viernes, 29 de junio de 2018

YA ESTÁ TARDANDO


De todos es conocida la irresistible tendencia de los dictadores a hacerse enterrar en templos. Iglesias, basílicas y catedrales en el caso de quienes oprimen a sus pueblos en el nombre de dios o en templos del pueblo o de la república, como en el caso de Lenin o Bonaparte. Es como si quisieran, incluso después de muertos, continuar estando por encima de sus víctimas o de quienes, de buen grado o por miedo, les sostuvieron, como si quisieran estar más cerca de dios o del paraíso sea cual sea aquel en que creyeron.
En el caso de España, el enterramiento del dictador, frente al altar mayor de la basílica del llamado Valle de los Caídos, es una terrible afrenta a la memoria de un país que, habiéndole olvidado, aún recuerda sus fechorías y, en muchos casos, sufre las consecuencias de las barbaridades cometidas en casi cuatro décadas de dictadura, consecuencias evidentes, unas, tan invisibles como indelebles, otras. Una afrenta a los miles de familias de quienes, sin el permiso ni el conocimiento de sus deudos fueron arrancados, a veces de noche, de las fosas o las cunetas en que fueron ejecutados para rellenar con sus restos las criptas de ese templo excavado con dolor en la roca de la sierra madrileña, como el que coloca sin orden ni concierto libros robados en los estantes de una biblioteca que sólo va a servir para ser mostrada con ostentación.
La basílica con su enorme cruz, erigidas en el hermoso valle de Cuelgamuros, son un monumento al odio y el dolor, un lugar, se dijo, en el que se quería honrar la memoria de las víctimas de uno y otro bando, pero que, ya desde su construcción, que se llevó a cabo con el sudor y la sangre de miles de presos, se convirtió en eso: una afrenta para los vencidos, que se vieron obligados a salir fuera de España, a veces de guerra en guerra o a vivir en silencio el exilio interior, después de haber perdido, si no la vida, si la hacienda, el empleo, la carrera e, incluso, la familia.
Si todo acaba como debe, en un mes los restos del dictador saldrán del recinto en el que llevan más o menos los mismos años que lleve España en, mejor o peor, democracia y alguno más de los que este país vivió bajo su dictadura. Será una señal, la prueba de que España y los españoles se han hecho ya mayores y responsables, la prueba de que este país y quienes los habitan ya no necesitan tutelajes, manos firmes ni miedo para conducirse. Si todo va como debe, se pasará una página, quizá la página más trascendente, de la reciente historia de España.
Con ese gesto, se pondrá fin al espeso silencio, a la aparente inviolabilidad, que parece rodear a todo lo que tenga que ver con Franco y su dictadura. Con ese gesto estará mucho más cerca la hasta ahora imposible condena del Parlamento a aquel régimen, se disiparán los miedos de unos y de otros y será posible hablar de lo que pasó, de lo que hicieron los abuelos de unos y otros, que podrán pedir perdón en su nombre. Con este gesto, quizá se lleve hasta sus últimas consecuencias la incumplida Ley de la Memoria Histórica y, después de enfrentarnos al pasado, abriendo las viejas heridas para que de ese modo supuren, sanen y dejen de doler.
Ojalé llegue por fin ese momento que ya está tardando.

jueves, 28 de junio de 2018

AHOGAR AL MENSAJERO


A estas alturas del sainete no sé si a la ex presidenta de la Comunidad de Madrid le quedan amigos, pero, si le quedan, alguno de ellos debería pedirle que deje de hacer el ridículo, que abandone esa patética actitud de seguir creyéndose víctima de una conspiración, que se relaje, que se olvide de lo que fue y lo que quiso ser, porque, lo quiera o no, es, y lo es desde hace tiempo, un cadáver político.
Ese amigo, si le tiene cariño y aún la respeta, debería decirle que abandone el estrambote de querella que, en pleno éxtasis de lo que creyó su martirio, en plena huida hacia adelante, presentó contra el director de eldiario.es, Ignacio Escolar, y la redactora jefa de Política Social del periódico, Raquel Ejenique, y contra el profesor que al parecer les facilitó parte de la información en que basaron parte de lo publicado sobre el escándalo de su falso máster. Debería convencerla, porque, siendo veraz lo publicado y resultado de una falsificación lo revelado, difícilmente puede un juez que se respete dar la razón a la señora Cifuentes.
A pesar de todo, la querella sigue adelante y, hoy mismo, los periodistas declararán ante  el juez como querellados y tendrán que defender, supongo que con orgullo, su trabajo, uno de los mejores llevados a cabo por profesionales de la información en los últimos tiempos, lleno de información veraz y de interés general, perfectamente administrada y, sobre todo, valiente, porque, a veces, incluso quienes defienden la razón y la verdad tienen que ser valientes ante las dentelladas del poder que se toma como una obligación silenciar y, si es posible, eliminar para siempre a quienes se atreven a exponer sus vergüenzas.
Afortunadamente, en el asunto que nos ocupa, el relativamente modesto tamaño del medio y su modo de difundirse, un diario digital, han sido su mejor defensa, entre otras cosas porque no depende de la publicidad institucional, como otros, para garantizar su subsistencia y, por ello, el habitual chantaje a la dirección de otros medios no fue, en este caso, posible. Las informaciones fueron cuajando una tras otra y generando, dada la ineptitud de Cifuentes o sus asesores, nuevas informaciones a cada traspiés que iban dando. Aquí no hubo ese "te quito esta campaña" o "ya no vas a salir más en los medios que controlo", como de hecho hizo un tal Cebrián con el propio Escolar. 
Aquí sólo hubo periodismo del bueno y, sobre todo, mucho coraje, el que da saberse respaldado, no por los anunciantes, sino por los propios lectores. Hubo también astucia, la astucia de quien conoce el oficio, Escolar y Ejenique lo conocen, y decencia, mucha decencia, porque, a diferencia de otros y pee a conocer el triste asunto del hurto de las cremas de Cifuentes, no fueron por el camino más fácil y optaron por el interés frente al morbo.
Al final, la presidenta, destrozada anímica y físicamente, se fue precipitadamente por la canallesca difusión de un vídeo que debiera haber sido borrado hace años. Pero por más que haya quien lo diga, no se marchó por eso. Se marcho porque se vio acorralada y desprestigiada por el trabajo de un excelente equipo de hombres y mujeres que, a muchos, a mí al menos, nos devolvió la fe en una hermosa profesión que se ha dejado ahogar, lo han hecho sus responsables, por el café y los licores de demasiadas comidas de trabajo, comidas en las que el poder, económico, político o cómo quiera que sea, trata de pastorearles con el intercambio de cromos y favores.
El trabajo de Escolar, Ejenique y sus compañeros fue impecable y, desde luego, no lo van a echar a perder "delatando" a sus fuentes, porque ese es quizá el único mandamiento, junto al de defender la libertad y la verdad, que un periodista no puede desobedecer nunca.
Cifuentes y sus abogados intentar ahogar al mensajero. Vano esfuerzo y un triste consuelo para quien, por su mala cabeza, ya lo ha perdido todo.

miércoles, 27 de junio de 2018

VIDAS ROBADAS


Qué español de más de cuarenta años no ha oído hablar del hombre del saco, ese personaje siniestro, huidizo, apenas visto en la distancia o, simplemente, imaginado con su saco a cuestas, para encerrar en él a los niños desobedientes, los que se negaban a comer o a dormir y a los que se alejaban de casa más de la cuenta. Afortunadamente. ese personaje siniestro y la crueldad de su historia, como método para asustar a los niños y volverlos obedientes, está prácticamente desaparecida del imaginario de los niños españoles, en el que la pobreza, los vagabundos y los pedigüeños son ahora, por desgracia, demasiado habituales.
Otra cosa son sus padres y madres que, quien más, quien menos, saben de historias de niños perdidos en clínicas, de niños sanos fallecidos inesperadamente, de la noche a la mañana, han oído hablar del cuerpecito de un pobre niño, congelado, que, en la nevera de un hospital, apenas mostrado, era usado como señuelo para evitar las preguntas incómodas de unos padres desconsolados. Han oído hablar de nuevo hombre del saco, vestido con bata blanca, ayudado por monjas y enfermeras, que se llevaba los niños sanos de mujeres jóvenes y sanas, para entregarlos, a cambio de regalos y limosnas, o a precios perfectamente tasados, a matrimonios sin posibilidad de engendrarlos por sí mismos, como un regalo que se hacía a los buenos clientes, los de pago, a costa de sus pobres madres, ingresadas afiliadas a la sociedad de turno.
Ese era el sistema: en maternidades privadas que también atendían a beneficiarias de algún seguro médico, se organizaba cuando convenía la comedia del falso parto en el seno de una pareja estéril, mientras una planta más arriba o más abajo, en la zona "de caridad", se escribía la tragedia de otra pareja que acabaría saliendo de allí con las manos vacías o, en todo caso, con un pequeño ataúd vacío también y un montón de papeles confusos, imposibles de verificar entre las lágrimas.
Estas historias, crueles como pocas, no son de hace un siglo. No han salido de una novela de Dickens o Zola, son de hace apenas medio siglo y tienen sus villanos. Por ejemplo, el doctor Eduardo Vela, quien, con su coqueta clínica del madrileño Paseo de la Habana, estuvo robando niños hasta hace bien poco, ya en democracia quizá, mientras su patrimonio iba creciendo, tanto como el número de parejas felices a costa del dolor de otras.
Yo mismo fui testigo cercano de un caso parecido, que afortunadamente quedó en intento, en otra prestigiosa clínica madrileña, cuna del rey y sus hermanas, en la que una monja perversa trató de convencer a una amiga, universitaria y soltera, que le entregase a la preciosa niña que acababa de parir, de la que, según la religiosa, no iba a poder hacerse cargo. Afortunadamente, el padre de la niña echó de allí a la siniestra monja que, con toda seguridad ya tenía adjudicada a esa preciosa niña que hoy es madre a su vez. Ese era otro sistema, otra táctica. En España había ya democracia y habían mejorado los controles médicos y jurídicos, pero la miserable red de los nuevos hombres del saco no había cejado en sus intenciones y acosaba a jóvenes madres, sin recursos, deprimidas tras el parto, para quitarles esos bebés, preciosos, que fácilmente "colocarían" a su "clientela".
Sin embargo, y siendo espeluznantes los crímenes del doctor Vela, sor Teresa y tantos cuantos se han dedicado a arrancar recién nacidos de los brazos de sus madres, lo peor es el resultado de todas esas vidas robadas, esas madres, esos padres, privados de sus hijos y, cómo no, la de esos niños "fuera de contexto", condenados a vivir vidas que no eran las suyas, a querer a unos padres que no eran los suyos y a no conocer a los suyos, porque el peor crimen del miserable doctor Vela, refugiado ahora, a la hora del juicio, en una improbable desmemoria, es el de haber borrado todo rastro de sus fechorías, haciendo imposible el reencuentro y dejando en cada una de sus víctimas un poso amargo que ni el más descarnado de los novelistas del XIX imaginó para sus personajes.

