domingo, 13 de enero de 2013

ACHATARRAR LAS IDEAS

 
 
 
 

Da vértigo asomarse a la última encuesta de METROSCOPIA que hoy publica EL PAÍS y da vértigo, sobre todo, porque evidencia que el desprestigio de los partidos políticos españoles, al menos de los que "tocan" poder es tan grande que alcanza casi al cien por cien de la ciudadanía, especialmente en lo relativo a su implicación y a su "consentidora" actitud frente a la corrupción, un fenómeno que los españoles parecían tolerar hasta ahora, al menos a la hora de acercarse a las urnas.

Es tanto y tan malo lo que se ha venido haciendo en el seno de los grandes partidos que se hace muy difícil asumirlo. El comportamiento de Duran Lleida y Unió Democrática de Catalunya frente al caso Pallerols, que en realidad debió llamarse caso Unió, seguido de un ordinal, porque han sido varias las veces que se ha "pillado" a los democristianos catalanes con las manos en el tarro de la mermelada, es el más llamativo, porque cuando los mayores pecados de uno han sido la arrogancia y la soberbia es más que difícil asumir la culpa y más si quien tiene que hacerlo ha ido por ahí impartiendo lecciones de moralidad y decencia. La polémica en torno a Durán y el caso Pallerols es la más reciente y la más llamativa, pero en absoluto es única.

Ha llovido mucho desde aquellos maletines del caso Flick en los que, al parecer, llagaban al PSOE en los primeros ochenta los fondos con que el SPD de Willy Brandt ayudó a financiar la campaña en la que González ganó las elecciones, al tiempo que a otros partidos, como la UCD, les llegaba la ayuda en modestas bolsas y cajas de zapatos. Hoy todo es distinto y el dinero llega de poceros y correas a cambio de adjudicaciones y recalificaciones de terrenos. Todo con una frecuencia y un descaro que ha situado a nuestro país entre los menos transparentes de Europa, con algunos de sus territorios entregados a prácticas mafiosas que, si siguen siendo de cuello blanco, es porque hasta ahora no han necesitado cambiar los maletines por pistolas.

Hasta ahora, los españoles han ido a votar con la venda en los ojos y la pinza en la nariz. Y, si ha sido así, es porque, si no para todos, sí para una gran mayoría, las cosas han ido razonablemente bien y ya se sabe que las penas con pan son menos, pero, ahora que se ha acabado la harina de la prosperidad, corremos el peligro de que la moíña lo inunde todo y el rencor y el desapego que ya empieza a ser evidente en los ciudadanos para con la clase política, convierta el sistema democrático en un enorme solar al servicio de los chatarreros de las ideas que, con un poquito de éste y otro poquito de aquel construyan una fuerza política a mayor gloria del Ruiz Mateos o Gil de turno, para hacer de nuestro descontento el paraíso sin ley de sus negocios.

No quiero decir con esto que no haya que volver como un calcetín todos estos partidos que tanto nos han desengañado. Claro que hay que hacerlo. Es necesario abrir sus ventanas y batir sus alfombras como hacían nuestras abuelas para que no quede en ellos ni rastro de vicios pasados. Y sería también conveniente cambiar a quienes ocupan los despachos para cambiar con ellos lo demás. Pero, claro, uno se imagina a Ángel Carromero "conduciendo" al principal partido de la derecha española o a algún "piernas", que también los hay en la izquierda, dirigiendo el PSOE y se echa a temblar.

No sé qué vehículo será el mejor para emprender el viaje que necesita hacer nuestra democracia, no sé si debe ser un autobús repleto de independientes distintos y decentes, un todo terreno capaz de trepar por las pendientes que nos quedan por subir, o un viejo modelo completamente remozado y mejorado. Lo que sí sé es que los que nos llevan ahora no pasarían ya la más permisiva de las ITV y que, por eso, su destino debe ser el chatarrero, para que recicle lo que en ellos quede de aprovechable.
 
 
 
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