martes, 31 de mayo de 2016

ME APUNTO A LA CERVEZA


Me gustan las campañas electorales porque en ellas los partidos, especialmente los de la derecha, se esfuerzan parecer lo que no son y, sobre todo, porque se gastan mucho dinero en contratar agencias de publicidad que, como mucho, les venden remedos de otras campañas publicitarias de éxito, aunque con mucha menos gracia y, sobre todo, con las huellas digitales del "pagano" que acaba metiendo la cuchara, subrayando lo obvio, colando sus fantasmas y sus estereotipos en el "anuncio" y cagándolo todo, como diría un castizo.
Para su vídeo de eso que hipócritamente llamamos "precampaña", Ciudadanos se ha metido en un bar que pretende ser el reflejo de la sociedad española, con una Loles esforzada madre de familia, no se sabe si ejecutiva o secretaria, que no puede conciliar trabajo y vida familiar, un camarero-propietario, algo padre y algo filósofo, un parado con cara de George Clooney que no encuentra trabajo aunque se esfuerza, no porque los gestores de la economía hayan priorizado la salvación del capital financiero y las grandes empresas frente a la salvación de las personas, los verdaderos ciudadanos, sino porque no tiene suerte. Por eso, porque no tiene suerte, ese padre protector, ese confesor que siempre hay al otro lado de la barra, el que vela por sus clientes y, si hace falta, les regala un décimo del gordo premiado, le aplaza el importe del café hasta que las cosas le vayan bien.
En tanto, mientras vamos conociendo a estos clientes de guardarropía, otro personaje, menos creíble aún que los demás, empeñado en el cerebrín de los autores en parecerse a Pablo Iglesias, con coleta y todo, va de la tragaperras al móvil y del móvil a las tragaperras, ajeno a las tragedias y problemas que desfilan a su alrededor. Y en eso, aparece Mariano Rajoy en esa tele perenemente encendida que hay en toso los bares, para anunciar la "repetición" de las elecciones. Y, claro, eso desata las iras de los presentes contra los políticos que han estado perdiendo el tiempo, especialmente contra Mariano Rajoy "que no ha hecho nada en estos cuatro meses". Otra vez a gastar dinero.
Es entonces cuando el buen padre-tabernero abre el memorial de afrentas, citando la corrupción y el latrocinio generalizado y, oh sorpresa, Pablo "Rocky" Iglesias parece salir de su mundo para gritar sin convicción su "el poder para la gente", un recurso de mal guionista que sólo sirve para que, una vez más el tabernero apostille que "será para su gente" y que "a ver si hay suerte", otra vez la suerte como solución, y enchufan a éste, el parado Clooney, como hacen con todos ellos. Y, en estas, llega al bar un repartidor que, sin más, la emprende con "Rocky" preguntando si está levantando España, a lo que un segundo camarero apostilla que ese sólo levanta el móvil.
Y entonces, anacronismo donde los haya, aparece "él" en la tele, Albert Rivera en estado puro, en uno de sus mejores momentos parlamentarios, para que un cliente hasta entonces silencioso, con pinta de prejubilado y la lección bien aprendida, inicie su canto, la oda a los sufridos españoles que levantan el país una y otra vez cuando se hunde, repasando las virtudes de todos los presentes, a los que anima diciendo que ha llegado el momento de "creer en nosotros mismos" y en este país, "para cambiarlo", aquí hace una pausa valorativa, una paradinha, y añade, para que nadie le confunda con Rocky y los suyos, "cambiarlo para mejor, claro". Y a continuación el chute de chauvinismo: "Este país lo tiene todo para ser uno de los mejores del mundo, lo único que necesitamos, añade, es que los políticos no nos lo pongan más difícil y, sobre todo, señalando al Rivera de la tele, que sean humildes"
Es entonces cuando el "jubilata" suelta su cuña y nos aclara que va a votar a Rivera, no a  Ciudadanos, sino a él, a Albert Rivera, que sigue contando su cuento en la tele, y, ahí, la pantalla se tiñe de naranja como una ventana al futuro, un futuro que suponemos para todos, menos para Pablo "Rocky" Iglesias que, en medio de tanta emoción, apurando su cerveza pide otra y que se la apunten, lo que sirve a tan brillantes guionistas para hacer un chiste, tan malo como obvio, poniendo en labios del tabernero un "tú siempre con la misma coletilla" .
Pues, que lo sepáis, yo me apunto a las cervezas, a las de Pablo Iglesias y Alberto Garzón, que, por fin, parece que, lo dicen las encuestas, están poniendo en movimiento a la izquierda de este país. Y eso no puede ser malo,

