Como un Neymar cualquiera, capaz de cambiar de colores sin
inmutarse, salvo que el color que haya que cambiar sea el del dinero,
Ciudadanos se ve fuerte y querido y opta por dejar solo al PP de Rajoy, solo
frente a su tozudez y su falta de sensibilidad, pero perfectamente acompañado
en casi todas las tropelías económicas que, en amor y compañía, han venido
perpetrando con iniciativas o vetos en el Parlamento que el PP desde hace meses
no domina pero puede bloquear con el apoyo de los de Rivera.
El PP ha despertado de su sueño soberbio y de esa falsa
creencia, el "rajoyismo", de que estar quieto es el mejor modo de
avanzar y de que lo mejor es esconder la cabeza en la arena, o en el despacho,
y esperar a que escampe. Una actitud que al PP le ha servido hasta ahora,
porque así lo han querido una oposición domesticada, con intereses bastardos, y
una prensa dócil amaestrada como esos gatos de leyenda a los que, dicen, los
reclusos liman los dientes para procurarse placer en la soledad de sus celdas.
Sin ellos, sin esa prensa que ríe las gracias de Rajoy o sus
ministros, de sus diputados, desde Rafael Hernando a Celia Villalobos,
sin esa prensa que consiente sin la menor crítica los desplantes del presidente
y sus gobiernos de aquí o de allá, sin esa prensa que no reprocha y sonríe ante
las torpezas de un presidente incapaz de recordar los nombres de los países a
los que se va a entregar ayuda, sin una prensa que, no toda pero sí en gran
parte, magnifica los presuntos aciertos y esconde los fallos de un gobierno
muerto antes de nacer, un gobierno que ha paralizado todo un país, salvo en
todo aquello que beneficia a sus padrinos... sin esa prensa, Rajoy no hubiese
aguantado siquiera un trimestre. Pero esa prensa, demasiado acostumbrada a
cortar y pegar lo que le dictan en los comunicados de Génova o de la Moncloa no
miraba a la gente, ni siquiera a sus lectores, sólo se preocupaba por sus
cuentas y por los favores que en forma de publicidad institucional o cualquier
otra regalía que le viniese del Gobierno.
Y qué decir de la oposición, de las oposiciones, que han
acompañado a los gobiernos de Rajoy en estos penosos cinco años que hemos
tenido que soportar. El PSOE de Rubalcaba pareció conformarse con su papel de
comparsa y de tutor de una sociedad a la que hacía ya tiempo ni escuchaba ni
quería escuchar. Más tarde, después de la debacle socialista y de la entrada en
escena de los nuevos-viejos partidos, el gallinero en que se convirtieron las
gradas del Congreso, especialmente por ese encono fratricida entre PSOE y
Podemos y viceversa, sirvió en bandeja a Rivera y su Ciudadanos cobrarse el
apoyo más o menos crítico al gobierno del PP, apoyo cobrado en concesiones a su
programa, tan conservador o más que el de los de Rajoy, y, sobre todo,
forjándose una imagen de partido nuevo, moderno y más progresista que nada
tiene que ver con la realidad y que le ha empujado en las encuestas hasta
provocar el pánico en el "sangre de horchata" que habita en la
Moncloa.
A ese personaje, Rajoy, se le ha juntado el hambre con las
ganas de comer y cada vez tiene más claro que lo que queda de legislatura, y no
se sabe cuánto, será el tiempo que le queda en el gobierno. Y es que, al gesto
de Ciudadanos que comete ahora la "felonía" de dejar de sujetar al PP
en el Congreso, porque se cree con fuerza para ganar las próximas elecciones,
se suma una calle levantisca que ya no aguanta que ele mientan ni un minuto
más, una calle que han tomado los pensionistas, que tomarán dentro de una
semana las mujeres, mientras el esperpento que Rajoy tiene por ministra de
Trabajo y Seguridad Social les insulta con mentiras insostenibles y desprecios
insultantes.
A Rajoy le queda poco y lo sabe. Por eso anda ahora de
rebajas, cediendo aquí y allá sin la menor convicción y vendiendo ese humo
electoral que esta vez no le servirá para nada. Vendiendo, por ejemplo, que va
a rebajar los impuestos a los pensionistas, en vez de subírselos a los
ricos y a las grandes empresas, como si el problema de la caja de la seguridad
social o la devaluación de las pensiones no estuviese motivado por la loca
carrera electoralista que PSOE y PP vienen practicando con rebajas de impuestos
suicidas.
La fiesta se acaba, pero el espectáculo no ha hecho sino
comenzar. Si no, al tiempo.