Se dice, y no les falta razón a quienes lo dicen, que, si el
poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente. Yo, parafraseándoles,
me atrevo a decir que el poder que se perpetúa en el tiempo da lugar a familias
y dinastías que, amén de corromperse las más de las veces, se empeñan en
cerrarse al exterior para que nadie conozca sus chanchullos, su "tráfico
de misales" y, sobre todo, pueda poner en peligro esos regímenes del todo
dictatoriales que acaban por instalarse para siempre en federaciones
deportivas, colegios profesionales, empresas y, claro está, partidos políticos.
Todos conocemos al siniestro presidente de la Federación de
Fútbol, Ángel María Villar, a los más que tramposos directivos del Colegio
Oficial de Enfermería de Madrid, a Juan Luis Cebrián, que, no le conforme con
haber arruinado la solvencia económica y profesional del grupo PRISA, en el
que, cómo no, han prosperado sus cachorros, sigue empeñado, como cualquier
monarca o dictador que se precie, en morir con las botas puestas. Y qué decir,
por último, de los partidos políticos en los que el que se convierte en
"el rey de la montaña" defiende con uñas y dientes, apoyado por su
aristocrático aparato, la corona, la caja y la línea sucesoria.
Ayer tuvimos la oportunidad de ver la impudicia con que esto
que os digo se practicaba en Cataluña en tiempos del todavía, al menos
públicamente, honorable Jordi Pujol, cuya familia, convertida en congregación
religiosa, era una máquina de saquear Cataluña, con Marta Ferrusola, la
matriarca y esposa, convertida en la "madrina" de ese clan mafioso
que, muy probablemente, canalizaba hacia la banca andorrana unos fondos de
origen oscuro que, según los investigadores, el "coño" de la UDEF,
alcanzan un monto de 69 millones de euros.
Los hijos de Pujol, a los que Marta Ferrusola, autoproclamada
"madre superiora" de la congregación mafiosa, había adjudicado un
cometido en el escalafón conventual, eran, ya lo creo, más partidarios de los
negocios que de la política, salvo el pequeño Oriol al que el patriarca empujó
a la política, hasta que un turbio asunto, el de las ITV se enredó en ella. Por
eso, Jordi Pujol, salpicado el benjamín por el escándalo, puso sus ojos en
Artur Mas, con el que había compartido gobierno y testaferro, para
"hereu" de lo que todavía era un imperio: Convergencia, siempre investigada,
siempre bajo sospecha, hasta que se vio con el agua de la corrupción al cuello
y emprendió la huida hacia adelante del independentismo.
Habían pasado ya los tempos en los que lo que se sabía de
los "negocios" de Pujol, antes y después de convertirse en honorable,
eran moneda de cambio para completar en el Congreso mayorías que no bastaban
para gobernar, tiempos en los que siempre hubo dosieres con los que amagar sin
dar, tiempos en los que González y Aznar se turnaron en recibir su apoyo cuando
fue menester. Tiempos que como vinieron se fueron, cuando un "Josemari"
crecido, apunto de poner en marcha su propia máquina de corrupción se encargó
de alimentar, hasta convertirlo en un monstruo el embrión del anticatalanismo
más feroz.
Qué decir de Aznar y sus "familias", política y
"carnal", que diría mi madre. Se explican por sí solos y están
suficientemente documentados en los juzgados. Pero, como en todas partes cuecen
habas, también junto a González crecieron clanes, si no familiares, sí
políticos. Clanes a los que ha importado más quedarse con el partido, cada vez
más exiguo y con menos contacto con la calle, clanes desde los que se
controlan, supongo que como en todos los partidos, salarios y despachos, vía
listas de aquí y allá. Una manera de hacer política tan viciada que acabó por
cegarles al borde del precipicio.
Hasta que, hace unos meses, conscientes de lo que iban a
perder si su partido giraba a la izquierda y buscaba en ella sus apoyos, la
familia política de González, el aparato perpetuo del PSOE, gestionado por
Rubalcaba y compañía, decidió, en nombre de algo que llamaban prudencia y no lo
era, hacer saltar por los aires un partido del que estaban a punto de perder el
control. Ahora, como Cebrián, como Villar, como el presidente del Colegio de
Enfermeros de Madrid, conspiran t trapacean para evitar que Pedro Sánchez, el
secretario general elegido por las bases, vuelva a serlo en detrimento de la
niña de sus ojos, los de González, cueste lo que cueste y aunque el partido se
rompa.
En fin, un juego terrible de familias y tronos, en el que
nosotros, si nos conformamos con ser poco más que espectadores, no pasaremos de
ser instrumento y lo nuestro, botín.
2 comentarios:
Realmente triste...
Saludos
De esa imagen vienen todos los males.
Poz si, el problema es que Pedro Sánchez a recurrido a la vía populista y esa no es la solución. Ni para el partido, ni para España. Para izquierda radical ya esta Podemos y demás confluencias.
Publicar un comentario