lunes, 30 de mayo de 2016

EL GUIÑOL DE VENEZUELA


Entre col y col futbolística, telediarios y periódicos nos han colado este fin de semana la lechuga, las lechugas, de un Albert Rivera con movido en Caracas por un sufrimiento parecido al que viven aquí, al lado de los mismos lugares en los que pide el voto para un centro inexistente, tantos y tantos españoles golpeados con crueldad y sin miramientos por una crisis que aquí, en España, y gracias al desigual reparto de ayudas y soluciones, se ha cebado con los más débiles, sin que esos telediarios que este fin de semana buscaron sus lágrimas en Caracas, se hayan fijado en las de los hombres, las mujeres y los niños que un día sí y otro también se acuestan con apenas un mendrugo de pan y un vaso de leche aguada.
Parece como si la gente de orden, la derecha sólo fuese capaz de ver el dolor y la pobreza que otros generan, parece como si aquí, en España, una venda cubriese sus ojos para ahorrarles el mal trago, difícil de explicar, de tantas y tantas familias sin trabajo, de tanta y tanta gente haciendo cola para un plato calientes, de tantos hipermercados repletos, tirando comida a la basura o, en el mejor de los casos, entregándola para su redistribución por organizaciones solidarias, porque hay gente, demasiada gente, que no puede acudir a llenar su bolsa, pagándola en caja, porque hace meses que no entra un salario en su casa.
Es hermosa la épica del dirigente que "desinteresadamente" "se la juega" en un país extranjero para pedir la libertad de sus correligionarios encarcelados y llorar por las estanterías vacías de alimentos y cepillos de dientes de todos esos supermercados a los que acude la gente humilde, porque los de los "barrios altos", como hemos podido ver en las redes, tienen, como siempre, de todo, aunque sólo para aquellos que lo puedan pagar. Y que conste que ni Nicolás Maduro, ni antes Hugo Chávez, han sido ni serán santos de mi devoción. Que conste también que tengo claro que, si falta la libertad, todo lo demás, aunque sobre, falta también.
El pecado de Chávez fue el de subsidiar a sus compatriotas con los beneficios del monocultivo, del petróleo, una bendición que llevaba implícita el castigo de que su precio se puede manipular en los mercados, dinamitando cualquier intento de redistribución de la riqueza entre la gente. Y eso, por no hablar de la corrupción que genera y que añade una nueva casta a las ya existentes desde hace años en el país caribeño.
Los movimientos de Rivera y Rajoy, a propósito de Venezuela, tienen  como objetivo sacar el foco de muestro país y el evidente fracaso económico de sus dirigentes que no han conseguido sacudir de las espaldas de un 20% de los ciudadanos el fantasma del paro, que ven como los pensionistas y quienes tienen las rentas más humildes ya no muerden el anzuelo cebado con bajadas de impuestos que se vuelven contra sus bolsillos, porque están vaciando la caja de la seguridad social y privándoles de servicios indispensables, y están dejando de creerles. 
Por eso no les conviene, a ellos y al propio PSOE, que se hable de lo que está pasando aquí ni de por qué pasa. No les conviene que hagamos cuentas. No les conviene que en cada casa se haga, como he visto hacer a mi padre, con alma de contable, en la mía, un balance con lo que se ingresa y los que se gasta, un sencillo papel en el que en una columna se sume lo que estos señores del PP nos han traído y en otro lo que se han llevado o lo que nos han quitado. No quieren que nos detengamos a hacerlo, porque el resultado sería elocuente. Por eso, nos llevan de excursión a Venezuela, Lo malo es que seguirán haciéndolo mientras Pablo Iglesias y sus compañeros no expliquen con claridad su relación con Venezuela, mientras permitan que la niebla cubra un pasado que debe ser aclarado y mientras no defiendan sin lugar a la más mínima duda la libertad de todos.
Parece evidente que los hay interesados en que el partido de las próximas elecciones se juegue en Venezuela y la mejor forma de evitarlo o al menos de ganar ese partido es solando ese lastre que no acaban de soltar los dirigentes de Podemos.
Venezuela no es España, aunque en España hay gente pasándolo tan mal como en Venezuela, y los españoles no tenemos por qué jugarnos el futuro aplaudiendo o abucheando a nuestros políticos, convertidos en títeres en el guiñol de Venezuela.

viernes, 27 de mayo de 2016

¿PARA CUÁNDO UN POCO DE AUTOCRÍTICA?


