lunes, 18 de abril de 2016

SI NO QUIERES PROBLEMAS...


Hay asuntos que uno jamás llega a entender. Asuntos que uno no sabe a qué atribuir, porque, por más que se esfuerce en ello, no llegan a encajar en la lógica de los hechos a los que está acostumbrado. Sé que un cadáver político como el del ministro Soria, enfriándose en las primeras de la prensa y en los telediarios,  frío y solitario, sin nadie que se atreva a llorarle, en un apartado rincón de la morgue de la vida pública, después de haber pasado de serlo todo, nada menos que ministro del gobierno de España, al oprobio más absoluto, sometido, para su desgracia, a sufrir una autopsia en vida en la que, con cada incisión del bisturí aparecía una nueva capa de tejido putrefacto, tiene mucho morbo y, al igual que después de una profunda inmersión o antes de abrir tras el aterrizaje la cabina de pasajeros de un avión, se hacía necesaria la correspondiente descompresión para ir archivando poco a poco en nuestra memoria lo mucho y tan escandaloso que hemos escuchado estos días.
Quizá pueda llegar a entenderlo, lo que no quita para que haya echado de menos los sesudos análisis que esperaba sobre la detención el pasado viernes de dos estrellas de los juzgados que a lo largo de los años se habían convertido en imprescindibles en los asuntos más escabrosos y mediáticos de la política y la economía de este país. me refiero, claro, a la operación llevada por la UDEF contra dos "no tan misteriosas" organizaciones, Manos Limpias y Ausbanc, presididas por Miguel Bernard, un hombre salido del entorno de la extrema derecha, cercano al ya fallecido Blas Piñar, y Luis Pineda un personaje que siempre se ha movido a uno y otro lado de la ley, con antecedentes por atraco a mano armada que, juntos o por separado, reinventaron en España el viejo sistema mafioso de suministrar "protección" a sus víctimas, a cambio de dinero.
Algo que, si siquiera en la España democrática era nuevo, porque ya en los primeros ochenta lo puso en práctica un sindicato policial que acabó en los tribunales, defendido allí por el inefable abogado Emilio Rodríguez Menéndez, acusado de "vender" protección a determinados locales, la mayoría "clubes de alterne" a cambio de contratar publicidad de los mismos en la revista del sindicato. que se convertiría así en recaudadora del pago de esos favores.
Un sistema muy parecido al de Ausbanc, que utilizaba su revista para fines parecidos y que "cobraba" en publicidad su silencio sobre las denuncias de determinadas prácticas bancarias, a veces reales, a veces ficticias que, puesto que su publicación se convertía, en el mejor de los casos, en publicidad negativa para la entidad. Uno y otro, que llegaron a actuar coordinadamente, cediendo Ausbanc, por ejemplo, a Manos Limpias su revista como agencia de cobro para las prácticas de extorsión que, una y otra, practicaban poniendo y quitando querellas y denuncias ante la opinión pública y los tribunales.
Sin embargo, esto que parece tan sencillo no lo era tanto, porque, de alguna manera, estas prácticas estaban en un constante runrún entre los periodistas y porque las más de las veces, en determinados medios, cuando alguna de ellas protagonizaba alguna querella, se apostillaba su nombre con frases como "supuesto sindicato" en las informaciones publicadas, Unas sociedades y personas más que sospechosas, contra las que todo quedaba en eso, en insinuaciones o, lo que es peor, en nada.
No cabe duda de que esa actividad mafiosa le interesaba a alguien y, para entenderlo, baste recordar el acoso a que sometió Manos Limpias al juez Garzón. Lo cierto es que, al PP, en los albores de la investigación de la trama Gürtel, le vino muy bien como escarmiento del juez y advertencia para sus sucesores aquellos zarpazos que dieron con él fuera de la carrera judicial 
En fin, uno no sabe si este relativo y sospechoso silencio, este desinterés sobre lo que va apareciendo en torno al caso, esa filtración que precipitó las detenciones sin estar cerrada la investigación, esa evidencia de que todos sabían y casi todos callaban, no hablan muy bien, si no de los periodistas, sí de los medios para los que trabajan. Así que uno, desconcertado, se ve en el derecho de pensar que lo que hacían, aunque de manera proactiva, era llevar al extremo, de manera industrial y obscena, la vieja práctica de la prensa de dejarse sobornar, contentando informativamente a sus anunciantes, empresas, particulares o gobiernos, a los que, a cambio de campañas publicitarias, "protegen" en sus informaciones a los anunciantes. Una vieja práctica que va desde los estrenos de cine a decisiones del Consejo de ministros, pasando por la ocultación que, hasta que fue imposible esconderlo, hicieron casi todos los medios del escándalo de las preferentes.

Es, en formato industrial, el viejo consejo de los matones de la mafia: "si no quieres tener problemas paga y yo no te romperé las piernas o, en este caso, guardaré silencio sobre lo tuyo.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Luz y taquígrafos...

Saludos