miércoles, 27 de marzo de 2013

CÓMICOS, AÑO 2013

 
Hoy, Día Mundial del Teatro, Madrid se convierte en la capital europea y reivindicativa de las artes escénicas. Hay muchas razones para que Madrid, la ciudad mártir, la capital que  anticipó en sus propias carmes los sufrimientos que preparaba el fascismo para los europeos, concentre los actos con que se conmemora esta fecha en que, en todos nuestros teatros se leerá el manifiesto redactado para la ocasión por Darío Fo  que nos recuerda y, sobre todo, recuerda a los poderosos que los cómicos y los escenarios les sobrevivirán, como sobrevivieron a la Contrarreforma a la que alude el nobel italiano.
Siempre ha sido así. Durante siglos y, naturalmente, también en todos los años de mi vida. El teatro ha sido la más inquieta de las artes, la más crítica con el poder, la que siempre ha sabido burlarse de esa sociedad pervertida y cínica que trata de imponer la recta moral y las buenas costumbres de las que presume, cuando, en realidad la moral y las costumbre que gasta tienen poco que ver con lo que predican.
Cuando el poderoso habla de austeridad y sacrificios, los cómicos le responden poniendo sobre el escenario su despilfarro y su corrupción, cuando lo que imperaba era la loa a Hitler, Bertolt Brecht imagino a un Arturo Ui al que hubiese sido fácil resistirse de habérselo propuesto; cuando de lo que se habla es de castidad y sacrificio, Federico levanta la casa de Bernarda Alba; cuando la burguesía se viste y se pinta de europea, Arniches retrata a los humildes... y así hasta el infinito. Pase lo que pase, vayan las cosas como vayan, el Teatro, así con mayúsculas, y los cómicos que cada noche le dan vida será siempre el verdadero espejo de la sociedad en que habita.
No es de extrañar pues que este gobierno, con su ministro patán a la cabeza, haya querido asediar por hambre a los cómicos. Ha identificado bien al enemigo, pero sin ser consciente de que los cómicos estarán siempre, sea quien sea el que lo ostente, frente al poder, porque esa es su naturaleza y lo es igual en el teatro de furgoneta que recorre pueblos y ciudades que en los lujoso teatros de las cáptales. Wert ha identificado bien a su enemigo. Personajes como él piden a gritos, cada minuto, el escarnio y la burla y no tardará en tenerlo, en convertirse en una caricatura de sí mismo, que ya lo es y bastante.
La agresión, porque no puede considerarse otra cosa, que fue la desproporcionada subida del IVA fue un golpe duro y un castigo  a todos esos "payasos" rojos que sujetaban las pancartas y se ponían las pegatinas contra aquellos de los que, entonces, el hoy ministro sólo era un tapado. Había que hacerles pagar tanta insolencia y nada mejor que asediarles con el hambre, un hambre simbólica que en realidad es paro y telones echados.
Sin embargo, el ministro, el ministro que tanto presume de leído, debería saber que, para hacer teatro bastan un hombre o una mujer, un texto y el público y que el teatro se ha adaptado siempre para sobrevivir, para no morir. No sabe el ministro que si se cierra un teatro, si se suben los precios y se cierra el grifo de las subvenciones, el gran espacio se sustituye por un garaje, una plaza o el salón de actos de un colegio o un instituto, como se hizo durante el franquismo, porque la gente que lo mantiene vivo, los cómicos y su púbico, se adaptan al peor de los escenarios -y nunca mejor dicho- porque lo que les falta en decorados o en butacas, les sobra en entusiasmo e imaginación.
Hoy se celebra en Madrid el Día Mundial del Teatro y, por ello, el precio de las localidades de todos los espectáculos de lo que la Comunidad de Madrid ha rebautizado como La noche de los Teatros tendrá descuentos que pueden llegar a  ser del 40%. Pero no nos engañemos, eso es sólo el gesto de un día en medio del campo de minas en que lo han colocado.
Lo importante del día de hoy, de la noche de hoy, es escuchar el manifiesto de Fo,  memorizarlo y reconocerse en él. Lo importante es tener por seguro que estos cómicos del año 2013, que, como los cómicos de la posguerra que tan bien retrató Juan Antonio Bardem cuando yo aún no había nacido, necesitan poco para hacernos llegar su mensaje, una pensión una o dos comidas calientes, algo que apenas  es un salario, una carretera por la que echarse a andar y un público al que hacer soñar y pensar.
¡Viva el teatro!
 
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