lunes, 11 de abril de 2016

¿QUÉ HAN HECHO CON NUESTROS VOTOS?


Nos llamaron a las urnas hace casi cinco meses y obedientes e ilusionados fuimos a ellas para dejar en ellas, impresa en un papel, la que creíamos mejor solución para nuestros problemas que son y no deberían ser otra cosa, los de la nación. Acudimos a las urnas cansados de que el gobierno que formó Rajoy con la mayoría absoluta que le habían dado once millones d españoles egoístas y ansiosos por tomar venganza de quien creían culpable absoluto de sus desgracias. Acudimos tristes y resignados y comprobamos que teníamos razón para ello, porque quienes, en lugar del "sálvese sólo quien, como yo, pueda", queríamos soluciones para todos nos quedamos sin nadie que nos defendiera. Nadie o casi nadie.
Habíamos padecido una legislatura injusta y dura, en la que las tijeras del recorte hicieron presa en los más débiles, en quienes apenas tenían instrumentos para defenderse, con los socialistas del PSOE inanes, no sé si por cansancio, por vergüenza o porque, de alguna manera, como aquel vil Joaquín Almunia que, bien acomodado en Bruselas, tuvo la desvergüenza de culpar a los preferentistas de la estafa que les había dejado sin ahorros, porque, dijo, deberán haber sabido que corrían un riesgo, Quizá por eso o quizá porque después de tantos años pisando moqueta y tocando maderas nobles ya no recordaban la frialdad del terrazo o la vulgaridad de la formica. Lo cierto es que taparon sus ojos, sus oídos y sus narices, para no ver ni oír ni, mucho menos oler el dolor, la injusticia y la miseria que el PP estaba sembrando entre los más humildes.
Yo les había votado y he de reconocer que quise creerles que, pastoreado por la prensa de orden, la que liquidó a la mitad de su plantilla después de hundir su cabecera, llegué a justificar esa pasividad, ese desapego de los problemas de todos. Pero, ensoberbecidos como estaban, no supieron ver lo que se avecinaba. Lo tuve claro aquella noche en que una gran marcha aisló el Congreso. Decenas de miles de ciudadanos, controlados a duras penas por los antidisturbios que se hicieron tan habituales como los leones que guardan sus puertas y los diputados socialistas en lugar, no ya de sumarse a quienes daban testimonio del dolor y la rabia de una sociedad abatida y despojada, sino de salir a la calle para saber de qué iba la protesta, prefirieron indignarse y salir de allí vergonzosamente escoltados por la misma policía que golpeaba a sus votantes.
Fue entonces cuando lo vi claro. Fue entonces cuando supe que el PSOE ya no tenía nada que ver conmigo y mis problemas. Fue entonces cuando crucé el punto de no retorno y decidí negarles mi voto para los restos. Llegó aquel veinte de noviembre y voté. Como muchos españoles cambié mi voto, lo llevé más a la izquierda o, simplemente, lo llevé a la izquierda, de donde nuca debí haberlo sacado. Y los resultados de aquella jornada, pese a que fueron injustos con la opción que yo voté, fueron esperanzadores, porque la suma, si no de la izquierda, sí del progreso, sumaban como para que este país tuviese el cambio que, tras cuatro años de dolor e injusticia, por fin se merecía.
Yo, como muchos, vi en Pedro Sánchez la argamasa con la que construir el muro que nos alejase del PP. Lo malo es que en esa argamasa había demasiada arena del saco de esos barones instalados en el egoísmo y la soberbia que, después de décadas gobernando en sus ínsulas baratarias, optan por su cómoda estabilidad junto al PP, frente a la ilusión y el cambio que venía desde su izquierda. Exceso de esa arena en el mortero que, al final, y antes de sustentar nada creíble se deshizo entre los dedos de quien no quiso ver que el único acuerdo posible lo era con la izquierda.
Ahora, si nada cambia en dos semanas, nos volverán a llamar a las urnas. Lo malo es para, cuando se nos llame otra vez a las urnas, se habrá quedado en el camino mucha de la rabia y la ilusión que hizo temblar a Rajoy. Lo malo es que muchos de quienes volvieron después de muchos años a las urnas o lo hicieron por primera vez se quedarán otra vez en casa y volveremos a lo de siempre, con palabras de arrepentimiento y propósito de la enmienda, eso sí, pero los de siempre, con su misma falta de sensibilidad, con su misma corrupción, con sus reformas laborales, con sus privatizaciones y sus saqueos, incluido el de la Seguridad Social, y, a mí, como a muchos otros, una pregunta nos rondará implacable: ¿Qué han hecho con nuestro voto?
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1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Demasiados intereses en juego...jugando con los votos !

Saludos