Que Guillermo Fernández Vara y su modo de entender la
política no me gustan es evidente. Entre otras cosas, porque no me
Fundamentalmente porque me da repelús la gente que esconde la furia y las
navajas tras esa voz de pena que sólo el presidente extremeño es capaz de poner
en las entrevistas.
No me gusta porque es flojo de memoria y sólo recuerda lo
que quiere recordar y a su manera. No me gusta la gente que muestra
inflexibilidad hacia los demás y, sin embargo, se deja mecer como el junco
cuando el viento sopla a su favor. No me gusta, porque, siendo como es un
populista consumado, no hace otra cosa de acusar de populistas a los demás.
Entiendo su aversión a todo aquello que huela a Izquierda
Unida, porque Izquierda Unida le privó de gobernar la pasada legislatura
extremeña, dando con su abstención el gobierno al muy viajero José Antonio
Monago, una decisión de IU que quizá tuviese sus razones de rencor hacia él
nacido de más de una traición e incumplimiento, pero que no es muy distinta a
la decisión de su amada Susana Díaz, la "mujer cañón “a la que defiende y
acompaña, de forzar la abstención del grupo socialista del Congreso para que
Rajoy, nuestro Monago, se quedase en la Moncloa, pese a todas sus políticas
anti sociales, pese a su falsa recuperación que ha hecho más ricos a los ricos
y más pobres a los pobres, convirtiendo a nuestros jóvenes en jornaleros
sobradamente preparados que esperan en la plaza de Internet a que
cualquier cadena del textil o de comida rápida chasque sus dedos y los
lleve a segar a sus floridos campos de prosperidad.
Fernández Vara es de moral y memoria distraídas. Y no
recuerda que a Pedro Sánchez no le dejaron manos libres para negociar la
formación de un gobierno progresista que, sí, entonces era posible, Bien es
verdad que el sanedrín del PSOE, los gloriosos y acomodados
"jubilados" del partido y unos cuantos barones como Vara,, se vieron
justificados por la soberbia torpe e inútil de Pablo Iglesias que pusieron en
bandeja a lo más carca del PSOE, que lo hay y mucho, el rechazo a la alianza, echando
al candidato en brazos de Ciudadanos, la verdadera hipoteca para formar
gobierno.
Aquello llevó al PSOE al dilema de votar NO en la
investidura de Rajoy, como habían propuesto en la campaña y había suscrito la
militancia en referéndum o darle con su abstención las llaves del gobierno.
Pedro Sánchez, por lo que fuera, se puso de parte de la militancia y el NO y
fue entonces cuando el aparato incombustible del PSOE, con Fernández Vara en
primera línea, fraguó el golpe de estado que acabó con el primer secretario
general socialista elegido directamente por las bases del partido.
Hoy, un Fernández Vara nervioso y enfadado porque aquel
Pedro Sánchez al que dieron por muerto hace meses respira avales en la nuca de
la favorita del aparato ha querido reescribir la historia de aquellos días,
acusando a los partidarios de Sánchez de mentir, de inventarse lo que pasó, y
lo ha hecho diciendo que están contando posverdades, odio esa palabra, cuando
lo que en realidad pretendía Sánchez, ha dicho, era mantenerse en la secretaría
general tras un congreso exprés.
Y de ahí, a los lamentos y los ardores patrios, a pretender
que Pedro Sánchez quiere aliarse con quienes quieren destruir España, los
nacionalistas, solo porque reconoce, como en su día hizo Felipe González, la
nacionalidad cultural de Cataluña y Euskadi. Y lo ha convertido en arma contra
su rival, como si no fuese evidente.
Lo que no ha dicho, la verdad que ha ocultado este "pos
Fernández Vara" de escasa memoria es lo bien que le viene a su discurso
populista su oposición a Cataluña y los catalanes, sus acusaciones de egoísmo e
insolidaridad hacia ellos, uno de sus mejores argumentos en campaña, una
mentira o una verdad a medias que, a él y a su mentor Rodríguez Ibarra tantos
votos les han dado.
Lo de este Fernánde Vara tramposo y olvidadizo no es posverdad, es un corta y pega de lo que pasó, a mayor gloria suya y de su Susana, pero yo fui, nosotros fuimos, testigos de lo que pasó.
1 comentario:
Un artículo magistral...
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