jueves, 18 de julio de 2019

ICH BIN EIN BERLINER


Hubo un tiempo en que los hombrecillos que se hicieron con el poder tras una cruel guerra en España quisieron hacer de nuestro país un satélite de la Alemania de Hitler, tanto es así que, desde entonces, en la mayor parte del país, las Canarias no, nuestro país tiene desde entonces la hora de Berlín, en lugar de la de Greenwich, que es la que geográficamente le corresponde a un país que se sirvió de Alemania para acabar con la II República, que sacó partido de la Segunda Guerra Mundial, con el comercio de materias primas estratégicas, y que, apartada del Plan Marshall, se sumó al desarrollismo impulsado por Alemania en los sesenta.
Hoy, aquellos hombrecillos, o sus herederos, parecen no querer parecerse al Berlín que entonces admiraron y que se ha convertido en una ciudad vanguardista y de progreso, en la que el peso de lo que piensan los ciudadanos se impone a los intereses de unos pocos, muy lejos de lo que, con unos o con otros está pasando en nuestro Madrid, víctima otra vez de los hombrecillos especuladores que, con guerras o sin ellas, se hacen con el botín de lo que es de todos.
Ayer, a eso del mediodía, nos enteramos de por qué el PP -todos los partidos lo hacen, pero el PP con más descaro- colocó a una exministra de Aznar y a un jurista promocionando por el partido de la calle Génova en el Tribunal de Cuentas, una especie de cámara al margen de la Justicia, que revisa cosas tan peregrinas y tan poco claras como las cuentas de los partidos o, en el caso que nos ocupa, como la venta ruinosa y fraudulenta de miles de viviendas sociales, pagadas con el dinero de los madrileños, todos, para dar un hogar a los menos beneficiados, algo que, con el mayor desprecio a aquellos por quienes debía velar, hizo la inefable Ana Botella, vendiéndolas a un fondo buitre que en unos meses desalojo a los inquilinos sin piedad ni decencia.
Recordemos que Ana Botella vendió esas viviendas de titularidad municipal, construidas o adquiridas para dar acceso a un hogar a quien no podía tenerlo de otro modo, a fondos buitre que las compraban con el único fin de especular con ellas, disparando el precio de los alquileres hasta unos niveles que los vecinos no podían asumir, para forzar su desahucio y disponer de ellas para su venta o nuevos alquileres. Curiosamente, el hijo mayor del matrimonio Aznar-Botella, padrinos de esos dos vocales del Tribunal de Cuentas, está bien "colocado" en una empresa ligada a esos fondos.
En una primera sentencia el tribunal había condenado a Botella y algunos de sus colaboradores al pago de multas muchimillonarias, por considerar que la venta, a precios por debajo del mercado y prácticamente a escondidas, había producido un daño enorme al patrimonio de todos los madrileños.
Ahora, en segunda instancia, y con los vocales "apropiados, se ha revocado esa multa que la familia Aznar-Botella habría tenido que pagar. Y eso que los inquilinos de esas mil ochocientas viviendas no han dejado de moverse ante la opinión pública, contando la tropelía que se había cometido con ellos, pero claro, tanto Margarita Mariscal de Gante como su compañero tenían mucho, demasiado quizá, 
que agradecerles.
Eso en Madrid. En Berlín, hermosa ciudad, destino de muchos turistas de todo el mundo, no es menor la especulación que trata de hacerse con manzanas y barrios enteros para convertir las viviendas en pisos de lujo o apartamentos turísticos, especialmente en el antiguo Berlín Oriental que, después de resucitar gracias a la llegada de muchos jóvenes que han saneado y transformado esos barrios, se ha convertido en la zona de moda, objeto de la codicia de los especuladores.
Es, más o menos, lo que ocurre en todas las grandes capitales. Sin embargo, en Berlín, con una población joven y movilizada, las protestas han conseguido que se limite por ley el precio de los alquileres y, ahora, que el ayuntamiento compre una serie de viviendas pretendidas por los buitres, para mantener en ellas a precios asequibles a los vecinos que las han saneado y que dan vida y personalidad al barrio. 
Quizá por eso, porque me gustaría que el ayuntamiento de mi ciudad, a veces demasiado egoísta y rancia, fuese como el de Berlín, proclamaría como proclamó John F. Kennedy ante miles de berlineses, "Ich bin ein Berliner", soy, o, en mi caso, quisiera ser, berlinés.