martes, 26 de junio de 2018

DE MENTIRA EN MENTIRA



Cuesta creer que el partido que durante tantos años ha tenido este país en sus manos haya dicho tan pocas veces la verdad. La peripecia del PP ha sido una larga travesía que le ha llevado de mentira en mentira a la conquista del poder en todos los niveles y sin el menor de los escrúpulos. No hay más que ver quiénes son los dirigentes de este partido nacido ya desde el poder de la fusión de los restos de la UCD y la Alianza Popular del capital más rancio y adornado de la mayor parte de los tics del franquismo, para disputar el poder a la socialdemocracia de Felipe González, algo que sólo consiguió tras más de trece años, ayudado por los fantasmas de la corrupción y del terrorismo, el de ETA y el de Estado, con un Aznar embigotado y dialogante, necesitado como estaba del apoyo nacionalista que, hace no tanto, no sólo repudiaba para sí, sino para los demás.
El PP nunca se ha caracterizado por su lealtad ni por poner la verdad por delante. A nadie se le escapa que, cuando le ha convenido, ha traicionado acuerdos discretos, incluso, en asuntos de Estado y nadie debería ignorar que ha roto la baraja del consenso tantas veces como le ha convenido, porque lo suyo ha sido pocas veces el bien común y sí muchas, demasiadas, la conquista del poder que conlleva el acceso a las cuentas y, con ellas, al tobogán de la corrupción y la propaganda, imprescindibles para perpetuarse en él.
Visto lo visto, cabe pensar que el PP no ha creído en la democracia y que, si ahora cree, si es que cree, es porque no le queda otro remedio, aunque, como es evidente, no se siente nada cómodo en ella. El caballo de batalla de los dirigentes populares en el gobierno del partido ha sido siempre la unanimidad, la aclamación, el mensaje unívoco, emanado de su presidente o quién sabe si de más arriba o más allá, porque lo que está claro es que los intereses que ha defendido han tenido poco o nada que ver con los de sus votantes, convenientemente aturdidos con los grandes mensajes de la patria, la unidad, el terrorismo y, mientras la suya no fue tan evidente, la corrupción.
Al PP, la moción de censura le pilló fuera de forma, con el músculo democrático debilitado, si es que alguna vez lo tuvo. Es lo que tienen los partidos que se mueven a toque de corneta, es lo que le pasó al PSOE hasta que las beses se revelaron en unas primarias que su artrítico aparato nunca quiso y que restituyeron a Pedro Sánchez en la secretaría general. Al PP, la derrota de Rajoy le dejó noqueado, con un líder poco acostumbrado a no tener en su mano todos los hilos del poder, especialmente el BOE y la propaganda, con gran parte de sus dirigentes, nacionales y regionales, arrastrando el culo por los banquillos de los tribunales, con problemas, incluso, para demostrar la honestidad de sus abultados currículos y, ahora que se han acordado de convocarla para las irremediables primarias que la mala cabeza de Rajoy y su escaso amor ha trabajo ha dejado completamente abiertas, con una militancia fantasma, difuminada en una cifra que siempre ha sido increíble, la de esos ochocientos mil militantes que no aparecen, probablemente porque nunca han existido.
Los militantes, para poder votar a uno de los seis candidatos que quedan, necesitan inscribirse y estar al corriente de pago de sus cuotas, y, ayer, cuando se cerró el plazo, apenas un cinco por ciento de esos ochocientos mil, a lo sumo cuarenta mil, lo habían hecho, de modo que ese partido de masas del que tanto había presumido la derecha no parece haber existido nunca, otra falacia más de quienes han cabalgado sobre nuestras espaldas, de mentira en mentira.

lunes, 25 de junio de 2018

DE REJAS AFUERA


Extraño país éste, en el que quien, sin salirse ni un centímetro de la ley, tiene en su mano hacer justicia y dar sosiego a una sociedad escandalizada por el trato benévolo que se ha dado a cinco salvajes, se empecine en seguir retándola con sus decisiones, sin que nadie se lo impida.
Creo que a nadie, salvo los magistrados Ricardo González y Raquel Fernandina, podía ignorar que la puesta en libertad de los cinco condenados iba a llenar las calles de indignación de punta a punta del país y. aun así, adornándola de argumentos un tanto peregrinos, la decretaron, poniendo en la calle a quienes ya habían encontrado acomodo en la prisión, donde, entre iguales, sin duda acrecentaron su leyenda de "machotes" y recibieron el consuelo de quienes, como ellos y ese odioso abogado que les defiende, creen que no hicieron nada reprochable, que sólo fueron a vivir la noche pamplonesa.
Cuentan que José Ángel Prenda ya se había convertido en estos dos años en una especie de capo de la prisión navarra y que su compañero peluquero tenía cola ante su sillón esperando turno para arreglar las cabezas de sus compañeros, cuentan, en fin, que se habían hecho a la situación que les espera para otros cuatro años, pero que, aun así, ellos, tan acostumbrados a hacer de la calle el escenario de sus correrías, los muros de la prisión les estaban asfixiando y que querían salir a toda costa.
Sin embargo, su puesta en libertad, el regreso a su barrio sevillano, a sus casas, no ha sido tan feliz como imaginaban. No sé qué esperaban, quizá en un homenaje popular frente a sus casas, ser recibidos como héroes o, lo que repugna más si cabe, como víctimas de una injusticia. No sé en qué estaban pensando los magistrados cuando decidieron interrumpir su estancia en prisión, no sé qué esperaba ese abogado retador y misógino que más que un letrado parece un agente artístico empeñado en "mover" su producto por televisiones sin escrúpulos, ante "periodistas" que lo mismo "venden" una operadora telefónica o un colchón que la victimización de quienes, todos lo hemos visto, fueron a Pamplona a cazar, a conseguir nuevas víctimas para subir a su marcador, con total desprecio a la dignidad de las mujeres, incluso la de esas madres que, para mi sorpresa, siguen defendiéndoles.
Con lo que no contaban es con la reacción de la sociedad, que, capitaneada por las mujeres, pero no sólo ellas, ha dicho otra vez alto y claro que, si lo que se les ha aplicado es ley, no se ha hecho, desde luego, justicia y que no quiere verlos libres, en la calle. Con lo que no contaban es con que, en su Sevilla del alma, salvo los descerebrados de los biris, nadie quiere nada con ellos, lo que no sabían es que no iban a ser bien recibidos en bares y locales, que difícilmente les iban a ofrecer trabajo ni que, mucho menos, alguien iba a darles conversación.
Lo que no sabían es que eso que les era tan fácil contar, eso de lo que podían presumir en la cárcel, fuera de ella, al otro lado de las rejas resulta insoportable salvo para algunos enfermos que, como ellos, no ven en una mujer, en cualquier mujer, más que un objeto para su diversión, un objeto para usar y, luego, tirar, dejar abandonado en un portal o en un banco de la calle.
Tampoco podían imaginar que su seguridad se iba a ver comprometida, que se cruzaría con gente que no dudaría en mostrarles su ira, de palabra o, me temo que también, de obra.
Yo, que no soy partidario de las rejas ni los barrotes, creo que, en este caso que nos ocupa, cumplen una doble función: por un lado, y primordial, protegen a la sociedad, concretamente a las mujeres, de la amenaza que suponen estos individuos, más sin haber cumplido la pena que se les ha impuesto y que no me atrevo a pensar que, como mínimo, les confirme el Supremo, pero, por otro, les defiende a ellos de la ira de la sociedad hasta que no hayan saldado sus cuentas con ella.
Sería muy triste que, ante la falta de sintonía con la calle que han mostrado los magistrados, alguien decidiese tomarse la justicia por su mano, más si esa venganza se extiende no sólo a los cinco miembros de la manada, sino a los suyos. No creo que en le mente de nadie, por más exaltado que sea esté el tomar venganza de ellos, pero, si así fuese, y hubiese que protegerlos se daría la paradoja de se habría levantado otra reja entre esos exaltados vengadores y quien debería estar entre rejas, para protegerles.
Dejo para el final lo más lamentable, ese soplete imaginario con el que el abogado de varios miembros de la Manada, Agustín Martínez, quiere cortar los barrotes del reproche social hacia sus clientes. Seguro que, entre sus representados y algunos medios de comunicación, execrables, por cierto, se manejan ya cifras a cambio de entrevistas con estos sinvergüenzas, cuyo único mérito es el de haber violado colectivamente y con saña a una joven de apenas dieciocho años, una joven que, además, por la ineptitud de la justicia ha sido identificada y acosada por quienes, sin duda, hubiesen querido estar en ese portal de Pamplona, hace dos años.
Por principios, no quiero rejas, pero creo que bien estaban las que los separaban de nosotros y espero que pronto vuelvan a caer sobre ellos para tranquilidad nuestra y suya.




