Cuánto daría a cambio de que Jorge Fernández Díaz, como su
hasta hace una semana compañero de consejo de ministros, encontrase una novia,
en París o donde fuese, que le metiese prisa para dejar el gobierno y, de paso,
con su marcha dejar tranquilos a os españoles. Cuánto daría porque este místico
insensible a nada que no sean sus vírgenes condecoradas y sus confesores desapareciese
de nuestras vidas, devolviéndonos la tranquilidad, los derechos y la seguridad
jurídica que, como ciudadanos que somos de un país civilizado y democrático,
merecemos.
Hablo de seguridad jurídica, porque, desde hoy, lo lógico ha
dejado de serlo, porque los que creemos en las manifestaciones pacíficas, los
que creemos en la no violencia y la resistencia pasiva podemos ser identificados,
detenidos y multados con miles de euros sin que un juez, garantía para impedir
los abusos del poder, tenga conocimiento del procedimiento, del que, al
prohibir la toma de imágenes, se habrán borrado, además, todas las pruebas,
Desde hoy, el ministro del Interior puede imponer multas de
hasta seiscientos mil euros a todo aquel que ose manifestarse contra cualquier
cosa que haga el Gobierno si a este no le parece bien que lo haga o como lo
haga. Desde hoy, un ciudadano que participe en una sentada, por muy pacífica
que sea, contra los abusos de Blesa, Rato y sus colegas a su paso por Bankia
puede salir peor parado que ellos si cae en las garras del ministro.
Desde hoy, las manifestaciones, a favor y en contra de
Tsipras, que están teniendo lugar en la Plaza Sintagma de Atenas, serían
ilegales aquí. Desde hoy, las habituales concentraciones contra gobiernos tan
impopulares y arbitrarios como el madrileño podrán ser declaradas ilegales y
los participantes en ellas, desalojados, identificados y detenidos o multados.
Lo malo es que al ciudadano, salvo que tenga tiempo y dinero
para defenderse en los tribunales, de aquí o en Estrasburgo o La Haya, no le
van a quedar instrumentos de defensa a la mano, porque estoy seguro de que la
Policía va a cambiar de táctica, cambiando las detenciones por las multas y los
palos que ella misma administrará, todo sin testigos, porque a cualquiera que
ose tomar imágenes de cualquier abuso policial y, peor aún, las difunda, le va
a caer encima todo el peso de la Ley, injusta ley, de Seguridad Ciudadana.
Nos quedan apenas unos meses de padecer ese mamotreto del
ministro Fernández, que parece más bien inspirada en cualquier compendio de
leyes franquistas y que, en alguno de sus aspectos, llega a superar. Nos quedan
poco más que unos meses de vivir sumergidos, otra vez, en las tinieblas de la
dictadura, de la que parece surgido este nefasto ministro que vive encapsulado
y cautivo entre su despacho y las charlas de sus consejeros espirituales, los
mismos que "guardan" esa ofensa levantada en cemento y piedra, que,
para las víctimas del bando legítimo en la Guerra Civil, es el mal llamado
Valle de los Caídos.
Una ley, ésta, peor que las franquistas, porque trata de
combatir, como quien combate las moscas a cañonazos, todos los medios que las
nuevas tecnologías ponen al servicio de la información y de la comunicación,
como querer poner puertas al campo de la libertad, sin darse cuenta de que los
tiempos de Franco, en los que el joven Fernández Díaz debió ser feliz, ya han
pasado.
Quedan apenas unos meses para convencernos y convencer a
quienes tenemos cerca de que no hay que prolongar ni un minuto más allá de las
próximas elecciones este poder absoluto y arbitrario que, hace cuatro años,
pusimos en manos del PP. Desde entonces, nos han "regalado” leyes
imposibles, salidas del delirio autoritario de algunos de sus ministros que,
como Gallardón, como Wert, han salido por la puerta falsa de la Historia, sin
que sus leyes hayan siquiera entrado en vigor. Este, el ministro de la porra,
quiere pasar a ella por habernos devuelto al franquismo, cuarenta años atrás,
Con esta que llama Ley de Seguridad Ciudadana y que acaba de
entrar en vigor, los ciudadanos nos sentimos más inseguros, porque hemos
perdido derechos y porque viviremos bajo el chantaje de tener que hacer frente
a unas multas imposibles si queremos defendernos de las arbitrariedades de
quienes nos gobiernan. Con esta ley, pese a lo que diga el ministro y sus
amigos, no se protege al ciudadano sino que es el Gobierno el que se protege de
los ciudadanos.
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
1 comentario:
El último párrafo es perfecto...
Saludos
Publicar un comentario