lunes, 13 de mayo de 2019

LOS "ACIERTOS" DE CASADO


Dicen que no hay peor ciego que e que no quiere ver y parece que el todavía presidente del PP, Pablo Casado, se ha empeñado en ser el campeón de la ceguera, cuando, como este fin de semana, parece empañarse en tropezar una y mil veces, revolcándose en el error, sin dar su brazo a torcer, algo que, lo entiendo, protegido desde siempre por personajes como Aznar o Esperanza Aguirre, lo ha conseguido todo y lo ha conseguido sin esfuerzo. Cómo, si no, se explica que se haya atrevido a insistir en una entrevista en que la campaña electoral que ha costado a su partido más de la mitad de los escaños que tenía.
Seguro que, aunque llore en privado sus errores, no los va a reconocer en público y, menos, en plena campaña, a las puertas de unas elecciones en las que se juega mantener en lo posible los gobiernos que, "solos o en compañía de otros" conservan en autonomías y municipios y que, no hay que olvidar, garantiza centenares si no miles de "puestos de trabajo", salarios y subvenciones para sus compañeros de partido o, incluso, para el mismo partido. 
No reconocerá lo errado de ese viraje a la extrema derecha -en la derecha, el PP ha estado siempre- ni admitirá el desconcierto en sus propios votantes, sorprendidos de escuchar de labios de los que creían la derecha "civilizada" consignas que, hasta entonces y salvo excepciones, sólo se oían en los mítines de Vox y sus satélites y se leían en panfletos cargados de odio. No lo reconocerá, entre otras cosas, porque, en ese viaje, ha tenido como compañero a un Ciudadanos enloquecido, ansioso por superar en escaños al partido al que, ahora, espera sustituir al frente de la oposición al más que probable gobierno de Sánchez.  
Uno y otro partido, PP y Ciudadanos, se asustaron con lo ocurrido en Andalucía, olvidando que lo ocurrido sólo fue consecuencia del cansancio y la abstención de la izquierda y que el "amenazante" poder de Vox en Andalucía sólo ha sido posible gracias a que ellos mismos, PP y Ciudadanos, se lo han concedido a cambio de su abstención para desalojar a Susana Díaz y su PSOE del palacio de San Telmo. 
A mi modo de ver, Casado y Rivera se emborracharon con un éxito pequeño y perfectamente reversible que ambos necesitaban desesperadamente y que invitó "al baile" a un partido que muy probablemente jamás repetirá esos resultados tan anómalos. Pero Casado se estrenaba como presidente en esas elecciones y necesitaba volver con un trofeo a la calle Génova y creyó que conseguir el gobierno para Bonilla, a costa de lo que fuese, bastaría, sin darse cuentas que Vox, con sus exigencias, estaba parasitando su ideario y que, además de asustar a los votantes de PP y Ciudadanos, habían despertado a la izquierda dormida, que, ya en las generales del pasado día 28, despertó, dando el triunfo, también en Andalucía, a la izquierda.
Sin embargo y siendo gravísimos, letales diría yo, estos errores de estrategia por parte del más que bisoño líder del PP, lo son aún más los cometidos en todos y cada uno de sus nombramientos, mal aconsejado, probablemente por Aznar y Aguirre, personajes llenos de resentimiento hacia Rajoy que, por si fuera poco, hace años que viven una realidad paralela, mientras aflora en los tribunales y en la prensa la verdadera naturaleza de todos esos años llenos de corrupción y despotismo.
¿Se puede juzgar de otra manera una época plagada de gobierno cargada de irregularidades, en la que la principal función del Partido Popular era la de ganar elecciones para administrar obras y servicios en favor de quien le recompensara con óbolos que le permitiesen seguir ganando elecciones, para seguir ganando elecciones, para seguir administrando... así, hasta que le estalló la Gürtel en las manos y los ciudadanos, cansados de recortes e injusticias, dejaron de creerles?
El nombramiento, para cargos y candidaturas de personajes como Teodoro García en la secretaría, de Alfredo Prada, imputado por corrupción, al frente de la lucha contra la corrupción en el PP o todos esos candidatos bisoños e impresentables, en lugar de otros perfectamente experimentados, como los inefables Adolfo Suárez para el Congreso o Isabel Díaz Ayuso, chica para todo, para la Comunidad de Madrid, en lugar de un Ángel Garrido, con experiencia en la Comunidad que ha presidido y curtido en "comerse los marrones de Cristina Cifuentes, por poner sólo unos ejemplos da idea de la borrachera de poder o la inutilidad de un líder a medio cocer que difícilmente sobrevivirá a las consecuencias de las elecciones del próximo día 26.

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