viernes, 22 de junio de 2018

LA MANADA, EN LIBERTAD


Hoy me siento, supongo que, como millones de españolas y españoles, objeto de una burla legal, la burla reiterada de un tribunal que acaba de poner en libertad a cinco energúmenos autores de una salvaje violación que ese mismo tribunal no reconoce sino como simples abusos a una joven en los sanfermines de hace dos años. La verdad, nunca pensé que esto iba a ocurrir, entre otras cosas por el hecho de que ese mismo tribunal había negado varias veces la libertad que ahora, con la perspectiva de una condena de nueva años que podría aumentar si el supremos atiende los argumentos de la fiscalía, la acusación de la víctima y las de otras entidades públicas de Navarra, algo insólito, porque, yo mismo lo haría, la tentación de poner tierra de por medio para no volver a prisión es demasiado grande, para quienes han dado ya pruebas de moverse a las mil maravillas en el límite de lo legal.
El tribunal, mejor dicho, los dos miembros del tribunal que, en esta ocasión sí, han accedido a la demanda de los defensores de los cinco condenados, el presidente se opuso, ha sido absolutamente contradictorio en sus argumentos, hasta el punto de esgrimir la alarma social y la popularidad que en negativo han alcanzado los "machotes" en cuestión, como argumento que garantiza la no reiteración de los condenados en sus delitos. Curioso argumento éste, que, de ser cierta su existencia, dejaría en libertad al "hombre del saco" o a cualquiera de los sacamantecas de leyenda que habitan el imaginario popular, por ser de sobra conocidos.
Siempre he pensado que los jueces tienen, para bien y para mal, la soberbia de creerse un terminal del Estado, esa es su grandeza, una grandeza que, sin embargo, en ocasiones les lleva a alejarse de lo que siente y padece la calle, olvidando que la calle se equivoca menos que los individuos que la integran y que, en esta ocasión, la calle ha dado sonadas muestras de que la calle quería y quiere que los cinco condenados esperen en prisión, no a que el Supremo les ponga en libertad, algo impensable,  o eleve a veintidós sus años de condena, si toma en consideración la calificación de agresión demandada por las acusaciones y la fiscalía.
Ese aislamiento, que nace como un mecanismo de defensa, se convierte en grave patología cuando, ensoberbecidos, algunos jueces se oponen a lo que la calle pide, contradiciendo, incluso, anteriores decisiones, como queriendo remarcar que son ellos los que deciden. Quienes defienden a estos jueces dicen que el juez no debe dejarse llevar por los sentimientos. Yo creo que se equivocan, que es la ley la que requiere la ausencia de sentimientos, pero no los jueces, que deberían aplicarla desde la razón y la experiencia que nace de los sentimientos.
Dice Eduardo Mendoza, genial escritor y abogado, que todo escritor debería leer al menos una vez al año el Código Penal y el Código Civil, porque en ellos está la vida entera, aunque sin el más mínimo atisbo de sentimientos, que debe añadir el autor o, añado yo, en este caso el juez. En el caso que nos ocupa, me temo, los dos magistrados, hombre y mujer, que, a sabiendas de que a los acusados se les pide ante el Supremo una pena que dobla de sobras la que ya tienen, han buscado en la ley que tan bien conocen, los argumentos que en una lectura al pie de la letra justifiquen su decisión tomada de antemano de ponerles en libertad, olvidando la pana que la víctima arrastrará sin juicio toda su vida simplemente por querer divertirse sin miedo en los sanfermines hace dos años.
Argumentan los jueces que han dado su visto bueno a la libertad provisional que la imagen de los condenados es suficientemente conocida como para impedir su huida o la reiteración en su delito, supongo que querrán decir que pocas o ninguna mujer se pondrán en su camino. Yo me permito decir que el rostro del juez Ricardo Javier González, el del cuasi pornográfico voto particular a la sentencia, también es, no sólo conocido, sino pintorescamente peculiar, pero que, en caso de caer en su tribunal no tendría escapatoria.
Y dicho todo esto, lo que importa es que los cinco de la manada, condenados benévolamente a nueve años de prisión por unos hechos suficientemente probados y a la espera de que la sentencia se revise y se eleve considerablemente la condena, están en libertad, bajo una ridícula fianza de seis mil euros y pueden llegar a creerse, con su abogado a la cabeza, que lo suyo, la salvaje agresión a su víctima, no fue delito.

jueves, 21 de junio de 2018

NIÑOS


Quienes hemos tenido la fortuna de ser padres sabemos de sobra que los hijos son la parte no más débil, pero sí la más sensible, de nuestro cuerpo. Sabemos que la paternidad y la maternidad nos vuelven más cobardes, o más prudentes, como prefiráis, entre otras cosas, porque nos cuesta creer que esos niños que a veces no entendemos o no nos entienden serían incapaces de arreglárselas solos, sin nosotros. Una idea un tanto soberbia por nuestra parte, los niños son capaces de soportar lo que ni siquiera imaginamos, pero nosotros no, nosotros podemos volvernos locos si los niños enferman o nos faltan, nos volvernos locos sólo por no saber de ellos. Por nuestros hijos, por nuestros niños, somos capaces de hacer o dejar de hacer cosas impensables.

Por eso Trump, ese animal vestido de traje que recibe a reyes y presidentes, tiranos o no, ese horrendo ser que se abraza a la bandera como un niño se abraza a las rodillas de su padre para no dejarle ir, se sirve del llanto de niños separados de sus padres en la frontera sur de los Estados Unidos para asustar a otros padres que probablemente están pensando en cruzarla para dar a sus hijos una vida mejor que la que tienen o, simplemente, para ponerles a salvo de la muerte que galopa a su antojo en su tierra.
Esas imágenes que han dado la vuelta al mundo y que, finalmente, han obligado al energúmeno de la Casa Blanca a volver sobre sus pasos no tienen un origen muy claro. Hay quien dice que se grabaron en tiempos de Obama, el Zapatero de turno al que cargar con la culpa de todo en los Estados Unidos de Trump, y quizá sea cierto, aunque lo que importa es saber quién y para qué las ha difundido, quién ha buscado con ellas llenar de congoja el pecho de los padres y madres a punto de adentrarse en el desierto o de echarse al agua para poner pie en los Estados Unidos.
Podría ser que hubiese sido la propia Casa Blanca o sus genios de la comunicación, buscando frenar con ellas las intenciones de quienes esperan al otro lado de la frontera, o podrían haber sido quienes velan por los derechos de los migrantes, para avergonzar a quienes se creen con derecho a todo sobre todos. Da igual quien haya sido. Lo que importa es que, viéndolas, hemos sentido algo indescriptible en el pecho, un nudo en la garganta que nos ha devuelto a esa noche en que, siendo niños, solos en la oscuridad creímos estar solos y perdidos y gritamos desconsolados llamando a nuestros padres.
Ya digo que no sé qué buscaba quien difundió las terribles, insoportables, imágenes, pero lo que sé de sobra es que, si lo que pretendían era atar con miedo a los posibles migrantes, el resultado ha sido el de mostrarnos el hielo que se esconde en el corazón, si es que lo tienen, de quienes dicen defender la ley y el bien común.
Pero no nos engañemos, no hay que irse a la frontera de Tejas para comprobarlo. Basta con acercarse a cualquiera de las playas o puertos a as que llegan pateras cargadas de niños con o sin sus padres y ver como, una vez atendidos por las ONG, el siguiente paso es la desconfianza y, si es posible, la repatriación sin garantías al país de origen, sea lo que sea lo que les espere allí. A veces, incluso, basta con asomarse al barrio, al colegio público de al lado, para comprobar el calor insoportable que los niños soportan en sus aulas, un calor que recuerdo sofocante y soporífero en las clases a primera hora de la tarde y que al portavoz del PP en la Asamblea de Madrid no le parece tan importante como para justificar la instalación de aire acondicionado en las aulas, porque dice "ocurre una vez cada veinte años".
Se nota que Enrique Osorio o no tiene hijos en edad escolar o, si los tiene, estudian en un buen colegio privado, fresquito y refrigerado, con sombras en los patios. Se nota que en su casa o en su despacho de la Asamblea de Madrid no falta el aire acondicionado, aunque puede ser que el calor le recuerde a su Badajoz natal y le guste. En cuanto a lo del calor cada veinte años, se ve que no se acuerda del patán Rafael Sánchez Matos, consejero de Sanidad de Madrid por entonces, para más señas, que recomendó el “dobla, dobla y dobla”, hasta hacer el abanico para combatir el calor en las aulas y, de paso, hacer terapia ocupacional. Ambos coincidieron en el gobierno madrileño y eso no fue hace veinte años.
En cualquier caso, parece mentira que ignoremos de esa manera el bienestar de los niños que no son nuestros, sin pensar que el futuro no es nuestro sino de ellos y que, de donde les pongamos y como les tratemos, dependerá lo que sean, para bien o para mal.

