Durante un tiempo y no sin la ayuda del Grupo Prisa, que día
sí y día también le lavaba la cara en sus medios, Alberto Ruiz Gallardón, que
fuera escudero de Fraga en Alianza Popular, se hizo pasar por el más culto, el
más tolerante y el más “progre" de los inquilinos de Génova 13. Para ello,
tenía a su favor su aspecto de eterno jovenzuelo desgarbado, su voz y su deje
de "pijito" madrileño y su empeño en quedar bien, siempre que el interlocutor
que tuviese enfrente mereciese el esfuerzo de aparentar lo que nunca fue.
Otra cosa es que ese interlocutor fuese un mindundi o
alguien del que él no conociese los galones. En ese caso, al hijo de don José
María, al yerno del último superviviente de los ministros franquistas, los que
se sentaban a la mesa de tantos consejos de ministros en que se firmaban
los "enterado" de tantas penas de muerte, el mismo que fue enterrado
hace días entre canticos fascistas, "cara al sol" incluido, sin que
el "verso suelto" de la derecha hiciese el más mínimo intento de
acallarlos, al ex fiscal, ex presidente de la Comunidad de Madrid, ex alcalde
de Madrid y ex ministro de Justicia, le importaba una "figa"
quedar como l más zafio y más déspota de los señoritos.
Un tipo tan culto como Gallardón se esforzó tanto en
aparentar que era debiera saber de sobra que no se puede mentir siempre a todo
el mundo y que, en algún momento, antes o después, habrían de caer los velos
que le ocultaban. Le ocurrió mientras fue ministro de Justicia del primer
gobierno Rajoy, unos meses en que puso patas arriba las normas elementales de
la justicia, imponiendo unas tasas que dejaban a todos esos mindundis que
despreciaba al margen de su derecho a recurrir a los tribunales, y le ocurrió a
él, tan cortés y zalamero, según la hora del día, con las "señoras",
a la hora de regular el más importante de los derechos que, como mujer, tienen.
Ahí le salió el carca, el machista, que tanto tiempo llevaba reprimiendo,
"pariendo" una regulación del aborto que, además de devolvernos a lo
más oscuro del siglo XIX, no podía considerarse sino un insulto a la madurez y
la independencia de las mujeres.
Ese fue el peor de sus momentos. No llegó a entender si
midió mal sus fuerzas, si no calculó los riesgos o si llegó a pensar que,
echándose al monte de la intolerancia, escalaría posiciones en su partido y
lograría por fin el favor de lo más montaraz de sus votantes, nada conformes
con sus veleidades y su compadreo con sus enemigos naturales. Lo cierto es que
cayó en desgracia y que el siempre práctico Mariano Rajoy le dejo caer, para dar
su despacho a Rafael Catalá, al que encargó reforzar los muros de contención y
los sumideros del edificio del Estado, para soportar el temporal judicial que
se les viene encima.
Les va a hacer falta toda esa obra de pocería y albañilería,
porque cada día que pasa conocemos un escándalo más un "negociete"
más de quienes nos apretaban el cinturón y la mordaza, mientras se reservaban
el derecho a embolsarse mordidas, pelotazos y plusvalías que mandaban a
"hacer turismo" a Panamá o a Suiza. Lo estamos viendo con todos los
que han sido algo en el gobierno y en el Partido Popular de Madrid, lo estamos
viendo con Francisco Granados, los hermanos González, Ignacio y Pablo, con los
diputados de Cifuenets que han tenido que dejar sus escaños, por su mala
cabeza, su moral distraída y esa endeble mayoría conseguida en la Asamblea con
la ayuda de Ciudadanos que, con la misma política que el PP, le va minando el
terreno y, poco a poco y forzando esas dimisiones, se va quedando con su
clientela.
Lo que no sabíamos, aunque algunos lo sospechábamos por su
faraónica M-30, por sus carísimas y siempre frustradas aventuras olímpicas, por
su traslado del ayuntamiento a ese “calatravazo” sin Calatrava, puentes ni
raíles, en que se ha convertido por su sobrecoste el Palacio de Comunicaciones
de Cibeles, es que Gallardón también tenía la mano tonta para el dinero.
Acabamos de saberlo por el contenido de las conversaciones grabadas a los
implicados en la operación Lezo, en las que Ignacio González Habla con el ex
ministro Acebes, de Gallardón en Sudamérica recogiendo el fruto de sus
"travesuras" cuando estuvo, antes que el propio González, al frente
del Canal de Isabel II.
Lo que parece dejar claro la conversación registrada por la
Guardia Civil es que Gallardón habría sido paciente a la hora de recoger la
cosecha que había regado con las aguas del Canal en Panamá, algo que me da que
pensar sobre la existencia de otros posibles huertos cultivados en América a
cuenta de todas las sobredimensionadas obras que emprendió "el verso suelto
del PP" allá donde fue a parar con sus huesos.
En resumidas cuentas, si de algo estoy seguro es de que
Gallardón es más parecido a sus compañeros de partido de lo que le gusta
aparentar y que, aunque a muchos les sorpresa, no sólo es un carca.
1 comentario:
Ciertamente en todas partes cuecen habas ...
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