Vivimos en un país, esta España de nuestras penas, en el que los dos principales partidos, los que se han venido alternando en el poder a lo largo de las tres últimas décadas, PSOE y PP, viven inmersos en innumerables casos de corrupción, hasta el punto de que uno más que el otro, pero los dos, al menos en los telediarios, pasan casi más tiempo en los tribunales que en el Parlamento. Vivimos en un país que parecía haberse resignado a soportar un alto nivel de corrupción entre sus políticos, del mismo modo que se había resignado a soportar un paro impropio de un país desarrollado, del primer mundo y parte de la aparentemente privilegiada Eurozona.
La falta de costumbre nos impide preguntarnos tanto como debiéramos por qué pasa esto en España, por qué estos partidos y algún otro, como la extinta CiU, no dan explicaciones por sus corruptelas y, sobre todo, por qué no se las exigimos. Sin embargo, ya va siendo hora de que lo hagamos, ya va siendo hora de que se nos explique con pelos y señales por qué en un partido como el PP, en el que, por ley y como en todos, las cuentas debieran ser transparentes, un señor, un presunto delincuente, según alguno de sus dirigentes, esa persona, según otros, ha podido manejar millones de euros en España y fuera de ella sin que nadie lo notase, ya va siendo hora de que el partido del gobierno, el que, como la pareja Duato & Arias, debería dar ejemplo al resto d  los españoles, el que maneja con naturalidad y soltura sus cuentas "en negro", comience a dar explicaciones por ello y no sólo en los tribunales, ya va siendo hora de que nosotros, los que sostenemos el sistema con nuestros impuestos se las exijamos.
Basta con tener acceso a sus despachos, como está ocurriendo en los ayuntamientos del cambio para, como en Madrid o Barcelona, comprobar el compadreo existente entre los viejos consistorios y las grandes constructoras, basta con asomarse a los cajones de Gallardón, Botella y compañía, para ser conscientes del descaro con que nos estaban desvalijando, para ver como en obras mastodónticas, como la rebautizada Calle 30, las cosas se pagaban dos veces o se pagaban y no se hacían, siempre en beneficio de las grandes constructoras, generosas con el partido del alcalde al que, antes o después, sin duda sabrán recompensar. Algo que molesta seriamente al brazo derecho de Gallardón, Manuel Cobo, que no se corta a la hora de expresar su malestar por la lógica revisión de las cuentas que dejó su amigo.
Curiosa fauna la de nuestros gobernantes durante tantos años que son capaces de plantear en público la necesidad de redefinir la corrupción, porque, incluso la complaciente legislación actual les tira de la sisa y se sienten incómodos en ella. Curiosa fauna ésta, en la que toda una vicepresidenta, aunque sea en funciones, se permita plantear la de cosas que podría haber hecho el PP con el dinero B que, según ellos, les robó Bárcenas, lo que no deja de ser una asunción de culpa, subconsciente, claro, por su parte.
Y qué decir del PSOE, cuyo candidato se "vendió" a Ciudadanos y anda ahora por ahí, después de haber demostrado su incapacidad para formar, teniendo como tenía los mimbres precisos para ello, un gobierno de mayoría progresista, colocando, él o sus chicos del coro, esos síes anacrónicos y fuera de lugar, por doquier, incluido el monumento a la Constitución erigido en Madrid, como queriendo decir que, a pesar de sus evidentes carencias, con esta constitución les basta.
Tampoco habla, ni pide perdón por algo tan escandaloso como el asunto de los ERE en Andalucía, un ejemplo de lo que nunca debe volver a repetirse, el uso partidista, con distracción de fondos incluida, del dinero de todos, un asunto que está apunto de sentar en el banquillo a dos ex presidentes de su partido en Andalucía.
No dirá nada sobre ello, como tampoco dirán nada Rajoy ni los suyos de todos sus fangales. No es la costumbre y menos en campaña. La corrupción propia no se lleva a las urnas, aunque sirva para pagar sus resultados, aunque luego, si las urnas les favorecen, presuman de haberles sido perdonada por los electores. No, no se lleva la autocrítica. Y, si no se lleva, es porque hay demasiada tolerancia a todos estos pecados, demasiado compadreo entre unos y otros y, desgraciadamente, con la prensa que, para nuestra desgracia, demasiado a menudo ve, oye y calla. Y nosotros con ella.

jueves, 26 de mayo de 2016

AMISTADES PELIGROSAS


Mal asunto el de las tertulias radiofónicas y televisivas. Se habla tanto y de tantas cosas, se da tantas vueltas a los mismos argumentos, se habla tanto sólo para no estar callado, se llenan los incómodos silencios con tanta nadería que la única posibilidad de no tener la boca cerrada, el único modo de poner a salvo los suculentos honorarios que en ellas se pagan, la única actitud que permite sobrevivir en ellas es la de la frivolidad.
Con honrosas excepciones, que las hay, el perfil del tertuliano es el de una especie de juglar que canta las excelencias del partido que defiende, a veces como militante disciplinado, a veces con tintes más o menos críticos y, las más de las veces, como periodista bien "informado" que vale lo que valen las filtraciones de parte que recibe, que es llamado a los platós y los estudios formando parte de uno de los "cupos", con que se conforman, en función del color de sus opiniones, las tertulias.
Supongo que Javier González Ferrari, al que tengo por amigo, no era capaz de imaginar en qué iba a acabar el formato que puso en marcha hace más de treinta años en la SER con aquella "Trastienda", pionera en el "género", que cerraba "Hora 25". A ella, fui testigo, acudían conocidos periodistas, de distintos colores, de distintos medios, que aportaban sus "primicias" y que confrontaban sus propias opiniones sobre asuntos de actualidad. Pero desde aquello, ya lo he dicho, ocurrió han pasado muchos años, tantos, que es difícil identificar sus objetivos, más cercanos al debate, tan del gusto de nuestros vecinos franceses, que de los gallineros con los que, bajo la consigna de "más rato más barato", se cubre tiempo de antena con un coste mínimo.
De todo esto debería desprenderse, al menos eso pienso, que el género, el lugar de encuentro en que se han convertido las tertulias es un territorio peligroso y perverso en el que, además, se fomentan amistades peligrosas. Escribo esto último al hilo de la salida que ha encontrado el concejal socialista del Ayuntamiento de Madrid, Antonio Miguel Carmona, el de las naumaquias en el estanque del Retiro, que, para justificar su relación con el hoy detenido ex presidente de Ausbank, Luis Pineda, después de haber sido sorprendido en una comprometedora conversación telefónica, aduce que le conoció en una de esas tertulias y lo dice como quien dice estoy sucio hasta las cejas, porque vengo de un barrizal,
Tendría que explicar Carmona en cuál de las muchísimas tertulias en la que ha participado y participa se cruzó con Luis Pineda. También cual fue su relación con él, como para relacionarse con él con esa familiaridad y para que Pineda se atreva a pedirle colaboración para neutralizar a una concejala, la de Cultura, Celia Mayer, que, al parecer, estaba poniendo trabas a uno de sus negocios, además de pedirle, de paso, que le busque una antena para la radio que está montando para Ausbanc, que, a cualquiera medianamente informado, no se le escapa que con el fin de convertirla en una poderosa herramienta para sus extorsiones.
No digo ni pretendo hacerlo que cuantos asoman la patita en las tertulias lo sean, pero convendría recordar que algunos de nuestros políticos y periodistas más polémicos son o han sido participantes en alguna de esas tertulias. Sin ir más lejos, Francisco Granados, preso desde hace más de un año en la cárcel de Estremera, era habitual de las de la Sexta y la SER y que algún periodista que sin duda hoy renegará de él, defendía su honorabilidad cuando fue "pillado" con cuentas en Suiza y ya se sabía de su implicación en el espionaje "entre colegas" en el gobierno de la Comunidad de Madrid.
Dicen que el roce hace el cariño y debe ser así, porque son muchas las relaciones contra natura que se establecen en esos ambientes, en esos ratos perdidos que acaban en cenas, comidas o cañas, en las que se acaban intercambiando cromos y favores. Ambientes irreales en los que se levantan la voz y se hacen aspavientos quienes, cuando se apagan los focos o se cierran los micrófonos, hablan de "sus cosas" y, caña a caña, café a café, favor a favor, tejen su red de amistades peligrosas. Este compadreo explica muchas cosas, pero eso ya es Historia, Historia reciente de España