miércoles, 20 de junio de 2018

DIEZ NEGRITOS


Quién le iba a decir al otra vez desde hoy registrador de la propiedad de Santa Pola que su "espantá" de la política iba a poner patas arriba a su partido, quién iba a decírselo... o no, porque más bien parece que ese terremoto que está viviendo el PP no le era ajeno entre otras cosas, porque tiene el epicentro en sus largos años de enfrentar a cada enemigo con otro, sus años de repartir el poder de modo que nadie llegue a controlarlo del todo, en el partido o en el gobierno, para hacerse, si no imprescindible, sí insustituible.
Rajoy se ha ido con el descaro que siempre le ha caracterizado, cerrando sus despachos de la noche a la mañana y supongo que satisfecho por el enorme vacío que deja a sus espaldas, vacío sobre el que van a precipitarse una tras otra las sentencias de todos los juicios pendientes de celebración sobre la corrupción que ha sido norma en el partido.
Con Rajoy caminando deprisa junto a las playas de Santa Pola donde ha conservado su privilegiada plaza de funcionario magníficamente retribuido y con poco trabajo, como a él le ha gustado siempre, su partido ha pasado a ser ese río en el que se bañaban hasta no quedar ninguno los diez negritos de la vieja canción, los mismos que sirvieron para dar vida a la trama de la novela de Agatha Christie, diez negritos que irán desapareciendo uno a uno, los aspirantes a sucederle, alguno de los cuales ya ni siquiera está para contarlo.
Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón, enfrentados por su ambición debidamente alimentada por quien ha hecho del equilibrio de fuerzas de sus enemigos una ciencia, ya son historia, como lo es también el no menos ambicioso Alberto Núñez Feijoó que hace apenas dos días se tiró en marcha del tren de la sucesión, entre hipidos y pucheros, con argumentos contradictorios y sin llegar a explicar por qué cumplir con su deber para con los gallegos y para consigo mismo le llevó a las lágrimas. No me cabe duda de que algún día lo sabremos, porque el pasado es un enemigo lento, cuando no pesado, que siempre se empeña en volver.
Desactivado el favorito, quedan las mujeres de Rajoy, todopoderosas en el partido y en el Gobierno, enemigas íntimas, tan distintas y tan iguales de las que, salvo sorpresas, saldrá la sucesora. Queda también Pablo Casado, el arrogante muchachito autoproclamado representante de los nuevos tiempos, con un currículo tan adornado, tan barroco y tan de oropel que va camino de hundirle con su peso. Hoy, sin ir más lejos, hemos sabido que todo su esplendor académico, aquí y en Harvard, viene de dos profesores que, qué casualidad, son los mismos que intentaron adornar el de Cristina Cifuentes y acabaron imputados y con su pupila en la calle.
Queda también el ex ministro de Exteriores García Margallo, más preocupado que eficaz por la crisis catalana mientras estuvo en el Gobierno y adoptado y omnipresente por Ferreras y la Sexta, como un Revilla más, locuaz y enredador, del que se sabe su animadversión a la ex vicepresidenta, qué bien le queda el ex antes del cargo, y se sospecha un quiebro final a favor de la candidata Cospedal, aunque, ya se sabe, el ego a veces ciega a los hombres y lleva su barca hacia las rompientes.
Quedan otros dos candidatos José Ramón García Hernández, autoproclamado líder del ala liberal del partido, pero con un penetrante tufo a incienso, y, José Luis Bayo, ex líder de Nuevas Generaciones y enemigo natural del cada vez menos consistente Casado, empeñado en hacernos creer sus mentiras repetidas con desparpajo parecido al que lució Cifuentes hasta su caída.
Quedan para el final Alfonso Alonso, malogrado antes de nacer como candidato y, también del norte, el exministro Íñigo de la Serna que, al filo de la campana, podría anunciar hoy su candidatura de última hora.
Diez negritos que, como en la vieja canción de cuna, atragantados unos, enredados en pleitos otros o enfermos de soledad fueron desapareciendo hasta no quedar ninguno. A estas alturas creo que ya he perdido la cuenta. De lo qje estoy seguro es que todo es posible, incluso, que el décimo negrito, el último superviviente, quizá soño pata morir más tarde, sea el propio PP. Quién sabe cuál será el final de la historia.

martes, 19 de junio de 2018

NO SIN SU DEDO


Como vaca sin cencerro. Así vi ayer al presidente gallego y, hasta hace unas horas, gran esperanza blanca del PP. Como vaca sin cencerro es como veo a partir de ahora al partido que durante casi siete años ha regido despóticamente el destino de este país. Como una vaca perdida en medio de la niebla, en el monte, vagando sin rumbo y sin dejar pista alguna de dónde está ni hacia dónde se dirige.
El anuncio de Núñez Feijoó me pillo por casualidad ante el televisor y, siento decirlo, su discurso tópicamente gallego, su afirmación negativa, sus rodeos y el doble lenguaje que impregnaba sus palabras, incluido ese "ya lo he dicho" no rimaban, en absoluto, con sus gestos, porque nadie llora por no hacer lo que le pide el cuerpo y, a él, el cuerpo viene pidiéndole desde hace años dar el salto a la política nacional, instalarse en la calle Génova para, desde allí, dar el salto a La Moncloa. Llora, lo sé de sobras, quien, de repente, se ve obligado a renunciar a un sueño y Núñez Feijoó renunció ayer al suyo.
Nadie podía sospechar, ni siquiera, quizá, el propio Pedro Sánchez, que el bastión del poder popular, resquebrajado ya por el desgaste electoral a causa de la corrupción, exhibida en toda su crudeza, como una herida infectada y abierta, cada día en cada telediario, se iba a deshacer de la noche a la mañana como un azucarillo en el agua. Nadie podía prever, tampoco, la escandalosa huida de Rajoy del poder, de la que la larga sobremesa en ese ya famoso restaurante no fue más que un anticipo, una huida que no es más que la lógica consecuencia de lo poco acostumbrado que estaba Rajoy a no tener en sus manos el poder, del gobierno o del partido en sus manos.
Aunque se haga ver lo contrario, nadie quiere estar con los perdedores y Rajoy acababa de perderlo todo, las joyas de la familia incluidas, en la partida definitiva sobre el tablero del Congreso. Nadie quiere acompañar a los perdedores más allá de una ovación o unas lágrimas y Rajoy lo había perdido todo, también el partido, porque es difícil pensar que pudiese mantener el poder en un partido lleno de muertos vivientes, gente con despacho que huele a naftalina, que hace ya años que dejó de vivir su momento y de tener el favor de las urnas.
Rajoy se fue en una tarde y, al contrario que Fraga o Aznar, no dejó nombrado heredero, dejando para el futuro un damero maldito imposible de resolver, un damero en el que todas las casillas están aún por rellenar, casillas en las que se escribe con tinta de ambición, cuando no con tinta de odio o sed de venganza. Rajoy se fue sin señalar con el dedo a su sucesor y sin dar tiempo a consolidar el consenso que hiciese posible presentar un único candidato que facilitase otra proclamación por aclamación en el próximo congreso del partido, como había ocurrido hasta ahora, así que la carrera que se espera ahora es una de esas carreras llamadas de demolición, en las que todo está permitido, incluidas, sobre todo, las zancadillas y los empujones al contrario.
Seguro que Feijoó ha repasado estos días, mentalmente, una y otra vez, lo que podía haber sido y lo que sería su carrera hasta el despacho de Génova 13 y posteriormente a la Moncloa. Habrá repasado lo que podía haber sido u viaje entre algodones. con todo el aparato del partido a su favor, acudiendo sólo a las plazas más amables, con la lucha a brazo partido con candidatos que conocen mejor que él el partido y el resto del país.
Quizá por eso, ha renunciado al que había sido el sueño de su vida, ese salto a la política nacional, un salto que iba a dar apoyado por su amigo Mariano, para caer en los brazos abiertos del partido. Quizá porque, sin ese dedo, el camino estaría lleno de espinos. Por eso, Núñez Feijoó ha preferido quedarse de cabeza de ratón en Galicia, antes que cola de león entre otros leones en Madrid. Seguro que Feijóo habrá tenido tiempo estos días para recordar esta frase, atribuida a Francisco de Borja, que tan bien se ajusta a su desolación: "no he de servir a señor que se me pueda morir"
Quizá por eso mientras su boca decía no a la candidatura, sus sollozos contenidos, su rostro a veces desencajado, gritaban que sí, que hubiese querido ser el sucesor de Rajoy, aunque, claro, no sin su dedo.

