interesamos aún menos a la institución.
A estas alturas espero que a nadie le quepa la más mínima duda de que el FMI no vela por la salud económica de los ciudadanos de este complicado mundo que nos ha tocado vivir, entre otras cosas porque el fondo así lo ha queridos. Mucho menos parecen interesarle las economías de los países adscritos a esa ruleta rusa que gobierna. En todo caso lo único que defendería son los interesas de las grandes corporaciones multinacionales y especialmente las de quienes en las últimas décadas se han cargado el viejo, aunque más humanizado y lógico, modelo de economía productiva, para cambiarlo por el vertiginoso y truculento  de la economía especulativa.
MI impresión, que creo ajustada a la realidad, es que el FMI contempla a los países como unidades de producción que han de obtener beneficios con el mínimo gasto, como si fuesen maquinaria  que se compra se usa, se engrasa y se limpia de vez en cuando y, cuando queda obsoleta o es imposible su reparación, se tira y se cambia por otra. Que, para sus intereses, Europa ya está anticuada y que el recambio está en Asia es el ejemplo más claro de lo que digo.
Cómo, si los españoles le interesásemos lo más mínimo al fondo, tendrían la poca vergüenza de hacer propuestas como la de ayer de bajar un diez por ciento los salarios en España, en aras de una presunta reactivación de la creación de empleo. Ojalá fuese tan simple como se viejo problema de aritmética ¿si con veinte euros puedo comprar cien manzanas, cuántas manzanas podría comprar si costasen un diez por ciento menos?
El ejemplo vale para las manzanas, porque se comen, se confitan, sirven para elaborar tartas e, en el peor de los casos, se usan para dar de comer al ganado y punto. Pero las personas, los ciudadanos, no son manzanas, a pesar de lo que piense esa mente privilegiada que rige los destinos de Madrid y los madrileños. Las personas tienen necesidades y quienes les contratan para sus empresas les necesitan para sacar de ellos su fuerza de trabajo -término anticuado pero claro como el agua clara- pero no sólo su fuerza de trabajo. Necesitan también que gasten el dinero, poco o mucho, que les dan a cambio de esa fuerza de trabajo para que consuman los productos o servicios que producen.
Está claro que, si con el endeudamiento pendiente en muchas familias españolas proveniente de las muchas burbujas en que vivimos atrapados, con la caída de ingresos en la unidad familiar a causa del paro y la drástica caída de los salarios y la subida de servicios públicos, copagos, repagos y demás, ya es difícil que a las familias españolas les quede para algo más que sobrevivir, cómo espera el FMI reactivar el consumo y, con él, la economía española. Y está claro también que para el fondo no somos ciudadanos, con derecho a ser felices y a prosperar, sino galeotes mal alimentados que reman a punta de látigo y, cuando, desfallecidos, ya no pueden más se echan por la borda.
Como decía al principio, en absoluto me interesa el Fondo Monetario Internacional, ni me interesan los chorizos, obsesos  sexuales o tramposas que ha tenido y tiene al frente, me temo que yo tampoco le intereso mucho más allá que como simple sumando de sus "cuentas", pero estoy seguro de que cualquier cosa que digan o hagan me va, nos va, a perjudicar.

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