miércoles, 25 de mayo de 2016

¿DE QUÉ VAN?


Yo creía, tonto de mí, que los partidos políticos estaban en nuestras vidas para hacerlas mejores, que los políticos se nos ofrecían cada cuatro años, en cada elección, para gestionar nuestro bienestar. Y no, nada más lejos de la realidad. Por desgracia, en la mayoría de los casos, unos y otros están para mejorar sus vidas o las de sus amigos y para gestionar su bienestar, a costa de lo que sea.
Acabamos de conocer por el INE que un 28% de los españoles, casi tres de cada diez, no llega a fin de mes, si no es dejando de comer carne o pescado como mandan la tradición o el sentido común y que, además, no pueden calentar su casa ni el agua de sus duchas ¿Y de qué creen que hablan los políticos en "precampaña", en esta sempiterna campaña en la que vivimos? ¿De la casi pobreza de esos casi trece millones de españoles o de "lo suyo"? Felicidades, habéis acertado, hablan únicamente de lo suyo. Mejor dicho, no hablan de lo suyo ni de lo poco que hacen por nosotros, hablan de lo de los oros.
Cuesta creer que el PSOE, por ejemplo, hable tan poco de Rajoy y sus fechorías, del Partido Popular y sus saqueos. Cuesta creerlo, pero es así. A Pedro Sánchez lo que le preocupa es que Podemos, junto a Izquierda Unida, representantes de la izquierda dolida y desencantada puedan superarle en votos, puedan llevarle por primera vez en democracia a ocupar el tercer puesto en las próximas elecciones. Lo que le preocupa al PSOE, a Pedro Sánchez, es dejar de ostentar el título de jefe de la oposición y, para ello, se esfuerza no en diagnosticar problemas y buscar soluciones, sino en meter el dedo en el ojo de sus rivales en la izquierda, en hacerse eco de cualquier bulo que se lance contra ella y, cómo no, en minimizar, cuando no en despreciar, cualquier logro de ésta en los ayuntamientos donde han alcanzado el gobierno.
No ve Pedro Sánchez el continuo saqueo a que ha sometido el PP a ciudades como Madrid. No lo ve y se empeña en impedir, con manguerazos de demagogia y falsedad, cualquier intento por parte de sus compañeros para reforzar desde el gobierno la gestión de las coaliciones progresistas que logró arrebatar por fin a la derecha los ayuntamientos de ciudades tan importantes o simbólicas como Madrid, Barcelona, Coruña, Zaragoza o Cádiz. No. Pedro Sánchez, ese maniquí con cara de curita joven y guapo, que recita lo que le escriben como recitaría un niño su papel en las absurdas, si no ridículas, fiestas escolares, prefiere ver esas capitales en manos de la derecha a permitir que otros demuestren que una gestión más honrada y más justa es posible.
Y qué decir de Albert Rivera, que viaja a Caracas y lo hace después de haberlo anunciado durante días, para crear la expectación y el morbo suficientes como para convertir su visita en un acto más de campaña y obteniendo a cambio de su presencia en la Asamblea Nacional la esperada recompensa de reforzar las dudas, negadas una y otra vez por la justicia española, sobre la financiación de Podemos, dejando en un segundo plano el evidente sufrimiento del pueblo venezolano.
Nada hacen ni dicen los partidos españoles, ninguno o casi ninguno, sobre la situación de países que, como Guinea Ecuatorial o el Sahara, tienen más cercanía en responsabilidad, espacio y el tiempo con nosotros que la patria de Simón Bolívar.
No. No hablan de lo que nos preocupa, no hablan de nuestros problemas. A cambio se tiran pellas de barro e insidias, como niños a la salida del colegio o como borrachos tras una noche de juerga, No se enfrentan a la realidad, porque no buscan nuestro bienestar y lo único que les interesa es nuestro voto, tratando de mostrar su lado más centrista, ignorando que el centro no existe en política, porque todos los partidos, incluida la tan llorada UCD -llorada con lágrimas de cocodrilo, claro- son de derechas o de izquierdas, como lo son los ciudadanos, los votantes, porque en asuntos de moral o de dinero sólo se puede ser eso: de izquierdas o de derechas. Y basta con hablar de impuestos o de los derechos de la mujer para comprobarlo.
Si Pedro Sánchez emplease la mitad del tiempo que ocupa en criticar a Podemos y a los "comunistas" en construir un proyecto claro para los españoles y en explicar claramente sus intenciones, si Albert Rivera, en lugar de insistir en relacionar a Podemos con Venezuela, explicase sin tapujos su relación con las empresas del IBEX y sus finanzas, probablemente todo estaría más claro.
Mientras tanto ¿de qué van?