lunes, 18 de junio de 2018

BIENVENIDO AQUARIUS


Las imágenes que este fin de semana han "invadido" las pantallas de nuestros televisores no pueden ser más que bienvenidas, porque, por primera vez en mucho tiempo, nos han permitido ver de cerca el rostro de quienes, pretendiendo sólo vivir seguros o dar a sus hijos una vida mejor y más feliz, han pasado muchos días con sus noches, siempre a la deriva, en un mar que muchos veían por primera vez, del mismo modo que el seguimiento exhaustivo de lo que, a su pesar, acabó por convertirse en un espectáculo nos permitió conocer sus historias de dolor y persecución, sus sueños, y el horror, la injusticia o la miseria de la que huyen.
Qué lejos quedan de esas vidas todas las historias de violencia y delincuencia, de rufianes y ladrones con las que tratan de asustarnos quienes lo único que pretenden es hacerse con nuestro voto, rebozado en miedo y desconfianza. Yo no vi nada de eso en mi televisor. Yo lo que vi fue la emoción, el miedo o el cansancio de quienes llevan días tocando su sueño con la punta de los dedos, frente a las costas de Italia, un sueño que el infame Salvini quiso borrar de un plumazo, porque era eso lo que convenía a su partido fascista.
No. No son ellos los delincuentes, los que se echan al mar en pateras, los verdaderos delincuentes son los dictadores y los señores de la guerra de sus países de origen que, como perros de presa, defienden los diamantes, el coltán o el petróleo que, a este lado del mar, facilitan nuestra vida de dioses sin conciencia y mirar por encima del hombro as quienes todas las noches sueñan con ese falso paraíso al que se asoman a través de la tele del pueblo, igual que nosotros soñábamos, como en Bienvenido Míster Marshall, con las casas con jardín y los "haigas" de los americanos.
Los delincuentes son esos y no los jóvenes, las madres que ponen a sus hijos en una barca, como dice la Biblia que hicieron con Moisés, porque el peligro está en tierra y no en el agua liberadora, No lo son, desde luego, esos niños o las jóvenes embarazadas, muchas de ellas a su pesar o violadas en el camino, que traen en su vientre el fruto y la esperanza de una Europa multicolor, más justa y menos ensoberbecida.
Han sido muchas, demasiadas quizá, las emociones de este fin de semana a bordo del Aquarius, han sido demasiadas expresiones de miedo y dolor, demasiadas miradas cansadas y tristes, demasiado el desconcierto de quien lleva ya muchos días sufriendo en el mar, sin que le dejen pisar la costa que ve desde la borda del barco sucio y, necesariamente, mal pertrechado que comparte a su pesar con otros seres tan asustados y tan esperanzados como ellos, sin que gente de traje y corbata les deje pisar esas playas que son de todos.
La historia del Aquarius, en mayor o menor proporción, es la historia de decenas de buques parecidos y podría haber acabado tan mal como aquellas, incluso con la devolución del pasaje a los horrores de cualquier puerto libio, pero quienes estaban a bordo del Aquarius tuvieron la suerte de que los jueces de la Audiencia Nacional condenasen por corrupción al partido que ocupaba el gobierno en España, la suerte de que, por primera vez en mucho tiempo, la oposición a Rajoy, la de verdad, no la otra, se viese con ganas, que motivos siempre hubo, para enseñarle la puerta de salida y de que lo hicieran. Tuvieron la suerte de que quien estaba en el centro de esa operación, el socialista Pedro Sánchez, no pudiera soportar la hipocresía de la vieja Europa y, sin pensarlo demasiado y en contra de las "buenas costumbres", ofreciera los puertos españoles para el atraque del Aquarius y el desembarque de los centenares de refugiados que hace cinco días llevaba a bordo. Algo que, probablemente, a Mariano Rajoy no se le hubiese pasado por la imaginación
Toda una suerte para los náufragos, pero más aún para nosotros que por fin y a su lado hemos podido conocer sus historias y sentir su dolor. Toda una suerte para la propia Europa, que estos días se ha visto sacudida y avergonzada por el gesto de España. Toda una suerte ver por fin las lágrimas de alegría de los desembarcados, de estos nuevos balseros. Por todo ello ¡Bienvenido Aquarius!

viernes, 15 de junio de 2018

UN PERFUME EMBRIAGADOR


Sé que es un asunto trivial que, comparado con la tragedia que día a día ocupa y preocupa a muchos ciudadanos, todo lo ocurrido en torno al sorprendente fichaje de Julen Lopetegui como entrenador del Real Madrid y su cese fulminante como seleccionador nacional de fútbol, no debería entretenernos ni un minuto, pero las formas del señorial Real Madrid, léase Florentino Pérez, han sido tan groseras tan caciquiles, tan de quien piensa que, porque paga, tiene derecho a hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera, o, como dice un amigo "yo, donde pago, cago" que no puedo sustraerme a tan apasionante y envenenado debate.
No he escuchado a nadie, salvo a los seguidores del Real Madrid y no a todos, defender esa política de talonario y tente tieso, tan propia de quien pasó de una carrera política que arrancó como concejal del Ayuntamiento de Madrid a súper empresario de la construcción y muchas cosas más en un tiempo récord. Y, si no lo he escuchado, es porque es muy difícil, si no es desde la pasión partidaria, defender una operación desleal que ha tenido como consecuencia el descabezamiento del equipo nacional a dos días de su debut en el mundial de Rusia.
Todo arranca con la dimisión de Zidane como entrenador del Real Madrid, sin que haya llegado a saberse muy bien por qué quien había ganado tres "champions" en dos años y medio dejaba el cargo y la gloria que perseguiría cualquier entrenador. Yo, que admiro a Zinedine Zidane como deportista y como personaje, me acordé de aquel cabezazo que dio en el pecho al italiano Materazzi en la final del Mundial de Alemania, que le costó la expulsión y que le llevó a poner fin a su carrera como jugador.
Materazzi le había insultado además de menospreciar gravemente a su hermana y el francés puso su dignidad por delante de todo lo demás y no me resulta difícil que su segunda salida del Real Madrid tuviese algo que ver con algún atropello a esa dignidad, legendaria en él.
Con su gesto, el entrenador hizo un "siete" al proyecto de Florentino para la próxima temporada, un proyecto que muy probablemente no compartía, de modo que al patrón del Real Madrid no le quedó otra que ponerse a buscar un recambio para Zidane, búsqueda en la que se le cerraron más puertas de las que su orgullo se esperaba. Así que, necesitado como estaba de encontrar a alguien con nombre y, además, dispuesto a sufrir las presiones y arbitrariedades que todos los entrenadores del Madrid sufren antes o después y acuciado por las prisas de la pretemporada, lo buscó en corral ajeno.
Y ese corral no era otro que el de la selección nacional, con la que Lopetegui, acababa de firmar una renovación por dos años más.
Hasta ahí, salvo por la falta de lealtad a la federación, todo podría considerarse legal, poco o nada ético, pero legal. Sin embargo, ya con la gallina en el talego, debió caer en la cuenta de que, si Julen Lopetegui fracasaba en el mundial, una eliminación prematura sería un fracaso, él, Florentino Pérez, haría el ridículo fichando a un fracasado, así que no le quedó más remedio que, por lo que pudiera pasar ya en el partido de esta tarde ante Portugal, anunciar el fichaje tres días antes del arranque del campeonato para España.
Dicho y hecho. Sin encomendarse a dios ni al diablo, anunció el fichaje antes de lo previsto y sin contar con la federación, cuyo presidente, para más inri, no fue atendido al teléfono por Lopetegui que, como recordó una y otra vez, el presidente Rubieles, era todavía empleado de la Federación. De modo que Rubieles "despidió" a su seleccionador, poniendo la dignidad, otra vez la dignidad, de la Federación por encima de los hechos consumados impuestos por Florentino y Lopetegui.
El entrenador regresó a España sin abrir la boca, salvo para decir que estaba triste, y fue secuestrado prácticamente a pie de avión por los hombres del Real Madrid que en un enorme coche negro con los cristales blindados se lo llevaron, poniéndole fuera del alcance de la prensa hasta que ayer tarde, en un palco del Bernabéu, rodeados por una claque que aplaudía los discursos y las tímidas y un tanto obvias preguntas de la prensa, salvo una, la más interesante, que fue vergonzosamente abucheada por la claque.
Todo: la negociación impertinente, el avasallamiento, ese anteponer los intereses y, sobre todo, el ego del Real Madrid y su presidente, a los del equipo nacional, ese coche siniestro en Barajas, ese coro de zarzuela en la rueda de prensa, esas maneras, esa propuesta que no se puede rechazar, tienen para mí un perfume embriagador y una melodía escrita por el gran Nino Rota.
Ah, y por cierto, no quiero ni imaginar de qué estaríamos hablando ahora si, en vez del Real Madrid, hubiese sido otro, especialmente uno, el equipo quue entra en el corral de la federación.

jueves, 14 de junio de 2018

URRACAS Y JAURÍAS


Vaya por delante que, hasta que le vi hace días en el programa de Andreu Buenafuente, Màxim Huerta era, para mí que me cuido "muy mucho" de consumir Tele 5, un perfecto desconocido que no dejó de causarme una cierta simpatía, Dicho esto, reconozco también que la decisión tomada por Pedro Sánchez hace una semana de hacerle ministro me sorprendió, aunque quise ver en ella un intento de convertirle, dada su simpatía, una especie de "relaciones públicas" del gobierno, siempre dispuesto a personarse en los palcos, en acontecimientos deportivos o teatrales listo para inaugurar exposiciones o a entregar premios a los héroes de la Cultura que, en España, son doblemente héroes.
Sus razones tendrá Sánchez, me dije, y me dispuse a ir descubriéndolas, entre otras cosas porque el modelo de ministro culto y elitista no ha dado, por lo general, buen resultado en este país de leer poco y pensar menos. Sin embargo, no he tenido tiempo de encontrarlas, porque el pasado, cruel, ha venido a visitarle, demostrando a Huerta que el tiempo que todo lo cura ni olvida ni ayuda a perdonar, y, de paso a recordar a Sánchez que somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras. Y me alegra que así sea, porque, si aplaudí al líder socialista por su firmeza ante las trampas fiscales de Monedero, ayer me alegró que esa intolerancia para con la dudosa ética del que entonces era uno de líderes de Podemos, haya servido de vacuna contra la tentación de tolerar el más mínimo compadreo con la dudosa ética de quienes utilizan o han utilizado la ingeniería fiscal a la hora de pagar sus impuestos, que son los nuestros.
Tuvo razón ayer Huerta, a la hora de su airada, aunque la quiso pasar por humilde, despedida, son muchos, demasiados añado yo, los que han usado su método, el de crear sociedades interpuestas, para ahorrarse parte de sus impuestos. Han sido muchos y mucho lo que, como urracas, han escondido en su nido lo que debiera haber sido de todos, porque los impuestos, no me cansaré de repetirlo, son la manera en que los estados modernos y democráticos redistribuyen la riqueza que se genera en ellos, los impuestos sirven para que, con parte de lo mucho que ganan algunos, llegue algo de ese bienestar al que todos debemos aspirar a los muchos que, por su cuna o sus circunstancias, no lo tienen.
Sin embargo, el hecho de que hayan sido muchas las urracas, especialmente entre actores, deportistas, músicos, escritores o periodistas, que han camuflado una parte de sus ingresos en esas sociedades, no es más que un gesto egoísta que nada tiene que ver con la ética exigible a cualquiera, pero aun más a quien se pone a las órdenes de un gobierno que tiene la defensa de lo público como estandarte. Y es que, aunque les cueste creerlo, no todo lo que se les paga por su actividad es suyo y, si creen que su trabajo vale más, deberían reclamárselo al que les contrata y no escondérselo al Estado, privándole de pagar con él las vendas, las medicinas y el instrumental de los hospitales, las pizarras, los pupitres y los ordenadores de escuelas y universidades, las carreteras, los aeropuertos y los trabajos de quienes, en ellos, trabajan para todos nosotros.
Por todo ello, me parece muy bien que Huerta haya sido cesado o se haya visto obligado a dimitir, lo que viene a ser lo mismo. Ha sido un poco urraca con esos impuestos que son, si no de todos, sí para todos. Y reconozco también que le doy un poco la razón en su revolverse contra quienes calificó de jauría. Entre otras cosas, porque, en esa jauría que tan duramente se ha empleado en su persecución hay muchas, demasiadas urracas que se han llevado y se llevan a su nido lo que debería ser de todos.