martes, 16 de julio de 2019

DELINCUENCIA EN MADRID CENTRAL


Cuando el pasado fin de semana escuche a Isabel Díaz Ayuso, la "hierbas" decir que Madrid Central, el leviatán con que Carmena y los rojos y perroflautas que la acompañaban quisieron acabar con la libertad y la riqueza de los madrileños, estaba acabando con el Rastro y había atraído a la delincuencia a las calles de Madrid, me hice cruces, porque, como asiduo del zoco madrileño desde hace décadas, yo sabía de sobra que la primera de las premisas de la candidata a presidir, parece que sin remedio, la Comunidad de Madrid, era falsa, porque el Rastro y sus alrededores gozan de buena salud y es así, entre otras razones, porque  hace ya muchos años que el tráfico se ha restringido en sus alrededores y domingo tras domingo, madrileños como yo, gente de toda España y guiris de varios continentes llenan a rebosar sus calles, llenas de tenderetes y bares, en las que se puede comprar lo mismo una joya art decó a un barquillo o un pela verduras de los de toda la vida, con demostración incluida, mientras escuchas música de aquí y de allá, a veces mejor, a veces mejor y siempre por "la voluntad"
Eso en cuanto al Rastro, al que seguiré yendo se ponga como se ponga la hierbas, porque estoy más que seguro de que siempre tendrá algo interesante -ropa, libros, bisutería, música, arte, herramientas, comida o curiosidades- que ofrecerme, entre otras cosas, porque como todo madrileño sabe, al rastro hay que ir en metro, dos líneas y cuatro estaciones a su servicio, en autobús o andando, para desayunar al llegar y tomar unas cañas o un vermú al regreso. Miente Ayuso en cuanto a la muerte del Rastro y miente a medias en cuanto a la llegada de la delincuencia, porque sí es verdad que el centro de Madrid y no sólo el centro se está llenando de chorizos, pero no de los chorizos a los que ella se refiere sino de otros, de chaqueta y corbata, algunos colaboradores de gente de su partidos que han decidido invertir las ganancias de sus "gúrteles" y "púnicas" particulares en sicaps y otras pantallas tras las que camuflarse para comprar edificios completos, con o sin inquilinos, para convertirlos en nidos de turistas, convirtiendo las calles de Madrid en senderos por los que moradores ocasionales arrastran ruidosas maletas a veces de ida, a veces de vuelta, mientras la vida que dan los vecinos y los comercios en los que compran va desapareciendo en favor de las malditas "terracitas" los bares de copas, los restaurantes de comida rápida y las tiendas de souvenirs, convirtiendo todo el Centro en una enorme Plaza Mayor sin vecinos, en un enorme decorado que justifique su negocio de hostels y apartamentos turísticos, matando la vida de nuestros barrios de toda la vida para convertirlos en un gran parque temático que exhibir en páginas web de alquiler.
Estos nuevos chorizos agotan, en el mejor de los casos, los contratos de los inquilinos atrapados en la trampa de sus operaciones especulativas, para, después, elevar el precio de los alquileres hasta límites que ni un profesional con trabajo estable y bien pagado puede permitirse, de mil trescientos euros en adelante, pero que arrendatarios ficticios asumen para convertir el piso alquilado en otro turístico, no siempre legal, con el que,  en dos o tres fines de semana en el peor de los casos, cubrirían, si es que el alquiler fuese real, la mensualidad.
No hay más que asomarse a cualquier página de alquileres, para ver estos pisos por los que antes los vecinos pagaban alrededor de mil euros hace sólo un año, ofrecidos ahora a más de quinientos euros la noche: delincuencia y de la peor, porque los especuladores se pasan por los bajos, como diría un castizo de esos que quieren expulsar de los barrios, el derecho a una vivienda digna recogido en la Constitución. Sí, la delincuencia ha llegado a Madrid Central, pero viene de África ni de los barrios bajos, sino del barrio de Salamanca o de cualquier chalé de Pozuelo o La Moraleja, y si el gobernó o nosotros mismos no nos defendemos de tanta tropelía, acabaremos en agujeros insalubres o en pisos, apenas un poco más baratos a kilómetros de ese centro de las ciudades condenado a muerte por la codicia de unos pocos.
Hoy se ha hecho público un estudio, según el cual los alquileres han subido más de un siete por ciento en Madrid en el últim mes, mientras los salarios apenas lo han hecho, si es que no han bajado. Con es perspectiva, con familias condenadas a la pobreza a causa del alquiler de su vivienda, este país se está convirtiendo en una bomba de tiempo que reventará y sin control cuando menos lo esperemos. El mercado del alquiler de vivienda se ha convertido ya en un sector de alto riesgo sólo apto para los especuladores, a costa de la gente corriente, algo sobre lo que el Banco de España, tan locuaz para otras cosas, aún no se ha pronunciado seriamente. La burbuja, porque es otra burbuja tan letal como lo fue la inmobiliaria, acabará estallando, pero, para entonces, los especuladores, los verdaderos chorizos, los delincuentes de los que debería hablar Díaz Ayuso, se habrán llevado su dinero a los paraísos fiscales de costumbre, desde donde continuarán su labor depredadora en otro país u otro sector, dejándonos ciudades muertas, en las que los vecinos nos sentiremos extranjeros.

