martes, 14 de mayo de 2019

¿OTRA VEZ EL "TRIFACHITO"?


Después de haberse pasado años disimulando, apuntalando mayorías aquí y allá, apoyando gobiernos del PP y del PSOE, el partido que se creó en torno a Albert Rivera buscando recoger sensibilidades, a mi juicio demasiado sensibles, en torno a una presunta "opresión" catalanista a quienes en Cataluña no se identificaban con el catalanismo que veían extremo, se está quitando la máscara centrista que  ya no cree necesitar, si no tratando de reeditar el pacto que expulsó a Susana Díaz de la presidencia de Andalucía y dio a Vox en el marchamo de lo aceptablemente democrático, sí cavando fosos a la izquierda, al tiempo que no parece descartar el apoyo de la formación ultraderechista para conquistar gobiernos que sólo serían posibles con su ayuda.  
Ciudadanos padece la misma enfermedad que su líder, Albert Rivera, y esa enfermedad es la de una ansiedad desmedida, ansiedad, no confundir con la ambición, que, en su justa medida, resulta más que imprescindible en política, una ansiedad que le lleva a quemar etapas y a perder las formas y los principios también, cuando se cree en la proximidad del poder, a punto de llegar a la meta y hacerse con algún gobierno como trofeo.
Le pasó en Andalucía, donde, digan lo que digan, se están doblegando a las exigencias de los ultras, por ejemplo, entregando, a Vox datos sobre los trabajadores encargados de la atención a las mujeres maltratadas, datos que, sin revelar identidades, porque otra cosa sería delito, han servido para que el partido de Abascal reafirme falsamente sus mensajes contra las mujeres y todo aquel que trabaja para su igualdad y su seguridad.
En esta campaña, especialmente en Madrid, con el gobierno de la comunidad y el ayuntamiento de la capital como trofeos a la vista, Ciudadanos se está desatando y, a la vista de las últimas encuestas, ha sacado ya del arsenal el arma más eficaz de la derecha, la de la bajada de los impuestos, dirigida a la línea de flotación de la ideología, la fluctuante línea que separa a la izquierda de la derecha, el centro, como deberíais saber, no existe, una línea que no es otra que el egoísmo, capaz de cegar al más solidario del ciudadano, deslumbrándole con la visión de unos pocos euros más en su cartera.
Es un truco tan viejo como el de los trileros. Es más, es el mismo truco y no siempre funciona.
Por eso y por esa ansiedad de que os hablo, Ciudadanos, que ya no quiere ser la muleta e que se apoye un gobierno socialista y que se cree con fuerzas para superar al fracasado PP y encabezar un gobierno de la derecha, está minando su flanco izquierdo, para tratar de convencer a sus posibles votantes de que su confianza en ellos, si es que finalmente se la dan, no va a servir para que Ángel Gabilondo se haga con el gobierno de Madrid después de décadas en manos de la derecha. Ignacio Aguado con más claridad y Begoña Villacís con ambigüedad y a regañadientes, anuncian un veto a los socialistas, una garantía para sus votantes venidos de la derecha que creo que hay que leer en todas sus consecuencias, entre las que está, no puede ser de otro modo, la de tener, tanto en la comunidad como en el Ayuntamiento de Madrid, a los ultraderechistas de Vox, clasistas, racistas, intolerantes, antifeministas y autoritarios, como socios imprescindibles para sus gobiernos. Por eso creo imprescindible recordar una y otra vez que votar a Ciudadanos, especialmente para el gobierno de la Comunidad, equivale a votar a Vox con todas sus consecuencias. Puede que a estas alturas se nos haya olvidado ya lo que ocurrió en Andalucía y el arrepentimiento por aquella carambola siniestra demostrado en las generales por el electorado andaluz. Hay que tenerlo claro, votar a cualquiera de las derechas es votar a un gobierno de todas ellas, a un "trifachito", en el que también estaría, imponiendo sus exigencias, Vox.

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