miércoles, 13 de junio de 2018

REALEZA Y REALIDAD


Iñaki Urdangarín, el coprotagonista de la "historia de amor" vivida por la hija menor del rey Juan Carlos está solo a horas de ingresar en prisión, otra cosa sería un escándalo insoportable, y mucho me temo que, quienes se llevaron millones a espuertas de las arcas de Valencia y Baleares aún siguen considerándose víctimas de una injusta cacería.
Urdangarín, hijo de un empresario vasco, parecía ese cromo buscado para completar el álbum de cromos de la familia real española: la misma talla, el mismo pelo rubio, el mismo perfil deportivo que el resto de la familia, en resumen, un padre perfecto para los nietos de un rey, de no ser porque nunca pareció muy despierto ni muy trabajador, salvo para pretender vivir como un rey sin serlo y apuntarse a un tren de vida escandaloso, incluso, para el yerno de un rey con trono.
Ahora, después de agotar todas las instancias legales, con la única posibilidad abierta aún de recurrir al Tribunal Constitucional, como si la discriminación de que fueron víctimas él y su esposa Cristina hubiese sido negativa y no el trato de favor del que a todas luces disfrutaron. Piénsese que el cuñado del rey lleva ya más años en los tribunales que los que le esperarían en prisión y que, si eso ha sido posible es porque el matrimonio ha contado con la asistencia legal de los mejores abogados y con los recursos económicos que para sí quisiera cualquier imputado.
Piénsese también que la primera sentencia, afortunadamente corregida ayer por el Supremo, castigaba con mayor rigor al socio de Urdangarín que al propio ex duque, como queriendo atribuir a Torres la iniciativa de la gran estafa que urdieron contra diversas administraciones. Se sienten discriminados y víctimas cuando, a estas alturas, cualquier otro mortal con sus delitos a cuestas llevaría años en prisión y se sienten acosados y yo diría que asqueados por tener que vivir en un país que, eso lo callan, lleva años pagando sus cuentas.
Lo peor de todo es que este personaje y por extensión su ignorante e irresponsable esposa, eso alegó en el juicio para no ser condenada, no tienen conciencia de haber delinquido. No tienen conciencia de que "poner el cazo" y que te lo llenen por tu cara bonita no le pasa a casi nadie. No tienen conciencia de que bastante es vivir a cuerpo de rey o de infanta, vivir en un cuento de príncipes y princesas es la excepción y debería bastarles, más en un país que ya las estaba pasando canutas. Claro que ellos, a las orillas del lago Leman o en la costa mallorquina es difícil acordarse de los ancianos mal cuidados, de los niños mal alimentados o de la gente que lleva años buscando trabajo.
Sin embargo y frente a esa terrible realidad, nos hablan de crucifixión, de sufrimiento o de esos cuatro niños guapos y rubios que van a dejar de ver a su padre durante una temporada o de esa hija de rey que tendrá que conformarse con visitar a su amado esposo sólo cuando lo permita su régimen penitenciario, como la mujer de cualquier recluso, aunque, claro, sin colas ni prisas y probablemente de una manera discreta. 
Va a ser un viaje largo y difícil, para el que, supongo, les habrán preparado todos esos psicólogos que la prensa especializada en sacar brillo a la familia dice que han visitado, un viaje de la realeza a la dura realidad. Bienvenidos a ella, señores.

martes, 12 de junio de 2018

QUIÉN ES QUIÉN


En días como éste me viene insistentemente a la memoria una frase, la gran coartada de quienes, se sentían cómodos con lo que había y conjuraban cualquier cambio posible y está claro que lo eran, con ese "todos son iguales" que desde el más canalla de los cinismos trata de imponer la resignación a quienes viven la esperanza del cambio. 
Si me viene a la memoria la maldita frase, es porque, ayer mismo, horas después de que el fascista ministro del Interior italiano, Mateo Salvini, negase el atraque en puerto italiano al Aquarius, con más de seiscientos inmigrantes africanos a bordo, el gobierno español, la comunidad valenciana y la ciudad de Valencia, lo mismo que Euskadi y varias ciudades de toda España se ofrecieron a dar a los embarcados la tierra firme y el refugio que necesitaban desesperadamente.
El gesto del nuevo gobierno contrasta con la vergonzosa y peligrosa actitud del gobierno italiano y con la cínica apatía de la Unión Europea, pero no sólo con ellas, también con el descaro con que los gobiernos de Rajoy han incumplido sus compromisos con Bruselas para acoger a los inmigrantes huidos de la martirizada Siria, anunciados a bombo y platillo y siniestramente burlados,
Evidentemente no es lo mismo ese gesto, esos gestos, porque han sido muchos, desde el lehendakari Urkullu a particulares de toda España, que a tantos nos llena de orgullo, que la miserable mezquindad de García Albiol que, al contrario que la mayoría, acusó de buenismo al gobierno socialista y volvió a la coherencia del alcalde xenófobo de Badalona que fue, aquel que estigmatizó a parte de sus vecinos, porque su raza, su lengua, su modo de vida o su pobreza le era incómodos.
Quizá a Albiol le escocía la sentencia en que la Audiencia Nacional acusaba ayer mismo a su partido de haberse financiado ilegalmente a través de empresarios a los que luego, "en diferido", se premiaba con adjudicaciones de obra pública y contratas, sentencia en la que se ponía al descubierto la cueva de ladrones en que el PP había convertido la Comunidad de Valencia.
No, evidentemente, no todos son iguales, no son la misma cosa quienes se telefonean ofreciéndose los trozos de la tarta conseguida a costa de menos o peores colegios, hospitales o residencias de ancianos que quienes han conseguido que, en apenas unas horas, Valencia pase de avergonzarnos y avergonzar a los valencianos, con su injusto significado de corrupción y burla, a llenarnos de orgullo y esperanza solidaria.
Curiosa la actitud de Albiol, planteando pegas y recelos, si no negando implícitamente la solidaridad y el apoyo a los seiscientos rescatados del Aquarius, cuando él mismo es un náufrago más en el barco a la deriva que es el PP, abandonado por el capitán frente los arrecifes tras el temporal de una moción de censura que no supo o no quiso capear. Curioso el náufrago que niega el auxilio al náufrago, quizá porque no quiere que Ciudadanos y su "los españoles primero" le arrebate su título muy bien ganado de xenófobo entre los xenófobos.
No. no es lo mismo votar a unos que votar a otros, por eso es tan importante que, a la hora de votar, sepamos muy bien quién es quién y sobre todo quiénes somos nosotros, para no equivocarnos otra vez.

lunes, 11 de junio de 2018

ALIVIO


Cuesta creer que hace apenas una semana era Mariano Rajoy quien ocupaba la Moncloa, más aún que un gobierno sustentado en apoyos tan precarios como el del nuevo inquilino, Pedro Sánchez iba a despertar tanta ilusión y tantas esperanzas. Es más, cuesta creer que nosotros, los españoles que no hace tanto decíamos preferir al PP o a Ciudadanos en las encuestas, de la noche a la mañana, damos nuestro apoyo a Pedro Sánchez y su partido, por encima del partido que ya nunca será de Rajoy o el del desvanecido Albert Rivera.
La única explicación que soy capaz de darme es la de que España y los españoles sobrevivíamos en un coma profundo, aislados de la realidad, alimentados artificialmente por la sonda de los telediarios con los argumentarios salidos de la calle Génova, cansinamente aderezados por el discurso mentiroso y prefabricado de Ciudadanos. Un coma en el que hemos sobrevivido mecánicamente, mientras se iba deteriorando e iba perdiendo reflejos el tejido que conforma nuestra sociedad.
Ha bastado un fogonazo de ilusión para que esos reflejos ausentes hasta ahora en nosotros comiencen a manifestarse poco a poco devolviéndonos a la realidad del mundo de los vivos de la que hasta ahora parecíamos ajenos. Tanto es así que me atrevería a decir que, a las calles, al menos las calles por las que yo me muevo, se le ha pintado otra vez la sonrisa. Ha bastado con tener un gobierno que, por fin, parece sacado de los deseos y las necesidades de la gente corriente.
De todos modos y hasta cierto punto es lógico, los agoreros profesionales, los de a tanto la pieza, no se han dado u descanso este fin de semana para buscar lo que creen defectos de todos y cada una y cada uno de los ministros y ministras de Sánchez, especialmente los de estas últimas, para, con ellos, pintar el retrato grotesco y amenazante, con el que pretenden atemorizar a los suyos y amargarnos la fiesta a los demás. Sin embargo y por más que lo intenten, conmigo lo van a tener difícil, porque soy de los que desconfían de lo impecable, como recién salido de la tintorería, y prefiero las arrugas que marcan en el rostro y en las ropas el mapa de lo vivido.
Hay quien me advierte de que estoy demasiado ilusionado, de que no le encuentro faltas al gobierno, y quizá tenga razón, pero esas faltas prefiero encontrarlas yo mismo en lo que hagan, antes que asumir sin más lo que algunos dicen que han hecho. Este fin de semana he tenido la suerte de encontrarme, por ejemplo, con todo el sentido común y la fuerza de la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, envueltos en ese su acento extremeño que refuerza la veracidad de lo que dice. También he visto al ministro de Cultura y Deporte, Màxim Huerta, topándose de narices con la "gloria" de un ministerio más protocolario que otra cosa, en el que raro será el día en que no se vea obligado a entregar premios, aplaudir a deportistas, inaugurar exposiciones y asistir a estrenos, una actividad para la que vienen mejor, sin duda, los cuarenta y tantos años y las tablas de Huerta que las horas y horas de biblioteca y escritorio que algunos le reclaman.
También, cómo no, he escuchado con satisfacción a la ministra Batet, hablar de la necesaria reforma de la Constitución, descolocando una vez más, a los independentistas y su discurso, o, esta misma mañana, a la ministra de Defensa acompañarla en el mensaje. Todo un alivio comprobar, por primera vez en años, que desde el gobierno de la nación se abandona la política del palo, para compartir las zanahorias en la mesa del conflicto.
Ahora, sólo hace falta lo que en este país y especialmente en el viejo PSOE he echado de menos, la pedagogía imprescindible para conseguir que se entienda que hay que arriesgar para ganar, tener el valor de descolgarse del discurso fácil y seguidista del PP, para explicar que juntos y distintos somos mucho más que unidos, pero enfrentados, por la fuerza. Sería para mí un alivio que así fuese.