lunes, 15 de julio de 2019

BANANAS



Hay gente, conozco a más de uno, que se entregan demasiado a los libros, tanto que viven su vida en torno a ellos y, a veces, acaban construyendo su vida con los retazos de realidad inventada que sacan de ellos, y eso, que entraña un grave riesgo cuando las novelas son la fuente de vida, Alonso Quijano, por ejemplo, se convierte en algo letal cuando lo que se trata de construir parte de textos teóricos, sin una gota de vida, manuales revolucionarios superados por la Historia las más de las veces, cuando no todas.  
Lo malo es cuando la teoría revolucionaria se pone en la marmita junto a fantasías sangrientas como "Juego de Tronos", cuando se acaba conversando con leños encendidos y cuando se es de gatillo fácil para, a las primeras de cambio, se convoca una consulta a los inscritos, lo mismo para la compra de un chalé, el alicatado de la cocina o, el caso que nos ocupa, el acuerdo a imponer, un "sindiós" en sí mismo, a Pedro Sánchez para formar por fin un gobierno en España.
Todo esto me viene a la cabeza cuando tengo que asistir, por segunda vez en menos de tres años, a una misa negra oficiada por el líder de Podemos, en la que el objeto de sacrificio va a ser otra vez la posibilidad de un gobierno progresista en España, al tratar de imponer, desde sus 42 escaños, cómo y con quién debe gobernar el PSOE, con casi tres veces más diputados en el Congreso, primera fuerza y muy por encima de sus perseguidores, de los que el partido cada vez más de Iglesias es sólo la cuarta fuerza y en claro descenso.
Iglesias se siente el dueño del juguete, porque de los partidos que pueden aportar sus votos a Sánchez, el suyo es, lógicamente, el más deseado, pero olvida que sus votos no son los únicos y ni tan siquiera son suficientes para gobernar. Se siente dueño del juguete y, como esos niños mal criados que todo lo consiguen con una pataleta o un numerito frente a "las visitas", está dispuesto a lanzarlo por los aires si no se atiende a sus caprichos, por muy disparatados que sean.
Alguien debería decirle al profesor de políticas que España no es un país en el que una revolución pueda triunfar a corto plazo, entre otras cosas porque los españoles somos cada vez más difíciles de movilizar, quizá con razón, porque pensamos que en una imprevisible revolución es más lo que se podría perder que lo que podríamos ganar, y lo que plantea Podemos, dada la relación de fuerzas del Congreso sólo sería posible mediante una revolución.
He dicho muchas veces, y lo repito, que Pablo Iglesias, después de haber pasado por el Parlamento Europeo y por el Congreso debería saber que no todo es tan fácil de manipular como una asamblea de facultad ni todo es tan sencillo como montar una performance que llame la atención de los medios de comunicación, tampoco que el electorado sea tan dócil como la audiencia de su programa "La tuerka" o el conjunto de los "inscritos", demasiado manoseado en consultas  mayor gloria del propio Iglesias.
Queda lejos ya aquel Podemos de las primeras generales, en el que todo era armonía, canciones más o menos revolucionarias, abrazos y "danzas rituales" sobre el escenario de los mítines. En estos años, Podemos ha ido dejando de conjugarse en primera persona del plural, para hacerse en singular, él o ella, que deciden mientras los demás asienten o se van si no lo hacen. De aquel Podemos queda ya poco. Ha perdido lo más brillante de su gente, todo aquel que podía eclipsar el brillo o la opinión del líder ha acabado saliendo, por las buenas o por las malas del partido.
Sin embargo, Iglesias sigue empeñado en imponer sus ideas y su estrategia de manual no sólo a su cada vez más mermado partido, sino que pretende hacerlo a todo el país, como si nuestro país fuese, no ya una república bananera, sino el San Marcos de la película de Woody Allen. Está claro que el líder de Podemos padece de sordera y miopía, sólo así tendría explicación que desde un partido cada vez más monolítico, pero a la vez más pequeño y débil, pretenda imponer su programa y los nombres de algunos ministros al "idiota" -el que dice o hace idioteces- de Sánchez. Allá él, si tenemos que volver a vernos en las urnas. Allá él y allá todos nosotros.

