Hay asuntos que uno jamás llega a entender. Asuntos que uno
no sabe a qué atribuir, porque, por más que se esfuerce en ello, no llegan a
encajar en la lógica de los hechos a los que está acostumbrado. Sé que un
cadáver político como el del ministro Soria, enfriándose en las primeras de la
prensa y en los telediarios, frío y solitario, sin nadie que se atreva a
llorarle, en un apartado rincón de la morgue de la vida pública, después de
haber pasado de serlo todo, nada menos que ministro del gobierno de España, al
oprobio más absoluto, sometido, para su desgracia, a sufrir una autopsia en
vida en la que, con cada incisión del bisturí aparecía una nueva capa de tejido
putrefacto, tiene mucho morbo y, al igual que después de una profunda inmersión
o antes de abrir tras el aterrizaje la cabina de pasajeros de un avión, se
hacía necesaria la correspondiente descompresión para ir archivando poco a poco
en nuestra memoria lo mucho y tan escandaloso que hemos escuchado estos días.
Quizá pueda llegar a entenderlo, lo que no quita para
que haya echado de menos los sesudos análisis que esperaba sobre la detención
el pasado viernes de dos estrellas de los juzgados que a lo largo de los años
se habían convertido en imprescindibles en los asuntos más escabrosos y
mediáticos de la política y la economía de este país. me refiero, claro, a la
operación llevada por la UDEF contra dos "no tan misteriosas"
organizaciones, Manos Limpias y Ausbanc, presididas por Miguel Bernard, un hombre
salido del entorno de la extrema derecha, cercano al ya fallecido Blas Piñar, y
Luis Pineda un personaje que siempre se ha movido a uno y otro lado de la ley,
con antecedentes por atraco a mano armada que, juntos o por separado,
reinventaron en España el viejo sistema mafioso de suministrar
"protección" a sus víctimas, a cambio de dinero.
Algo que, si siquiera en la España democrática era nuevo,
porque ya en los primeros ochenta lo puso en práctica un sindicato policial que
acabó en los tribunales, defendido allí por el inefable abogado Emilio
Rodríguez Menéndez, acusado de "vender" protección a determinados
locales, la mayoría "clubes de alterne" a cambio de contratar
publicidad de los mismos en la revista del sindicato. que se convertiría así en
recaudadora del pago de esos favores.
Un sistema muy parecido al de Ausbanc, que utilizaba su
revista para fines parecidos y que "cobraba" en publicidad su
silencio sobre las denuncias de determinadas prácticas bancarias, a veces
reales, a veces ficticias que, puesto que su publicación se convertía, en el
mejor de los casos, en publicidad negativa para la entidad. Uno y otro, que
llegaron a actuar coordinadamente, cediendo Ausbanc, por ejemplo, a Manos
Limpias su revista como agencia de cobro para las prácticas de extorsión que,
una y otra, practicaban poniendo y quitando querellas y denuncias ante la
opinión pública y los tribunales.
Sin embargo, esto que parece tan sencillo no lo era tanto,
porque, de alguna manera, estas prácticas estaban en un constante runrún entre
los periodistas y porque las más de las veces, en determinados medios, cuando
alguna de ellas protagonizaba alguna querella, se apostillaba su nombre con
frases como "supuesto sindicato" en las informaciones publicadas,
Unas sociedades y personas más que sospechosas, contra las que todo quedaba en
eso, en insinuaciones o, lo que es peor, en nada.
No cabe duda de que esa actividad mafiosa le interesaba a
alguien y, para entenderlo, baste recordar el acoso a que sometió Manos Limpias
al juez Garzón. Lo cierto es que, al PP, en los albores de la investigación de
la trama Gürtel, le vino muy bien como escarmiento del juez y advertencia para
sus sucesores aquellos zarpazos que dieron con él fuera de la carrera
judicial
En fin, uno no sabe si este relativo y sospechoso silencio,
este desinterés sobre lo que va apareciendo en torno al caso, esa filtración
que precipitó las detenciones sin estar cerrada la investigación, esa evidencia
de que todos sabían y casi todos callaban, no hablan muy bien, si no de los
periodistas, sí de los medios para los que trabajan. Así que uno,
desconcertado, se ve en el derecho de pensar que lo que hacían, aunque de
manera proactiva, era llevar al extremo, de manera industrial y obscena, la vieja práctica de la prensa de
dejarse sobornar, contentando informativamente a sus anunciantes, empresas,
particulares o gobiernos, a los que, a cambio de campañas publicitarias,
"protegen" en sus informaciones a los anunciantes. Una vieja práctica
que va desde los estrenos de cine a decisiones del Consejo de ministros,
pasando por la ocultación que, hasta que fue imposible esconderlo, hicieron
casi todos los medios del escándalo de las preferentes.
Es, en formato industrial, el viejo consejo de los matones
de la mafia: "si no quieres tener problemas paga y yo no te romperé las
piernas o, en este caso, guardaré silencio sobre lo tuyo.
1 comentario:
Luz y taquígrafos...
Saludos
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