viernes, 8 de junio de 2018

NO NOS LO ROMPAIS


Han pasado apenas dos días y aún no me he acostumbrado a escuchar "gobierno" y pensar que éste sí es el mío, el que va a trabajar para mis vecinos, para tantos niños encadenados demasiadas horas a una tele mal alimentados, matando el hambre y la insatisfacción con ganchitos, mientras sus padres están en el trabajo o lo buscan, el que, espero, se va  a ocupar de tantos ancianos atrapados en pisos inaccesibles, de los que sólo salen para ir al hospital y, muchas veces, no volver, ancianos que lo han dado todo en la vida y malviven de pensiones que más que serlo son afrentas a la dignidad humana, un gobierno que va a trabajar para que mi hija y todos esos jóvenes tan preparados, mucho más que nosotros, sus padres, tengan un trabajo digno y, sobre todo, esperanza, la esperanza necesaria para formar una familia, un gobierno, en suma, nuestro y para nosotros.
Aún me cuesta, porque, durante siete años, gobierno sonaba a afrenta, injusticia, prohibición y dolor, porque andaban más pendientes, aunque sólo fuese de cara a la galería, de vírgenes y cristos que de la gente de carne y hueso que lo está pasando mal, un gobierno que ha enriquecido a sus amigos y se ha enriquecido, en dinero y en currículos, mientras abandonaba "guetizándolos" escuelas y barrios, un gobierno que, en la universidad, ha levantado barreras insalvables para la gente humilde, la de los barrios, esa que, ahora, llena la foto "de familia" del que le ha sucedido, el de Pedro Sánchez.
Aún me cuesta, siete años son muchos años, pero ya me estoy acostumbrando a pensar que éste es, por fin, mi gobierno. Y no sólo eso, estoy dispuesto a defenderlo de quienes ya lo están atacando con saña, porque esperaban no sé qué de él, quizá un suicidio ritual en pantalla grande y tecnicolor, con demasiados secundarios que quieren ser protagonistas, dispuesto también a criticar sus errores cuando los haya, pero no a sumarme al coro de los que se la cogen con papel de fumar, diciendo a los cuatro vientos y a quien quiere escucharles, no lo que piensan, sino lo que egoístamente les conviene.
Ma van a tener enfrente todos esos que no la han dado ni veinticuatro horas, para mentir que Pedro Sánchez ha hecho este gobierno pensando en satisfacer al PP y Ciudadanos, porque acusarles de eso es una canallada sin nombre. Lo mismo que lo es acusar a Sánchez de haberse olvidado de quienes le apoyaron, porque ese apoyo, al menos el que le dio el que más se queja, el voluble Pablo Iglesias, que públicamente dijo una y otra vez que en su apoyo a la moción no había condiciones.
Del mismo modo, quejarse de nombramientos como el de Borrell para Exteriores es toda una falacia, porque no se me ocurre nadie mejor que él para ese cargo en el que, además, la experiencia es vital y Borrell la tiene, un hombre que ganó las primeras primarias del PSOE y lo hizo en contra del mismo aparato que entregó el partido al IBEX 35, con la inestimable ayuda del diario EL PAÍS, hoy en el taller, regalando a Rajoy dos años más de gobierno. Quejarse también de que Margarita Robles en su toma de posesión invoque la Constitución es un grave insulto a la inteligencia, porque parecen querer olvidar que Margarita Robles, siendo una jovencísima juez en el Euskadi de “los años de plomo”, investigó casos de torturas por parte de guardias civiles, como el secuestro y asesinato de los etarras Lasa y Zabala, cuando eso no sólo era incómodo, sino, ademáis, peligroso.
En cuanto a Grande Marlaska, démosle unos días, entre otras cosas, porque no recuerdo y no creo que exista un solo ministro del Interior que pueda satisfacer a la izquierda, ni siquiera los que provienen de la izquierda. Alguien me dijo una vez que el ministro del interior es el que lleva el camión de la basura de los gobiernos y que eso mancha y huele. Por eso confío en que Sánchez haya tenido sus buenas razones para elegir a Grande Marlaska y que si les, nos, defrauda lo cesará sin tardanza.
Pienso y siento que sea así, que el comportamiento de Podemos, si no de todo Podemos, ahí está si no la elegancia y clarividencia de Errejón, sí el de Pablo Iglesias, responde a la maldita maldición de la izquierda, incapaz de colaborar, aunque no hacerlo implique el suicidio. Iglesias, que se caracteriza por no prever los comportamientos de lo que, como su partido, no puede controlar, se ha dado cuenta y tarde de que Pedro Sánchez ha sido más brillante de lo que él estaba dispuesto a concederle y ha sido capaz de despertar, con sus gestos cargados de laicismo tranquilo y ven sus nombramientos, esa ilusión, ese creer que aún es posible, que muchos y quizá yo el primero ahora sentimos. Lo dicen ya las encuestas, incluso o especialmente, entre los votantes de Podemos. Lo que ocurre es que por más que nos diga otra cosa el proyecto de Iglesias es Pablo Iglesias y parece preferir el fracaso de Sánchez a que éste recupere el electorado que el PSOE le prestó.
Lo que suceda en los próximos meses va a ser crucial para el futuro de este país y quién sabe si de la misma Europa y por eso me perito implorar a Sánchez que no nos defraude y a Pablo Iglesias y a sus fieles en Podemos que no nos rompan esto que acaba de nacer y que tanta ilusión nos despierta.

miércoles, 6 de junio de 2018

EL MÁS MISERABLE


Nadie podía imaginar hace tan sólo unos días que Mariano Rajoy iba a interiorizar lo que le venían diciendo las urnas en los últimos tiempos: que la corrupción sí acaba por pasar factura y a él y a su partido se la estaba pasando. No quiso verlo y, en su manipulación de la realidad, no hacía otra cosa que insistir, ayer mismo, en su despedida lo hizo, en la letanía de que debe gobernar quien gana las elecciones y en que él, otra media verdad, nunca las había perdido, sin querer darse cuenta de que, en España, gobierna el partido que más apoyos reúne para hacerlo ni que quienes le apoyaron el viernes en la moción apenas sumaban once millones de votos en las urnas, mientras que los que llevaron a Pedro Sánchez hasta La Moncloa, superaban los doce.
No, Rajoy no quiso darse cuenta de que la victoria, el gobierno, depende sólo de bajar los impuestos, manipular los datos económicos o prometer una y otra vez lo que no se puede cumplir. Tampoco se dio por enterado, a pesar de haberla despertado en su favor, de que la justicia es un gigante dormido al que cuesta poner en movimiento, pero que, una vez en marcha, es imposible de parar, algo que ha experimentado en sus carnes y las de los suyos.
De todos modos, no han sido esos sus mayores pecados políticos, por más que él y los suyos llamen usurpación del poder a que ciento ochenta de trescientos cincuenta diputados aprobasen su censura después de las duras condenas al PP y varios de sus dirigentes en el primer juicio por la trama Gürtel.
Su mayor pecado fue el de no matar al padre, el de no desmontar el falso prestigio de un personaje como Aznar, incapaz de cualquier sentimiento, fundamentalmente los de la culpa, el arrepentimiento y la piedad, incapaz de ver el mundo, si no es desde el fondo de esa mirada sombría, helada, llena de dureza, desde esa mueca de quién no sabe reír ni llorar. El mayor pecado de Rajoy, su mayor error ha sido el de no desmontar al oscuro personaje que le precedió y asumir sin cambios la cómoda y eficaz maquinaria que dejaba, quedándose con la herencia de la corrupción sembrada por el modelo de partido que le había dejado Aznar. 
Rajoy no se atrevió a matar al padre que se quedó, protegido por los ultraconservadores del Tea Party, a sueldo de Rupert Murdoch, cobrando aplazada y en diferido la coartada que el español bajito había dado a la infame coalición que invadió Irak para dar rienda suelta a los negocios de venta de armas y suministros, de reconstrucción de todas esas infraestructuras innecesariamente arrasadas y de alquiler de pistoleros a sueldo para proporcionar falsa seguridad a un país despojado de cualquier atisbo de organización No se atrevió con él y le dejó entretenido en su fundación, convertido en una especie de oráculo siniestro que se hace presente en los peores momentos del partido al que empujó hasta donde está, para echar sal en las heridas abiertas.
Ayer, claro, no podía faltar a la cita para sobrevolar como el carroñero que es el cadáver aún fresco de su sucesor, Mariano Rajoy, que algo barruntaba cuando esa misma mañana, en su emotiva despedida, emotiva hasta las lágrimas, se cuidó de marcar la distancias con el señor de las tinieblas, advirtiendo de que se ponía a la orden del sucesor que eligiese el partido, subrayando ese "a la orden", como un reproche preventivo a Aznar.
Pero a Aznar siempre le ha dado igual, antes y ahora, el futuro, el bienestar ajeno. Tampoco le han importado las formas, algo que debe ser de familia, porque no hay más que ver el papel de la familia Aznar-Botella en el expolio de las viviendas sociales que fueron de todos los madrileños, dejando en la calle a centenares de familias incapaces de pagar la desproporcionada subida de alquileres que los fondos buitre beneficiarios del saqueo les han impuesto.
Ese es José María Aznar, el personaje que regresó ayer de las tinieblas para, pausadamente, leyéndolo de un cuaderno abierto sobre la mesa, con voz impostada, se exculpó de cualquier pecado cometido por su partido y se ofreció con descaro, sin encomendarse a dios ni al diablo, para reconstruir lo que llamó el centro derecha. Ese es José María Aznar, el ser más miserable que ha pasado por la política española, removiendo la carroña del que un día fue su partido, el PP hecho a su imagen y semejanza que el viernes naufragó en el Congreso.