viernes, 12 de julio de 2019

PARA CUÁNDO LA FUMATA



Qué ganas tengo de que algo se mueva en este Madrid tórrido, de malas caras y dobles lecturas, que ganas tengo de que la política, por fin, deje de ser un ejercicio de retórica en el que unos, los actores políticos, puedan ser juzgados por sus actos, los buenos y los malos, no como ahora, que el juicio, la opinión,  que nos formamos sobre ellos se basa en lo que estos y aquellos opinan, con conocimiento o sin el de los que se dice que han dicho, sea cierto o no.
Estoy harto de que la vida política de este país se televise dieciséis horas al día en uno u otro canal, en programas dirigidos y presentados por personajes que son de todo menos equilibrados u objetivos, que cosen su colcha de actualidad con parches, convenientemente aislados del contexto, ordenados y acompañados por otros parches convenientemente seleccionados, a fin de construir otra realidad, más morbosa y atractiva, a mayor gloria del ego de ese director-presentador, siempre de acuerdo con los intereses del propietario de la cadena.   
Nos han convertido en testigos obligados de una actividad, la de la política, que transcurre casi todo el tempo entre bambalinas y nos vemos obligados a ver en bucle, con repeticiones de cada jugada y en alta resolución, lo que en más de una ocasión no es sino una mera simulación, una representación falseada, sobreactuada, de las verdaderas intenciones que mueven a los protagonistas del espectáculo.
Lo estamos viviendo desde que, en mayo, hace casi dos meses, conocimos los resultados de aquellas elecciones ya tan lejanas, convocadas por el desacuerdo a la hora de aprobar unos presupuestos que, quienes formen gobierno, sean quienes sean y en el global van a ser los mismos, tendrán que aprobar, so pena de prorrogar los últimos presupuestos de Rajoy.
Pues bien, quienes tienen que ponerse de acuerdo, para formar gobierno primero y para elaborar esos nuevos presupuestos, no parecen ser consciente del vodevil en que han convertido la vida política de este pobre país, acostumbrado al sacrificio involuntario y a que el destino no arregle, pero sí palíe, lo que quienes deberían arreglarlo parece no importarles. Los medios han hecho estilo de lo que en mis primeros años de carrera me enseñaron como el mejor método para desinformarnos: saturar nuestros canales de información.
A veces pienso que la iglesia, que como le ocurre al diablo sabe más por vieja que por iglesia, halló la en el cónclave el método ideal para formar su gobierno: encerrar a los cardenales, de alguna manera sus diputados, hasta que no diesen con el nuevo papa. Una fórmula en la que, por cansancio o por lo que sea, acaba saliendo el nombre de quien encabezará hasta su muerte, clara u oscura, o hasta su dimisión, mejor o peor explicada, el gobierno de la mayor y más poderosa empresa sobre la Tierra.
Sería un buen método, quién sabe, desde luego mejor que este carrusel de filtraciones, rumores más o menos fundados y opiniones sobre rumores y filtraciones, en el que nadie dice la verdad del todo y en el que el tremendismo, de Vox o de quien sea, es el rey. No puede ser que ese u otro partido, con sus desplantes y sus vetos consigan paralizar la vida política real, no la otra, taquicárdica ella, que, para nuestra desgracia, goza de demasiado buena salud.
Pedro Sánchez habló ayer de modificar la Constitución, creo que el artículo 99, para evitar que esta parálisis vuelva a producirse. Me parece importante que alguien tome la iniciativa. Muchos lo han insinuado, pero sólo hasta que han formado gobierno, aunque haya sido a trancas y barrancas, pero, a partir de ese momento todo se olvida hasta que el electorado se empeñe otra vez en repartir sus cartas para una jugada maldita, imposible de resolver.
No sé si el cónclave, como en la iglesia católica, primar con una cantidad de diputados suficiente a la lista más votada o establecer una segunda vuelta electoral en la que los ciudadanos den su visto bueno o no a las alianzas establecidas por los partidos con los resultados de la primera en la mano, pero algo habrá que hacer, porque vivir otra vez esta agonía bufa de fatales consecuencias, puede acabar con nuestra fatigada democracia.

