Nada hay más decepcionante que comprobar que quien debería
cuidar de ti no te dice la verdad o se juega tu futuro, el futuro de todos, en
el casino de unas elecciones. Pues bien, de eso, los españoles vamos sobrados,
porque, allá donde miremos, nos encontramos con gobiernos que administran con
el único fin de mantenerse en el poder, a sabiendas de que, si lo pierden, el
marrón que dejan se lo van a comer otros.
Lo estamos viendo en los nuevos ayuntamientos, por ejemplo
el de Madrid, en donde acabar con la suciedad que crece en la mayor parte de
los distritos no consiste sólo en ponerse manos a la obra y limpiar las calles,
ya que el servicio de limpieza, junto a los de jardinería están hipotecados por
unas contratas irreales, con las que lo único que queda garantizado es el
beneficio de los contratistas y el deterioro de los servicios, con el
consiguiente aumento de la suciedad y la falta de higiene en nuestras calles.
Algo así es lo que acaba de hacer Mariano Rajoy con el
adelanto por sorpresa de la bajada del IRPF para los próximos seis meses,
bajada prevista para 2016, con la que busca reconquistar el voto que ha perdido
entre la gente que tiene ingresos y tiene que hacer declaración de la renta, un
colectivo, un nicho de votos, que se puede colocar perfectamente en el mapa,
precisamente en los distritos más pudientes de las ciudades.
Poco parece importarle a Rajoy que, si la jugada le sale
mal, si, finalmente no llega al gobierno en las próximas elecciones, todo ese
dinero dejado de ingresar en IRPF va a influir en el déficit de este año,
perjudicando la posición frente a Europa y la troika y quién sabe si forzando
el mantenimiento o el agravamiento de los recortes que su gobierno aceptó sin
rechistar y sin escuchar nuestras quejas para desgracia de los españoles de hoy
y los del futuro, para desgracia de los trabajadores, de los parados, de los
niños y de los ancianos.
Queda claro que Rajoy gobierna para los suyos, que no son
otros, aunque haya quien erróneamente se incluya entre los beneficiarios de su
política, que esos miles de ricos que han crecido con esta terrible crisis,
abonados y regados con el dolor y el sudor del resto. Rajoy ni
siquiera gobierna para su partido que, a veces, como en el caso de
Floriano, y no lo lamento, se ve que es de usar y tirar. Don Mariano gobierna
para el poder. Sí, para un poder que se alza, incluso, por encima del palacio
de La Moncloa, un poder que impone sus tarifas eléctricas, sus rescates
bancarios a cambio de nada y a costa del bolsillo de los ciudadanos, un poder que
nos vende los misiles que pagamos con lo que deberíamos destinara
hospitales, escuelas y residencias de ancianos, un poder que después de
desmantelar o de abandonar los correspondientes servicios en la sanidad
pública, ofrece mamografías preventivas a precio de oro, en clínicas privadas
que, de no contar con ese encargo, irían a la ruina,
Un poder perfectamente informado, cuando no autor o
inspirador, de determinadas decisiones del gobierno, que le permite, por
ejemplo, fijar a su antojo las tarifas eléctricas o marcar el precio de los
carburantes al margen, incluso, de los mercados. Un poder que ha engordado con
cada “no” que se le ha dado a Grecia en Bruselas o Berlín. Un poder que se ha
permitido humillar una y otra vez a Tsipras y Varoufakis para, al final,
enseñar sus cartas, reconociendo que Grecia no podrá comenzar a pagar su deuda
hasta dentro de veinte años y que necesita una quita de cincuenta mil euros en
la misma.
Y todo porque, no lo olvidemos, lo que importaba, lo que
importa también en España, es que los "sin corbata" queden al margen
de este juego perverso, de esta partida, en la que los de siempre juegan con
las cartas marcadas.
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