domingo, 4 de agosto de 2013

MENOS MAL QUE LES QUEDA GTBRALTAR

 
La primera vez que escuché la palabra "porculero" fue de labios de una compañera de trabajo de origen gaditano, concretamente de San Roque, aplicado a quien gusta, en ese caso yo, de sacarle punta a todo o, en resumidas cuentas, lo que viene a ser un tiquismiquis. Yo no sé si la palabra tiene su origen en el campo de Gibraltar, aunque sí sé que a España y Reino Unido les encanta ejercer de porculeros unos con otros a la primera de cambio.
Dicen que sabe más el diablo por viejo que por diablo y llevo muchos años asistiendo a las cíclicas reivindicaciones sobre la españolidad de Gibraltar que, dicho sea de paso, recientemente se ha sabido que, mediante los convenientes sobornos alemanes a algunos generales de Franco, estuvo a punto de dejarse en manos del Tercer Reich para que pudiese tener el control marítimo sobre el Estrecho.
Lo primero que no habría que olvidar a propósito de ese enorme peñón desmoronado en su frente sobre el mar es que, si los  ingleses llegaron a él, fue porque, hace más de tres siglos se les llamó para que echasen una mano en nuestra guerra de sucesión, conocieron las posibilidades de la roca y se hicieron con ella, antes de que se les cediese en el tratado de Utrech, firmado en 1703. Lo curioso es que los habitantes de uno y otro lado de la verja levantada en 1909 por los ingleses llevan siglos conviviendo en paz y convirtiendo la circunstancia de la frontera en el modus vivendi de mirares de habitantes de la zona, sean llanitos o gaditanos de la comarca Campo, porque el contrabando, los tráficos indeseados a manos de indeseables, la pesca y el turismo se han convertido en las fuentes de riqueza de la zona, amén de industrias levantadas antes y después de la muerte del dictador, para "compensar" y reforzar a la población local del lado español.
Sin embargo, creo que, desde los tempos de Castiella, Gibraltar, junto al fútbol televisado, han sido el señuelo que las autoridades españolas han agitado ante las narices de los españolitos incautos para que no cayesen en la tentación de pensar que, a lo mejor, lo que les estaba pasando. la pobreza, el paro, la corrupción y la pertinaz sequía eran culpa del gobierno de turno, porque, convenientemente agitado, el señuelo del nacionalismo da resultados óptimos, incluso, como hizo el ínclito Blas Piñar, imitando al "bolchevique" Kruschev, blandiendo un zapato donde correspondiese.
Ahora, en pleno siglo XXI está volviendo a pasar. Un gobierno en plana descomposición, como lo es, desgraciadamente, éste, formalmente nuestro aunque en la práctica sea sólo suyo, azuza el fantasma de la soberanía y "porculiza" a quienes viven o trabajan en lados distintos de la verja, extremando los controles para retener uno a uno a los vehículos que atraviesan el control de la verja, dando lugar a un problema, ficticio, por supuesto, para desplazar de las primeras páginas el espantoso ridículo que hizo en absoluta soledad Mariano Rajoy en el Congreso.
Espero que el ardor guerrero y nacionalista de alguno de nuestros ministros, especialmente García Margallo, tenga freno de emergencia, porque estas cosas, aunque partan de problemas ficticios, se sabe como empiezan, pero no como terminan.
Ojalá quienes vuelven a ver en las pantallas de su televisor las colas a uno y otro lado de la verja caigan en la cuenta de que, convenientemente aliñada y servida por su prensa más leal, esta crisis no es más que un biombo tras el que esconder la agonía de Mariano Rajoy.
¡Y menos mal que les queda Gibraltar!
 
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