viernes, 16 de diciembre de 2016

MIEDO A VOLAR


Es triste para alguien que, como yo, ha puesto tantas esperanzas, más que en el mismo Podemos, en la gente que, también como yo, les ha votado, comprobar el miedo, incluso pánico, que algunos de sus dirigentes tienen a la libertad y, sobre todo, a la igualdad. Miedo a que se escuche una voz que no sea la del "amado líder" Pablo Iglesias, pánico a que un revés, un mal día, de esos que hasta el mismo Lionel Messi tiene, abra una brecha en el poder cuasi absoluto que Iglesias tiene sobre los órganos decisorios del partido.
Vaya en este pinto por delante mi reconocimiento de que, formalmente, el funcionamiento interno del partido que fue la gran esperanza de quienes creímos y aún creemos en que un cambio progresista es posible es democrático. Sin embargo, todos sabemos que "hecha la ley, hecha la trampa" o, aún mejor dicho, interpretada, la ley conseguida la trampa y que Podemos desde que decidió transformarse en partido, se dotó de una estructura y unas normas diseñadas a mayor gloria y para tranquilidad del tan locuaz y cantarín profesor de Políticas.
Después de darle vueltas a todo lo que está pasando dentro de Podemos, mi impresión es la de que los líderes de primera hora del partido tienen miedo a la libertad, tienen miedo a volar, sobre todo porque algunos tienen las alas de plomo. Creo que, en un partido tan endogámico, en el que la mayor parte de sus cuadros proceden de un entorno tan pequeño y tan preciso como lo es una facultad universitaria, los dirigentes de primera hora, los "pata negra" de Políticas desconfían, porque le temen. de quienes se han incorporado a la formación tras el lógico proceso de crecimiento de un partido, que pasada la primara sorpresa por sus primeros resultados electorales, sorprendentes incluso para ellos mismos, se vio obligado a incorporar a nuevas figuras en sus listas, porque, estaba claro, en una facultad no hay banquillo suficiente para completar listas y hacerlo con cierta garantía de éxito.
Salvando las distancias, lo que ha ocurrido con Podemos se parece demasiado a aquella frustrada revolución de los claveles que, una vez derrocados Marcelo Caetano y el salazarismo, se enredó en luchas internas, apagando la ilusión primera y dejando los fritos de aquella ilusión a quienes quizá no los merecían. Tengo la impresión de que los “capitanes" de Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, están más pendientes de controlar el territorio que de atender a los deseos de la población, con lo que, una vez más, se estaría perdiendo una gran oportunidad de llevar a cabo una transformación de la sociedad en la que todos son necesarios.
De todos es sabido, entre otras cosas porque la prensa "de toda la vida" se encarga de airearlas en cuanto se producen, que, desde hace meses, existen desavenencias entre las dos cabezas más visibles que, de momento, tiene Podemos, las de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, enfrentados en el dilema de cuál debe ser el escenario de la batalla para transformar el sistema: la calle o las instituciones, dilema que, no lo olvidemos esconde también el del control del aparato del partido. De todos es sabido y, a fuer de ser sinceros, todos estamos un poco cansados, pese a que cada cual tenga su preferido y es del todo evidente que yo lo tengo, de esos cruces epistolares hipócritas y ridículos y de los "zascas" que, de vez en cuando, se cruzan entre ellos, más sonoros y descarados los de Pablo Iglesias cuando se ve sorprendido por las iniciativas de su compañero y, según ambos, todavía amigo.
Lo que hasta ahora no habíamos visto y a lo que nunca deberíamos acostumbraremos es a que entre en escena un "comisario político" como Juan Carlos monedero para advertir, en el comedor del Congreso y ante testigos, al ex juez Juan Pedro Yllanes, diputado de su partido, de que se atenga a las consecuencias después de febrero -fecha prevista para la celebración del Vistalegre 2, si no dejaba de pronunciarse en apoyo de Errejón. Todo un ejemplo de "matonismo" del peor, por parte de quien, como viejos líderes mundiales afortunadamente desaparecidos, tiene miedo a volar, porque en esto de la democracia y la libertad de pensamiento, tiene las alas de plomo. Tienen miedo a volar o, lo que es peor, a que vuelen otros.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Ciertamente lamentable...