martes, 24 de mayo de 2016

LOS NUEVOS MIDAS


Bernie Sanders, el candidato de la izquierda del partido demócrata norteamericano, acaba de decir a EL PAÍS que "América está sufriendo y no confía en el establishment". Éste de Sanders es el gran pecado de los Estados Unidos y de quienes viven allí, mirarse demasiado el ombligo, sin ver que son parte del mundo, un mundo hecho de pequeños mundos interrelaciones, en el que todo lo que hacen y deciden unos y otros acaba teniendo consecuencias para todos. Por eso, la frase del rival de Hillary Clinton hubiese sido más correcta si, ampliando el campo de visión, hubiese admitido que es el mundo, todo el mundo, el que sufre el sistema y desconfía de él.
No entiendo cómo quienes mueven los hilos de eso que llamamos "establishment" no se dan cuenta de que, así, acaparando todos los recursos, pensando sólo en sus beneficios o dejando a la gente sin esperanzas ni futuro, la cosa no puede durar. Y no puede durar, porque, cuando la gente no tiene nada que perder, acaba por perder el miedo, todos los miedos, no puede durar, porque, con sus triquiñuelas, están devolviéndonos al siglo XIX, a esa sociedad que con tanta crudeza describió Dickens en sus novelas, una sociedad en la que el amo, el propietario de las fábricas, los talleres o las tierras y los palacios despreciaba a quienes trabajaban para él, porque, para él, eran poco más que ganado, ganado con el que se permitían de vez en cuando las pasiones, pero casi nunca el respeto y  la justicia.
A eso vamos y lo malo, lo peor, es que de situaciones como esa, la humanidad acaba saliendo, aunque con revoluciones o, lo que es peor, con guerras.
No hace tanto que los trabajadores -yo he sido uno de ellos- creían en sus empresas, las respetaban y las defendían. Hoy sería difícil encontrarlos así, porque, para las empresas los trabajadores, incluso su puesto de trabajo, son poco más que una cifra en la columna del debe, una cifra que hay que rebajar a toda costa o, si es posible, suprimir. Para los nuevos empresarios, aislados de sus empleados, como si tuviesen que protegerse de ellos, ignorantes de su esfuerzo y sus habilidades, el puesto de trabajo no vale nada, porque puede cambiarse por una máquina o, incluso, transformarse en capital puro y duro.
Las empresas se pueden deslocalizar, llevarlas a lugares en los que el coste de la mano de obra y las facilidades de todo orden que allí encuentran, impuestos más bajos, limitación de los derechos de los trabajadores y demás, las hagan más rentables. También pueden venderlas, para llevarse el dinero a paraísos fiscales, en los que se pagan pocos o ningún impuesto y donde su capital pase a formar parte de esos peligrosos fondos que conspiran contra gobiernos y países.
Mi única esperanza en este mundo apocalíptico y cruel en que vivimos es la de que alguien recuerde la leyenda de Midas, el hospitalario rey de Frigia, bendecido por Dionisos con el don de transformar en oro todo lo que tocaba, pero que, cegado por su ambición, acabó convirtiendo en maldición el don otorgado por los dioses, porque, cuando todo lo que había a su alrededor, su ropa, sus enseres, su comida, su bebida, incluso sus seres queridos, se transformó en oro. 
El mito, bondadoso con Midas, le libera de la maldición, cuando siguiendo el cemente consejo de Dionisos acaba lavando su cabeza en el río Pactolo, con lo que su mal y su ambición desaparecieron.
Ojalá los nuevos midas, los que quieren convertir en oro todo lo que tocan sin importarles el daño causado, sin medir las consecuencias, propias o a extraños, que origina su ambición, encuentren su río Pactolo y se olviden de la codicia que les está llevando a convertir en sucio dinero todo lo que tocan. Ojalá se, como Midas, se pierdan, humildes, en un bosque y nos dejen, por fin, vivir en paz.