miércoles, 10 de julio de 2019

¿VOTOS INÚTILES?



Jamás me atreví a pensar que echaría de menos el bipartidismo y, sin embargo, después de estos cuatro años de indefinición de posturas tácticas y de poca o ninguna acción, después de ver como lo imprescindible la reforma laboral, la sostenibilidad de las pensiones o el necesario reajuste del estado de las autonomías, después de ver cómo el "problema" catalán se convirtió en el "conflicto" catalán, a veces me sorprendo deseando que desaparezcan a derecha y a izquierda esos partidos que, en estos cuatro años, con sus vetos y sus exigencias están consiguiendo paralizar el país.
Creo que a estos "nevos" partidos les falta sentido de la realidad, que se creen mucho más fuertes e imprescindibles de lo que en realidad son. Tomemos, por ejemplo, a Podemos, o a Pablo Iglesias, que últimamente no los distingo, exigiendo al PSOE carteras o incluso una vicepresidencia, como si con sus votos le bastase a Sánchez para cuadrar una mayoría absoluta y estable que garantizase una legislatura tranquila.
Iglesias, como profesor de la cosa, debería saber que sus votos no le bastan al PSOE, que tendrá que buscar apoyos en otras fuerzas que no siempre están dispuestas a sumar sus votos a los de su partido.
Al profesor de Políticas le traicionan, como a Albert Rivera, las prisas y un cierto infantilismo que no es deja ser tan generosos como debiera exigírsele que sean a quienes deciden ponerse al servicio de la sociedad.
Pablo Iglesias está otra vez en las de hace cuatro años, cuando se presentó ante el candidato Sánchez con una lista d gobierno imposible, dando a Ciudadanos las alas que necesitaba para sobrevolar con ojos golosos el pastel de la derecha, el centroderecha no existe, y llegara a creerse una alternativa de gobierno. Planteó, según el PSOE, la exigencia de una vicepresidencia para Iglesias y ni se planteó la constitución de los correspondientes equipos negociadores imprescindibles para legar a un acuerdo de programas, paso imprescindible para el pacto de investidura.
Debo ser muy torpe, porque no llego a entender por qué no es posible controlar desde el parlamento las leyes y políticas de un gobierno que podrían y deberían ser modificadas y ajustadas por el resto de partidos, votándolas en plenos y en comisiones. Se me hace cuesta arriba y se me hace cuesta arriba, sobre todo porque la mayor parte de lo que aprobase un consejo de ministros del PSOE y Podemos, presupuestos incluidos, podría ser tumbado por el resto de la cámara.
Debo ser muy cándido, pero estoy convencido de que todo esto es puro teatro, que lo de Iglesias, que ayer salió de la reunión pidiendo árnica, no había más que ver su cara y escucharle la voz, su empeño en salir de La Moncloa con dos o tres carteras ministeriales como trofeo, no responde más que a la necesidad imperiosa de reforzar su liderazgo en Podemos.
Debo ser muy torpe, porque no llegó a entender que quienes insisten en que la mayoria de los españoles quieren un gobierno de izquierdas faciliten por segunda vez, las dere,has siempre se unen un gobierno conservador, cuando no ultraconservador.
Debo ser también muy desconfiado, porque no me sentiría seguro con un gobierno del que formase parte quien ha conseguido en apenas dos años acabar con el enorme patrimonio de votos e ilusión que algunos pusimos en él. Por eso y ante lo que estamos viendo, me planteo si, ante quienes son capaces de estirar la soga hasta romperla en un adelanto electoral, no habría que volver a aquellos del "voto útil", sobre todo después de ver que algunos votos acaban resultando inútiles.

lunes, 8 de julio de 2019

SEÑORAINESARRIMADAS...


