Hoy, mientras cacharreaba en la cocina y preparaba mi
desayuno he escuchado un comentario, creo que de José Ignacio Torreblanca, que
situaba las expectativas de voto del PP en un porcentaje que es ahora y a un
tiempo su techo y su suelo electoral. Era un comentario a propósito de la
situación del hasta hace unos minutos ministro de Industria en funciones,
acorralado por todas las mentiras y sus no pocas vergüenzas, bajo las faldas de
Mariano Rajoy que, hasta que no se ha visto ridiculizado por las mentiras de su
amigo Soria que lo fueron antes para él no se ha visto obligado a forzar su
nada sorprendente dimisión.
Rajoy, parece mentira, se ha comportado en este asunto como
sus votantes, porque no ha querido ver, no ha querido escuchar el torrente de
información que día sí y día también aparecía a propósito de los escándalos que
estaban estallando a su alrededor. Y lo hacía. no por generosidad para con su
amigo o por solidaridad con un compañero de partido, no. Lo hacía porque había
puesto demasiados huevos, de los que se rompen, no de os metafóricos, en el
cesto de Soria, que llegó a sonar para sustituto de Cospedal, un personaje cuyo
mayor mérito para llegar al gobierno, al parecer, había sido ocuparse en
Canarias, como anfitrión de lujo, de las vacaciones del padre del presidente
allí, lejos de la lluviosa Pontevedra donde ejerció como magistrado y
presidente de la Audiencia.
A Rajoy le ha ocurrido con Soria lo que a los votantes del
PP les ocurre con Rajoy. Le ha creído, al igual que los votantes le creen a él,
porque necesitaba creerle, sencillamente, porque se da todo por un padre y todo
se olvida para quien se portó con un verdadero amigo con el suyo. Del mismo
modo, todo se olvidan, todo se le perdona a quien defiende, o dice defender,
los intereses del votante del PP, aunque tenga que ponerse una pinza en la
nariz para llevar su voto hasta la urna, aunque cada vez sea más difícil
defender "los colores" del PP en público y la arrogancia de otros
tiempos haya quedado en silencio y miradas bajas.
Rajoy y sus votantes se mueven por los mismo, por sus
propios intereses, esfuerzan en creer lo que les interesa creer, sin
importarles nada más, aunque los tengan delante de las narices, aunque amenace
su futuro. Rajoy quiso creer o le interesó creer a su ministro, del mismo modo
que a los votantes del PP quieren creer o les interesa creer en el milagro
económico, en la reducción del déficit o en la creación de empleo. Pero la
verdad es tozuda y la verdad tozuda, si además está documentada, lo es aún más.
Por eso Soria se ha visto obligado a dimitir de la manera más deshonrosa
imaginable. Se ha visto obligado a dejar el ministerio que ocupaba en
funciones, el escaño que ocupaba en las nuevas cortes y la presidencia del PP
canario, porque la mancha de su presencia en los papeles de Panamá se ha ido
agrandando y haciendo cada vez más indeleble con sus denodados esfuerzos por
ocultarla. Ha sido más que torpe y no sólo ha dejado su culo al aire, sino que,
además, ha puesto en evidencia el de su protector y el de todos los ministros y
compañeros del PP, empeñados, aún todavía, en defenderle pese a que a su
alrededor el mundo se desmorona.
Está claro que la mentira mil veces repetida, en mil
versiones, por cierto, de que Soria y su familia no tenían nada que ver con
paraísos, no se ha convertido en verdad por repetirla mil veces. Es más, se ha
hecho más grande y más grave, por grave que fuera, que lo que pretendía
ocultar. y, ahora que el ministro se visto forzado a dimitir, incluso con
palabras prestadas desde La Moncloa, tenemos todo el derecho a preguntarnos si
todo lo que dicho o hecho a su paso por el ministerio es justo y es verdad.
Tenemos todo el derecho a preguntarnos si dejar a las
familias sin agua y sin luz era ético y necesario, tenemos derecho a que nos
expliquen el recibo de la luz, el laberinto del precio de los carburantes,
siempre prestos a subir de inmediato y perezosos para bajar o, sobre todo, esa
teoría delirante de que hay que pagar más por la energía que viene del sol que
por la que nos llega de las eléctricas.
Una mentira mil veces repetida, señor ministro, sólo es eso,
una mentira.
1 comentario:
Gran verdad...
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