lunes, 23 de mayo de 2016

DIGNIDAD, BANDERAS, BESOS Y UN RETRATO

Mientras la delegada del Gobierno en Madrid, tan amante de prohibir y castigar como su antecesora, nos distraía con su aberrante y felizmente frustrada persecución de las senyeras esteladas, andaba ya atareada en autorizar la mayor exhibición de odio racista y xenófobo que han visto las calles de Madrid en todos los años de democracia.
No hay que ser muy listo, tampoco muy malicioso, para, después de relacionar una y otra decisión, sacar conclusiones y que estas conclusiones se tiñan con el aroma de simpatía hacia el extremismo de la derecha que desprenden la señora Dancausa y el gobierno al que representa. No hay que ser un lince ni ser muy leído para pensar que esta señora que anda tomando decisiones en contra de la ley, lo ha dicho un juez, y en contra de la voluntad de los vecinos de Madrid y la prudencia, debería haber dimitido o haber sido cesada hace tres días.
Pero no. Pretender eso es esperar demasiado de un gobierno que, cuando quiere, está en funciones y, cuando no, prorroga el permiso para apestar la ría de Pontevedra de la papelera Sniace y toma cuantas decisiones le convienen a él o a sus amigos. Por no comprometerse, ningún miembro se pronunció a las claras, sobre la tremenda metedura de pata de la señora Dancausa al pretender prohibir que las banderas independentistas, independentistas pero legales, entrasen en el campo. Como mucho, solo se atrevieron a invocar una ley, como todas interpretable, aunque siempre de inferior rango y supeditada a los derechos contemplados en la Constitución.
Un juez sí se atrevió y levanto la prohibición quitándole la razón. Un juez y el comportamiento cívico de miles de ciudadanos que exhibieron a lo largo de todo el domingo, ventoso y como hecho para lucir banderas, las suyas y respetaron las de los otros. Miles de ciudadanos que dejaron claro que los fantasmas viven sólo en determinados cerebros y se alimentan del miedo que esos cerebros consigan transmitirnos.
Ni un solo incidente, ni un solo conato de violencia, más allá de alguna patada o agarrón a destiempo sobre el césped del Calderón. Únicamente, la pitada al himno de quienes no se sienten representados por él, o a un monarca que lleva en el sueldo tener que soportar las muestras de cariño y las otras. Todo normal, todo plácido y feliz, no sólo porque se recluyese a una y otra hinchada en lugares distintos y alejados, sino porque unos y otros, yo los vi en mi querido barrio de La Latina, se respetaron e, incluso, confraternizaron.
Lección de convivencia y, por qué no decirlo, también de coraje, la dada por unos cuantos, pocos, ciudadanos que, a cara descubierta y en solitario, se enfrentaron a esa marcha neonazi que nunca debió autorizarse y que reclamaba prioridad en las ayudas sociales para los españoles frente a los extranjeros y no por la mala conciencia de que los suyos estén detrás de la desgracia de tantos españoles parados y desahuciados, no. Lo hacían por odio, quien sabe si temor, al diferente. Y eso siempre es malo.
Fue precisamente un extranjero quien, como recientemente hiciera otra inmigrante en Suecia, se plantó ante la manifestación recordándoles el horror y la vergüenza del nazismo. Pero también hubo quienes, a pie firme y en solitario protestaron, con el puño levantado, el paso de la marcha del odio.
Ya en la plaza del Dos de Mayo, el corazón del barrio de la movida madrileña, un grupo de vecinos dejó bien claro que no querían a los intolerantes en su barrio y una pareja gay se dio un largo beso frente a las banderas y las pancartas de tan aguerridos muchachotes.
Pero la policía no tardó en intervenir, para dar protección, no a quienes defendían la dignidad y la tolerancia, sino para "defender" a los violentos disfrazados de la "agresión" que estaban soportando de ciudadanos llenos de tolerancia y dignidad. Este fin de semana en Madrid hubo besos, banderas, mucha dignidad y un retrato, el de una autoridad y unas fuerzas del orden que, en los despachos y en la calle, actuaron de parte.

viernes, 20 de mayo de 2016

HUMO


Los gobiernos de Castilla La Mancha y Madrid han tenido delante de sus narices durante más de una década el polvorín del vertedero de neumáticos de Seseña, sin preocuparse ni apremiarse por el riesgo de que la negra goma, maloliente tóxica e inextinguible una vez que prende pudiese incendiarse. No les importaba y estoy seguro de que era así, porque, en expresión jocosa de mi amigo Ernesto, me juego el "matrimonio" a que ningún funcionario con capacidad de decisión en uno y otro gobierno vive, no ya en la mastodóntica y fantasmal urbanización construida por "el pocero", sino en el erial de Seseña. No les importaba ni parece importarles, a la vista de lo que, una semana después del comienzo del incendio, está pasando.
A ninguno de ellos, del PP o del PSOE, a uno y otro lado de la linde que separa Madrid de Toledo, les han importado durante años las montañas negras en las que iban acumulándose los neumáticos de nuestros coches, a ninguno de ellos parecía quitarles el sueño que miles de personas, adultos y niños, viviesen a pocos metros de ese polvorín. A ellos sólo les importa el humo. El humo o, mejor dicho, la utilidad del humo, negro y tóxico, que acorrala ahora a los vecinos. Y es que, para nuestra desgracia, en política, lo importante no es prevenir el fuego o apagarlo, lo importante es gestionar el humo.
Y a eso se dedican en las últimas horas los "gestores", a echarse el humo unos a otros, a culparse de no haber desecho el vertedero a tiempo, a decir que se echaron abajo en Madrid oscuros presupuestos que, según Cifuentes, contemplaban una partida para deshacer el cementerio, a financiar con dinero público "excursiones" reivindicativas de los vecinos de Seseña, con alcalde del Partido Popular, ante la sede del gobierno castellano manchego en Toledo que, casualidad de casualidades, es desde hace un año del partido socialista.
Del humo, a los políticos no les importa a quién mate o haga enfermar. Del humo, lo que les importa es no tiznarse y sí tiznar a los adversarios, hacer pagar a Page las consecuencias de años de gobierno de Cospedal y, seguro que también, José Bono, amigo y quién sabe si socio del Pocero. A unos y a otros les interesa agitar sus argumentos para meter el humo en casa de los otros, Y quieren, también, el humo en los ojos de los ciudadanos para que, de aquí a un mes, cuando vuelvan a votar, lo hagan a ciegas.
Gestores del humo. Sí señor, el humo, que puede ser real e irritante o ficticio y metafórico y no por ello menos irritante. Humo que levantan en cortinas ante el menor problema, ante la menor sospecha, para que los ciudadanos no seamos capaces de distinguir claramente los perfiles de cada uno, humo en oportunas cortinas que ocultan tras oportunas polémicas las nefastas cifras, resultado de la gestión económica del gobierno de Rajoy, humo para que los ciudadanos nos ocupemos sólo de banderas y silbidos, en lugar de hacerlo de lo que realmente nos importa, que es colegio de los niños, la residencia del abuelo, la vivienda que no podemos pagar. Todo, mientras las manos derechas de los gerifaltes del PP, hurgaban en nuestros bolsillos, sacando de ellos lo que luego nos hacían pagar por dos veces.
Humo en mítines, actos, anuncios, banderolas, carteles y vallas, humo de colores, con el que pintar el futuro, pero sólo mientras dura el humo de una campaña electoral. Humo equívoco como el de un buen canuto, humo que con el "guía" adecuado puede hacernos ver lo que ni está ni estará nunca ante nuestros ojos.
En fin, humo, humo y humo. Negro o de colores, pero humo.