No sé si s vuestro caso, pero llevo un tiempo en el que me cuesta reconocer en los dirigentes de Ciudadanos la imagen cordial de sus primeros. El cambio es más evidente en Rivera que, cuando aparece en público, que es cada vez menos, muestra esa imagen crispada y a la defensiva de quien sabe que ya no "coloca" su mensaje con la facilidad con la que lo hacía antes.
Les ocurre lo mismo a otros dirigentes del partido, a Villegas, por ejemplo, al que los dioses parecen haber negado la sonrisa y a Girauta, siempre crispado, y, sobre todo, a Inés Arrimadas la dulce sonrisa de los primeros tiempos, transmutada en una agresividad creciente, supliendo a su escurridizo jefe de filas o empeñada en maniobras de diversión con las que desviar la atención de los problemas de su partido, cada vez más y mayores, por cierto, hacia momentos puntuales perfectamente diseñados, estandarizados, diría yo, con los que atraer los focos y la atención de la prensa, asumiendo un protagonismo que no les corresponde y desvirtuando la verdadera naturaleza de los asuntos. 
Lo que digo, por si había alguna duda, acaba de confirmarse a través de un documento interno del partido, en el que los de Rivera se felicitan por el éxito mediático de acciones como las de Alsasua o Waterloo, donde Arrimados u otros dirigentes, convenientemente escoltados por la prensa y las fuerzas del orden, en cantidad suficiente para garantizar su seguridad y la cobertura televisiva de actos que no pasan de ser provocaciones, incursiones en "territorio enemigo", en las que la bronca y el ruido se sobreponen a todo lo demás, incluidas las explicaciones de su actitud.
Lo acaban de demostrar una vez más tratando de colocarse con su pancarta en un lugar preferente de una manifestación, la del orgullo gay, a la que no habían sido invitados, por sus continuos pactos con  PP y Vox, explícitos o soterrados, que, por más que lo nieguen, están teniendo consecuencias en el recorte de derechos y avances sociales, también los del colectivo LGTB, la primera de ellas, la de abrir la puerta a un partido explícitamente homófobo como lo es Vox.
Harían, haríamos bien, en tomar nota de lo sucedido en Grecia en las últimas elecciones, en las que "Amanecer Dorado", un partido más o menos homologable a Vox, ha quedado fuera del parlamento al haber sido aislado por el resto de las fuerzas políticas y por los medios que dejaron pronto de dar cobertura a sus actos y a sus campañas, todo lo contrario de lo que PP y Ciudadanos y medios como la Sexta han hecho con Vox y sus tuits.
Que lo de Arrimadas, cada vez menos Blancanieves y más Cruella, en la Marcha del Orgullo estaba perfectamente preparado y sus consecuencias asumidas y convenientemente recicladas está claro. Sabían que iban a ser rechazados y pese a ello acudieron con paraguas y descaro a recibir el más que previsible rechazo del resto de asistentes. Y no sólo eso. En las horas siguientes dirigieron todas sus diatribas hacia el culpable que ellos mismos habían señalado "señorministromarlaska" que, en su opinión, fue el instigador del boicot, violento según ellos, sufrido en la manifestación del sábado.
No, "señorainesarrimadas", decir, como dijo el ministro Marlaska, que haber facilitado la entrada de Vox en las instituciones tiene consecuencias no es pedir que les "apedreen" ni se puede pedir su dimisión por ello. No sé si es consciente, "señorainesarrimadas", de que se les está viendo el plumero, de que no pueden mostrar ni una piedra ni un rasguño que pruebe sus acusaciones. No sé si se dan cuenta de que son como esos niños mimados que provocan al resto y rompen a llorar cuando sus provocaciones tienen respuesta.