martes, 17 de enero de 2017

EL PARAGUAS DE TRILLO


Después de catorce años, el paraguas de Trillo, aquel infame paraguas que protegió de la lluvia y del dolor y la culpa al entonces ministro de Defensa y sólo a él, porque, entre tanto dolor y tanta muerte, bajo la lluvia de aquel triste escenario, sólo él iba a cubierto entre los restos de aquella catástrofe que nunca quiso aclarar, sólo a él protegía aquel paraguas que aún hoy sigue abierto y parece dejarle al margen de cualquier responsabilidad, de cualquier culpa.
Nadie en su sano juicio podría imaginar que el personaje que, en último extremo, decidía cómo, con quién y en qué aviones volaban nuestros soldados en misiones de paz pudiese quedar en silencio y al margen de cualquier responsabilidad sobre aquello, sin una palabra de consuelo, sin una disculpa, más bien. al contrario, reprochando a los familiares de aquellos militares su insistencia en exigir la verdad y el consuelo. nadie podía imaginarlo, pero ha sido y es así, porque Trillo, desde su soberbia, se limitó a tratar de imponer a los deudos de aquellos muertos el silencio disciplinario que se impone desde los galones y no siempre con la razón.
Ayer, María Dolores de Cospedal, flamante ministra de Defensa, protegida y jaleada por los diputados de su grupo, interpretó en el la Comisión de Defensa del Congreso la farsa que, a su partido, después de catorce años de oprobio, le convenía y pidió perdón, con su puntito de emoción y todo, por unas muertes que, de haber atendido las protestas de aquellos militares sacrificados tan inútilmente en el YAK-42, podrían haberse evitado.
Cospedal hizo, como sólo un político sabe hacerlo, lo que convenía a su partido, al que la evocación de Trillo, su soberbia y el premio de la embajada en Londres, habían puesto en entredicho ante la opinión pública. El PP, el gobierno, se limitaron a hacer lo único que podían hacer, ante la sangría de popularidad que el asunto les estaba provocando. Si no, como se explica que los mismos diputados que han guardado silencio durante catorce años, cuando no han criticad a las familias de las víctimas, rompieran ayer a aplaudir cuando la ministra pronunció por fin la palabra perdón. Pero pedir perdón no basta, ni basta que lo pida sólo la ministra. Hay que investigar qué y por qué sucedió con ese vuelo y hay que escuchar la palabra perdón, pronunciada con sinceridad, de labios de Mariano Rajoy el "substanciador", de Trillo y de los mandos que, por acción u omisión, llevaron a la catástrofe.
Sin embargo, me temo que no lo veremos, porque el PP, con la ayuda de los medios que, inducidos por los hábiles comunicadores de la calle Génova, precipitan el mensaje, ya ha construido su relato y el relato es el de que el perdón está pedido, del mismo modo que Trillo está dimitido y no relevado sin más.
Es algo que el PP ha entendido muy bien: lo importante no es lo que pasa sino como se cuenta lo que pasa, cómo y cuándo. Saben que la primera información es la que queda y, por eso, aquel 26 de mayo de hace catorce años, las informaciones llegaban en una nebulosa de incertidumbre. Por eso, para evitar que la noticia se prolongase durante días, se precipitó un funeral de estado con 62 féretros que, contenían cadáveres mal identificados que se iban a entregar a familias que no eran las suyas, por eso, para que no se prolongase el acoso a Trillo, perfectamente retratado bajo aquel paraguas, se prolongó cruelmente el dolor de los familiares de las víctimas. Por eso se pagó con dinero negro del PP, al menos eso dijo Bárcenas, la defensa de los médicos militares que, presionados por los de arriba, perpetraron aquella chapuza.
Suficiente para que a alguien con un resto de dignidad se lo hubiese tragado la tierra. Pero no a Trillo, a Trillo se le premio con la embajada en Londres, porque Trillo tiene paraguas y allí llueve mucho.