jueves, 19 de mayo de 2016

BANDERITAS


Soy de esos españoles a los que años de franquismo han inoculado una especie de enfermedad, una alergia, que les impide emocionarse en presencia de banderas e himnos, cuando no les empuja a temblar de miedo o de rabia, porque no entienden que un trozo de tela de colores más o menos vistosos, con el rojo de la sangre derramada en casi todos, con el que, como decía mi abuelo Eustasio, se llevaba a la gente al matadero.
Todavía recuerdo los muertos que en el final de la dictadura y la transición causaron las banderas, muertos por poner o quitar banderas en montes, peñas, balcones o cualquier lugar prominente, desde los que ese paño "sagrado", entonces la ikurriña, ondease altivo y desafiante. La bandear era entonces causa de violencia y de muerte. Y lo fue hasta que alguien cayó en la cuenta de que prohibirla no iba a acabar con ella, ni mucho menos con lo que representaba, en una de las decisiones más sensatas de toda la transición.
De ahí a su reconocimiento oficial como bandera del País Vasco, medió apenas una constitución y las primeras elecciones libres en el territorio. A partir morir o matar por colocar la ikurriña se transformó en la "borroka" de todos los años en todas las fiestas por el lugar que debía ocupar en los balcones de los ayuntamientos vascos y navarros y si debía hacerlo junto a "la española" o no, algo que sólo dio lugar a más violencia y a detenciones y cárcel, aunque, con el tiempo, se ha quedado en poco más que un episodio más de dichas fiestas.
Por desgracia y vuelvo al abuelo Eustasio, las banderas son las más veces y dependiendo del uso que se haga de ellas se convierten en instrumentos, si no de dominación, de opresión, de agresión y, por qué no, de rebeldía. Y en esas estamos ahora, con un gobierno que, en lugar de restar importancia a banderas como la estelada que representa al independentismo catalán y que, al fin y al cabo, es, como el propio independentismo, legal  de todas todas, las convierte en "casus belli" y las prohíbe en la final de copa del próximo domingo, leyendo la ley a su antojo, de manera torticera, y causando con ello un escándalo mayor que la hipotética pitada al rey que, en el fondo, trataría de evitar y que estoy seguro de que se producirá corregida y aumentada,
Prohibir esa bandera, registrando y cacheando uno por uno a los espectadores que acudan al campo, es, una medida tan humillante como desproporcionada que, en el mejor de los casos ensanchará los pulmones de quienes estimen oportuno silbar y gritar al rey y al himno. No se gana nada con ello y, desde que me enteré ayer, no hago otra cosa que preguntarme si se prohibirá la entrada de banderas rojigualdas, con o sin aguilucho, si quedarán excluidos del registro quienes ceceen o quienes exhiban bufandas o banderas del Sevilla.
Será una pérdida de tiempo y dinero, un despliegue innecesario de las fuerzas del orden que estarían mejor empleadas en garantizar la seguridad en el campo esa noche y fuera del campo todos los días del año. Y más en un país que ayer rebasó con su deuda el 100% de sus ingresos, en un país que no es capaz de enjugar su déficit porque hay quien prefiere rebajar los impuestos de quienes tienen ingresos elevados, aunque sea a costa de la caja de la Seguridad Social y la protección de los más débiles, en un país en el que "los patriotas", los de la banderita en la solapa o en la correa del reloj, se llevan el dinero, nuestro dinero, sí el nuestro, ese que nos quitan en salarios y prestaciones, a paraísos fiscales fuera de nuestras fronteras, en un país en el que muchos correligionarios de la delegada del Gobierno que prohíbe las banderas están o van a estar ante el juez por "robar" el dinero destinado a viviendas, colegios e infraestructuras para gastarlo en campañas electorales, horteradas o llevárselo a Suiza. Un país, en suma, que tiene muchos problemas y más importantes que atender como para desperdiciar tiempo y esfuerzos en requisar banderas.
Claro que, bien mirado, este país tiene como ministro del Interior y superior, por tanto, de la delegada del Gobierno, a un señor que impone condecoraciones a figuras de escayola, madera, tela, encajes y oro o a guardias civiles, dos veces en veinticuatro horas, que arrancaron a palos de la alambrada que les separaba de su futuro a inmigrantes africanos en Melilla.
Este país no está para símbolos ni banderitas, este país está para que alguien se lo tome en serio y piense en todos los ciudadanos y no sólo en aquellos de los que persigue el voto.