martes, 5 de junio de 2018

OTRA VEZ MOHíNA


Qué lejos quedan ya las elaboradas imágenes con que, en cada crisis interna, el Partido Popular trata de mentir su unidad ¿De cuántas de estas fotos se han esfumado parte de los protagonistas? ¿cuántos han caído en desgracia o han tenido que desaparecer de la vida pública? Demasiados ¿Verdad? Pues si eso ha ocurrido con el PP en el Gobierno, imaginad lo que puede dar de sí el álbum familiar en la calle Génova, ahora que no hay cargos... ni sueldos que repartir.
Alguien se tomó la molestia de hacer la cuenta en las horas que siguieron al triunfo de la moción de censura de Pedro Sánchez y le salieron nada menos que mil trescientos cargos de designación y, por tanto, oros mil trescientos sueldos nada despreciables que dejarán de entrar en casa de los cesados, algo que resulta trágico en algún caso, como el del ministro de Economía, Román Escolano, que dejó la vicepresidencia del Banco Europeo de Inversiones, para completar en el ministerio los dos años de legislatura que le restaban a Rajoy y que apenas va a estar tres meses en el cargo, sin retorno posible a su empleo anterior.
No es de extrañar, pues, que la ansiedad se haya apoderado de muchos dirigentes del partido, ya que pierden cargos y puestos dentro y fuera del partido, dada la tradición, en el PP y otras formaciones, de dar refugio dentro de la formación o en las administraciones autonómicas a quienes tienen que dejar el gobierno de la nación. Más, si se tiene en cuenta que se abre un nuevo tiempo en el que la travesía del desierto para el PP puede ser, con Ciudadanos en el panorama, mucho más larga, si no eterna, y que la pérdida del poder puede ser definitiva.
Lo que está claro es que el modo de entender la democracia interna que se estila en el PP no va a dar oportunidad a asistir a una lucha abierta por el poder, como la hemos podido ver recientemente en el PSOE o en Podemos. El dedo de Rajoy es mucho dedo y, ni siquiera la constatación de su estrepitoso fracaso, la evidencia de su escaso conocimiento de la realidad o todo el rencor acumulado frente al resto de formaciones políticas, van a propiciar el relevo a corto plazo que su partido necesitaría.
Por todo ello, el partido se va a convertir en las próximas semanas en la olla a presión que pueda dar un buen caldo a partir de los despojos que hay dentro, o puede reventar poniéndolo todo perdido de odios y reproches.
Dice un refrán castellano que "cuando falta la harina todo es mohína" y creo que al PP, el partido de la prepotencia y la soberbia, hayan vuelto los tiempos de la mohína, los tiempos de los reproches y las divisiones y quién sabe si de la revancha de un Aznar, demasiado pagado de sí mismo, incapaz de ver que es precisamente él quien está en el origen de la corrupción que ha tumbado a quien se creía eterno, porque las urnas iban a perdonarle los pecados que castigan y seguirán castigando los jueces.
Apenas queda ya nada que repartir, ni siquiera los aforamientos, y en la calle Génova ya se oye crecer la mohína.

lunes, 4 de junio de 2018

DOS AÑOS DESPUÉS


Me he acordado mucho estos días de aquellos días aciagos en los que Pedro Sánchez fue víctima de un "golpe de estado" dentro de su partido, un golpe orquestado por el sanedrín de vacas sagradas que, sentados en las mullidas poltronas de los consejos de administración, hacía ya muchos años que no miraban abajo ni alrededor. no veían nada que no tuviese que ver con los intereses de sus nuevos amos o con la soberbia de quienes fueron y dejaron de ser, incapaces de entender que el país se había movido a toda velocidad y con el mismo empeño que ellos habían puesto en pararse, atrincherados en la soberbia de haber sido y en la ignorancia de que no se puede pretender tener razón sólo por haberla tenido.
Recuerdo a Pedro Sánchez saliendo de la sede de Ferraz, solo, en su Peugeot, sin nada que no fuese su tesón y su deseo de reconquistar lo que acaban de quitarle por no plegarse a los intereses de los de siempre, las grandes empresas, para hacer presidente a Mariano Rajoy. Se marchaba solo, después de unos días agotadores, después de esa loca partida de ajedrez en la que Ciudadanos y Podemos por un lado y las vacas sagradas de su partido, por otro, parecieron empeñados en terminar con quien hacía no tanto parecía el niño mimado de quienes predicaban la continuidad en el país y en el partido, único heredero, hijo predilecto de un pasado que el PSOE le pesaba ya demasiado.
Se fue, calle Ferraz adelante, con la intención de recuperar el poder en su partido, ese mismo partido que acababa de defenestrarle y hacerlo desde abajo y, además, con una mano atada a la espalda, la de haber renunciado a su escaño, para renunciar a sus principios, haciendo presidente a Rajoy, ni pasar a convertirse en el primer secretario general socialista que rompía la disciplina de voto dictada desde su comité federal. Por eso eligió pasea su "No es No" por España, reconquistando el apoyo de las bases, esas mismas agrupaciones de barrios y pueblos, a las que el aparato del partido había dado de lado hacía tiempo.
Tiempo después, cuando nadie daba un duro por él, cuando se habían dicho y escrito todos los chistes posibles sobre su gesto, recuperó la secretaría general, dejando con dos palmos de narices a todos los barones, con Susana Díaz y sus padrinos a la cabeza, y, desde allí, sin el altavoz que dan el escaños y el día a día parlamentario, movió los hilos precisos para hacerse con el control de su grupo, que dejó de ser un cómodo compañero de viaje de Rajoy, hasta que el  viernes pasado, desde fuera, sin escaño, ganó la moción de censura que acabó con casi siete años de Rajoy, siete años de recortes, de crueldad presupuestaria, de inmovilidad exasperante, de dejar pudrirse los problemas, especialmente el que ha puesto a Cataluña al borde  de la independencia y al margen de la ley, fruto de los perversos cálculos electorales de quien, envuelto en la bandera, deja que el mundo se derrumbe siempre que, a él, le den bien las encuestas.
El viernes, por fin, a Pedro Sánchez, el hombre que lo dejó todo hace dos años para volver a ganarlo y de verdad con principios y coherencia, le llamaron presidente desde la presidencia del Congreso. Nadie, yo tampoco, hubiésemos apostado por ello. Demasiados mensajes apocalípticos, demasiadas denuncias y malos augurios sobre sus malas compañías, demasiados bulos sobre sus contrapartidas a los "independentistas", demasiadas interferencias de los miserables que, desde el pasado de su partido y acomodados en el lujo, escuchados por quienes sólo les utilizan, y ellos se dejan utilizar, para minar el partido que dicen defender. Sin embargo, yo tampoco, caímos en la cuenta de que Sánchez contaba con dos grandes aliados, Rajoy, con todo lo hecho y dejado de hacer a sus espaldas, y Albert Rivera. ebrio de aparente éxito, el de las encuestas, y ansioso por convocar unas elecciones que salvo ellos dos nadie quiere.
Nadie contaba con que, por una vez, la más importante, Rajoy iba a enredarse en la madeja con la que ha tejido tantos años sus alianzas. Casi nadie contaba, aunque yo puedo presumir de haberlo hecho, con que a Rivera iban a traicionarle la ansiedad y la realidad, obstinada en no poner ante su rostro crispado, su lengua atropellada y sus ojos enrojecidos la plasmación de todo lo que, solo o en compañía, lleva años calculando.
En esta moción de censura y por el precio de una, Pedro Sánchez, se ha cobrado dos cabezas, la de Rajoy como presidente y la de Rivera como emergente estrella de la oposición. Y han sido ellos dos los que se han puesto la soga al cuello, demasiadas afrentas, demasiada injusticia, demasiado autoritarismo y demasiado rencor como para esperar que el voto de la cámara fuera otro. Ahora queda lo más difícil:
convertir esos noes a Rajoy en apoyos a un gobierno que, mejor o peor, era necesario. Hace dos años, Sánchez emprendió, con tesón, principios y coherencia, el camino que ayer le llevó a La Moncloa. Ahora, espero y deseo con todas mis fuerzas que, con el mismo tesón, la misma coherencia y, sobre todo, los principios, haga el camino que nos lleve a unas elecciones en las que, con más sensatez que hasta ahora, los españoles decidan su futuro.