miércoles, 17 de octubre de 2012

CADA VEZ SON MÁS

 
 

No os descubro nada, ni lo pretendo, si os digo que cada vez es más la gente, gente corriente, que se atreve a manifestar descontento en público. Basta con sacar a relucir el tema en cualquier sala de espera, en cualquier lugar público o, como yo ayer, en la antesala de un quirófano, para comprobar que toda esa gente es cada vez más consciente del estropicio que está organizando este gobierno en sus vidas y cada vez se "corta" menos a la hora de analizar las causas de lo que les está pasando y de quejarse por ello.

Quienes me conocen saben que soy muy dado a "montar" el mitin allá donde voy. Y más si me toca oír cosas que no son ciertas, porque no me importa decir lo que pienso a quien sea y donde sea. Ayer, el donde sea fue en la antesala del quirófano donde tenían que inyectarme en uno de mis castigados ojos, Coincidimos en ella cinco o seis personas, vestidas con esas horribles batas verdes que alguien parece empeñarse en repartir con saña asignando tallas equivocadas, y los consabidos gorro y "patucos" de quirófano. El primero en entrar fue un "caballero" ya maduro, empeñado en que nos enterásemos de que acababa de regresar de un viaje a Turquía, donde había comido muy mal en hoteles de cuatro y cinco estrellas, circunstancia que aprovechó para contarnos en cuántos hoteles de cuatro y cinco estrellas de cuántos países le había ocurrido. Era, o al menos lo parecía, uno de esos ciudadanos que, con todo su derecho, recurre a la sanidad pública para todo aquello que resulta más delicado. Con todo su derecho, aunque a mí siempre me quede la duda de que, si pudiese, limitaría el acceso a esos servicios a otros ciudadanos.

En fin, este caballero se marchó, entró otro en su lugar y los que quedamos comenzamos a hablar, primero de lo doloroso de los pinchazos, porque todos estábamos allí para algo parecido, y sobre la duración del efecto de lo que nos inyectaban. Pero, al cabo de un rato, la conversación derivó, no podía ser de otra forma, hacia los recortes, la subida de todos los recibos y la cesta de la compra y lo que se avecina para quienes dependen de una pensión.

Os aseguro que, en esta ocasión, no fui yo el que sacó el tema, aunque me encantó que saliese y no hubiese sido raro si lo hubiese hecho. Quien más se quejaba y lo hacía, más con pena y resignación que con rabia, fue un jubilado de sesenta y siete años, con más de cincuenta trabajados, al que la pensión le llegaba duras penas para ayudar a su hijo de treinta y tantos años, parado desde hacía dos y sin ningún ingreso. El pobre hombre daba gracias a dios por haber podido ayudar a su hija a "sacar" la carrera que le permitía ahora vivir mal que bien de "vicaria", así me lo dijo, en una empresa donde le pagaban poco, pero le pagaban.

Para mi sorpresa, este hombre, humilde y con una cierta conciencia de lo que está pasando, con el sentimiento claro de que este gobierno ayuda sólo a los bancos que son quienes han provocado la crisis y los que están dejando que las pequeñas y medianas empresas se hundan al negarles el crédito que necesitan, para mi sorpresa, repito, me confesó que en las pasadas elecciones, cansado de los otros, había votado a Rajoy, porque parecía que iba a arreglar la situación.

Lo peor es que este trabajador, cansado y derrotado ante el panorama que les espera a sus hijos, me dijo también que, esa, había sido la última vez que votaba, porque "todos son iguales" y a nadie le interesa lo que les pase a los de abajo.

Os aseguro que me produjo una enorme tristeza escucharle y que traté de convencerle para que, fuese a quien fuese, volviese a votar en las próximas, porque no hacerlo es favorecer a quienes ganan y, por poder, capacidad de engaño y medios de comunicación a su servicio, si no nos empeñamos en evitarlo, volverán a ser los mismos. Creo que, de una u otra manera, nuestro deber es participar en la búsqueda de la salida de este desastre y que a Rajoy, ya lo ha dicho, lo que le gustaría es que nos quedásemos en casa.

De otro modo nos pasaría de nuevo lo que nos está pasando y lo que está sucediendo en Europa que el voto de unos pocos nos lleva al desastre a los demás. Así que, hala, a explicarle a todo el mundo lo que nos pasa y por qué nos pasa y a convencerles de que la solución, por más derrotados que se sientan, está en sus manos.


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