Definitivamente, ya no entiendo nada, o, por el contrario,
empiezo a entenderlo todo. Decidme si no es para volverse loco escuchar al FMI
-esa institución, que, os recuerdo, han presidido Rato y Strauss Kahn y
preside ahora una investigada por trato de favor cuando fue ministra en Francia
a un evasor fiscal- nos dice que la medicina que nos ha recetado nos está
matando, al tiempo que nos aumenta la dosis ¿En qué quedamos? ¿Nos
morimos nos matan?
Hace unos días coincidí en la tele con un valiente y lúcido
documental que analizaba los daños que el nuevo capitalismo está haciendo a la
sociedad y me sentí reconfortado al comprobar que, a la hora de señalar
culpables de la aguda crisis que vivimos, señalaba como colaboradores
necesarios del crimen a los medios de comunicación que no hacen otra cosa
que levantar cortinas de humo y esparcir tinta de calamar sobre las
irregularidades en las que están las causas de lo que estamos padeciendo.
Casi al final del documental, se dejaba caer una frase que,
en mi opinión, encierra la clave de todo. La frase en cuestión "Entender
las cosas es liberarse de ellas" no puede ser más acertada. Lo vivimos, yo
al menos lo viví, el día que caemos en la cuenta de que, en religión, no había
nada que entender y nos sentimos libres como nunca lo habíamos sido. Por
eso no nos dejan entender la Economía. Por eso se esmeran en rodean de
misterio y secretismo todo lo que tiene que ver con ella. Por eso llenan
de neologismos, palabras misteriosas y términos técnicos lo que no debiera ser
mucho más complicado que aquel "oveja fuera, duro a la montera" con
que hacía las cuentas de la venta de su rebaño aquel viejo
pastor que citaba mi abuelo.
Hoy no. Hoy lo complican todo para que no entendamos nada.
Hoy manejan los hilos de la economía y, de paso, los medios oscuras
sociedades que, al igual que ocurre en la sanidad madrileña, mantienen un
sistema de puertas giratorias con los gobiernos y las instituciones
internacionales, por las que entran y salen sus fichajes -De Guindos fue alto
ejecutivo de Goldman Sachs, una de esas sociedades que, por ejemplo, ni
siquiera identifica su sede en Madrid- que luego toman decisiones que requieren
mucha fe por nuestra parte para creer que puedan ser objetivas.
Los españoles somos testigos de cómo la austeridad pura y
dura que nos ha recetado la troika nos está matando. La falta de crédito en la
banca y los recortes en la administración han paralizado el tejido empresarial,
lo que, junto a la reforma laboral made in CEOE, ha llevado a un aumento
salvaje del paro que, a su vez, ha disparado el gasto, y así, ficha tras ficha,
ha ido cayendo el dominó de nuestra economía, del mismo modo que cayeron el de
Grecia y Portugal y están cayendo el de Italia y quién sabe cuántos países más.
Pues, ante la evidencia de que si no hay dinero -hace meses
que no veo colas en un cajero automático ni siquiera en día de cobro- no hay
consumo y sin consumo no hay empresa que resista, la receta que nos
aplican el BCE, el Eurogrupo y el FMI, por vía intravenosa y atados a la cama,
es la reducción del déficit pura y dura, con nuevas facilidades para el despido
que, si no es gratis, ya es libre y nuevos recortes en el Estado de Bienestar,
precisamente ahora que se hace más necesario que nunca.
Nos están matando con sus recetas de despacho, sin tener la
decencia de medir las consecuencias. Nos ahogan y, al
tiempo, nos abroncan por que no respiramos a su gusto. Nos han
privado, incluso, de la autonomía para decidir cómo país y pretenden, encima,
que nos sintamos culpables de nuestros males y, cuando ven que nada funciona,
que también su economía, la de los países ricos de la euro zona, está
comenzando a sufrir los primeros síntomas, empiezan a admitir que quizá se han
pasado en la dosis.
Yo, de momento y mientras pueda, haré lo que recomiendo que
no es otra cosa que dejar de consumir productos alemanes y, a ser posible,
comprar lo que todavía se fabrica en España. Sólo si prueba su receta, el
farmacéutico dejará de dispensarnos veneno.
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