Anda la presidenta castellano manchega, en calidad de
secretarias general del Partido Popular, por tierras chinas y anda
firmando memorandos, que no acuerdos, en los que se ponen de manifiesto los
puntos que tienen en común, oído al parche, el Partido Popular y el Partido
Comunista Chino. La aparente paradoja, sólo aparente, se resuelve en cuanto
reparamos en alguna de las características del milagro económico chino. Un
crecimiento basado en la explotación, casi esclavista, de la mano de
obra, en la prohibición de los sindicatos libres y en el crecimiento
a costa de lo que sea, aunque sean el medio ambiente y la sostenibilidad futura
del país.
Una vez más, los extremos se tocan, porque la política
económica china, que, no hay que negarlo, está sacando al país de un atraso
ancestral, simultáneamente está reabriendo, si no manteniendo, el abismo
milenario existente en el gigante asiático entre las clases populares y las
élites, antes feudales y hoy del partido, porque las expropiaciones forzosas,
el abandono del campo como modo de vida está llevando a las nuevas generaciones
de chinos a la esclavitud de los salarios mínimos, los horarios agotadores y
las ciudades dormitorios.
Con esto no quiero decir que eche de menos la china
precolonial o la de Mao. En absoluto podría yo haber vivido en ninguna de
ellas, porque a una y otra les faltaba lo que yo más aprecio, la libertad.
Pero estar en contra de algo no significa estar a favor de su contrario y es
que, en la China de hoy, la libertad, la verdadera libertad, tampoco es moneda
de curso legal. Tanto que, casi cada día, tenemos noticia de atentados contra
la libertad en China, bajo cualquiera de sus formas.
No sé qué tiene China -y no me refiero a su pasado- para
cautivar como lo hace a nuestros políticos. Ya lo hizo con aquel joven Felipe
González, que allí aprendió a no hacerle asco a l color de los gatos,
siempre que cazasen ratones, sin que a él y a nadie se les
ocurriese empatizar con esos pobres ratones que ahora, sin su campo y sin
sus tradiciones, bien ahora en ratoneras urbanas, a disposición del gato de
turno.
Lo que me extraña es que María Dolores de Cospedal no se
haya hecho acompañar por Juan Roig, el propietario de Mercadona que no
hace mucho se manifestó encantado con lo que él llamó "cultura del
esfuerzo" que se practica en los bazares chinos y que no es otra cosa que
una explotación infernal que no respeta, horarios, edades o estado de salud,
con tal de hacer caja. Un empresario, este Roig, que acabó de retratarse
manifestando estas veleidades, ya que acabó con ellas de un plumazo con
toda una leyenda, la de que su empresa era una especie de Arcadia para los
trabajadores.
En fin, que a lo que pueda salir de la excursión de Cospedal
le temo más que a un nublado, porque conociendo su afición a perseguir
sindicalistas, recortar derechos y su política de comunicación, más propia de
PCCh que de un partido demócrata europeo. No me extrañaría que, de allí, se
trajese algún invento prodemocrático para aplicarlo aquí, porque, al final, los
extremos se tocan y China y su Gobierno, aparentemente tan lejos, están más
cerca de lo que aprese del sueño de más de un dirigente popular.
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