Cuanto más sabemos de la contabilidad interna del Partido
Popular, más nos escandaliza, y con toda la razón, la doble moral que se gasta
en este país a la hora de juzgar a los poderosos. Lo acabo de comprobar al
asomarme a una tertulia radiofónica, en la que la revelación de la
presencia en dichas cuentas de pagos iguales y regulares al expresidente
del partido, como gastos de representación, en lo que aparenta ser una
simulación, no de un despido en diferido, sino de un jugoso sobresueldo
-son pagos mensuales de medio millón de pesetas de hace veinte años- que,
ni figuraron como salario, ni cotizaron como tal.
Resulta curioso que, ante estas revelaciones hechas hoy por EL PAÍS y
la Cadena SER, lo dicho por los contertulios ha rozado la tibieza, cuando no la
justificación, con frases del tipo "los sueldos en la política española
son bajos", "las incompatibilidades parlamentarias obligan a
cobrar un sólo sueldo" o "de esa manera se compensa el
sacrificio..." Pues, como en el chiste de los locos, "haber elegido
muerte".
Vivimos en un eterno ritornello que acaba siempre en
los mismo: la ley de partidos, especialmente en cuanto a financiación está
trasnochada y es insuficiente ¿Qué esperan, pues, para cambiarla? ¿No será que
salen ganando con los trapicheos? ¿No será que los partidos como tales
y la mayor parte de los políticos como individuos controlan más pasta y
viven mejor con estas carencias que con una nueva ley que revise sus
retribuciones pero evite los chanchullos?
Tener que enterarse de toso esto en un momento en que una
gran parte de los españoles las están pasando "putas" es muy duro.
Muy duro y más que cabreante. Por eso más de uno, yo entre ellos y desde hace
tiempo, nos preguntamos qué tienen que ver estos señores con los ciudadanos que
les eligen y a los que dicen representar. Hace unos años, cuando se
alumbró la ley que la regula, había más generosidad en la política y más
esperanzas en la gente. Hoy, una gran parte de los diputados son verdaderos
profesionales de la cosa, vienen trabajando y cobrando de los partidos desde
que entraron en las juventudes.
Se supone que queremos para representarnos a los mejores de
entre los mejores y, si nos detenemos a analizar la composición de las cámaras,
los gobiernos -ay, Báñez- o los ayuntamientos, comprobamos que una gran parte
de quienes las componen son muy mediocres y que lo único aprovechable, y sólo
para su partido, que encontramos en ellos es su fidelidad, su acriticismo
y su obediencia ciega a las consignas del partido.
No quiero decir con esto que todos los representantes ni
todos los gobernantes sean prescindibles. En absoluto. Lo que quiero decir es
que los partidos han acabado siendo aburridas empresas que sólo se mueven con
una cierta "alegría" cuando llegan las elecciones y, aun así, no
siempre lo consiguen. Lo malo es que, como todas las empresas, acaban haciendo
los chanchullos consabidos para premiar a sus ejecutivos, mientras se recortan
salarios y condiciones a los "obreros", que somos los votantes.
Quien justifica los sobres y los sobresueldos
camuflados lo hace porque alguna vez los ha recibido o espera hacerlo. Si
no, no se entiende.
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