miércoles, 18 de mayo de 2016

EMPRENDEDORES


No sé de qué nos quejamos. No sé por qué nos quejamos, si vivimos en un país, en un tiempo, en los que hacerse rico, obtener una fortuna de la nada, parece fácil y al alcance de cualquiera con alma de emprendedor. Ya lo dijo en su día ese ministro eternamente cabreado que en su día llevó las riendas de la durísima reconversión industrial de los primeros años de Felipe González en la Moncloa, para, más adelante, hacerse con las carteras de Economía y Hacienda. Se ve que de ese cometido se ocupaba y se ocupa gente malhumorada y faltona, como el actual Cristóbal Montoro, bastante dados a amenazas y regañinas, pero, también, a frases redondas como aquella del ministro navarro que no se cortó un pelo a la hora de decir que, España era entonces el país donde resultaba más fácil hacerse rico y en menos tiempo.
Recuerdo que, a algunos votantes del PSOE, yo era uno de ellos, nos chocó esa afirmación en boca de un ministro socialista, pero corrían buenos tiempos entonces, estábamos a las puertas de Europa y era todo de color de rosa. así que seguimos adelante con nuestro idilio con Felipe González, un héroe de la izquierda que, por aquel entonces ya nos hablaba de lo poco que importaba de qué color fuese el gato, blanco o negro, siempre que cace ratones o de su preferencia por morir apuñalado en el metro de Nueva York, antes que de aburrimiento en las calles de Moscú.
Debimos habernos mosqueado entonces, porque a nuestros gatos blancos, los que en 1982 iniciaron el cambio de este país, para que no lo conociera ni la madre que lo parió, se les estaba ennegreciendo el pelaje. Debimos mosquearnos por ellos, pero tanto o más por quienes estaban tiñéndoles el pelo, por todos esos empresarios y especuladores, que vivían arrimados siempre al poder, paralizándoles y guiando su mano a la hora de trazar planes de urbanismo o redactar los pliegos de condiciones para contratar con cualquier administración. Debimos mosquearnos y no lo hicimos, porque unos eran los nuestros y no nos cabía en la cabeza que se corrompiesen y porque los otros eran los de siempre.
Y así nos fue, así nos ha ido. Así ha sido este país, cada vez más enfangado en la corrupción, con sus políticos atrapados en ella, sin importar si eran blancos o negros, socialistas o conservadores. Se lo contó al juez David Marjaliza la mano derecha de Francisco Granados, mano derecha a su vez de la presidenta del PP madrileño, Esperanza Aguirre, a cambio de esperar su juicio fuera de prisión y de una hipotética benevolencia en la abultada condena que le aguarda cuando llegue a juicio este largo y laborioso sumario en el que se relatan pormenorizadamente corruptelas que sacarían los colores al mismísimo Alfonso Capone.
Marjaliza ha contado con mayor o menor precisión, con pruebas incontestables o sólo con sospechas cómo, dónde y, sobre todo, desde cuándo Francisco Granados, el mismo y muchos alcaldes del sur de Madrid decidieron cambiar los campos de cereal de ese territorio menos favorecido que el rico norte, por bloques de ladrillo a llenar con los sueños y la necesidad de miles de madrileños, incapaces ya de pagar una vivienda junto a su lugar de trabajo y condenados a pasar gran parte de su jornada en las atascadas carreteras que conducen Madrid con el paraíso de Granados y sus socios o, en el mejor de los casos, en abarrotados trenes de cercanías.
Todo, como hemos escuchado ayer de boca de Marjaliza, el especulador arrepentido, pagando tres mil o seis mil euros de más en cada una de las viviendas construidas en esos terrenos recalificados, tres mil o seis mil euros, que, según el arrepentido, irían a los bolsillos de los alcaldes recalificadores, para sí o para sus partidos. Todo, desde que Francisco Granados descubrió el chollo y diseñó esta trama que judicialmente se investiga en el caso Púnica y que arrancó en 1999 y funcionó hasta que, va ya para dos años, Granados, Marjaliza y unos cuantos alcaldes corruptos cayeron en manos de la Guardia Civil.
Confieso que lo de ayer me ha abierto los ojos, confieso que hasta ayer no he tenido claro de qué se hablaba cuando se hablaba del emprendimiento y los emprendedores. Y, sin embargo, era tan simple como que los emprendedores son quienes tienen una idea, se atreven y la llevan a la práctica, casi siempre, por su tenacidad y su osadía, con importantes beneficios económicos. Los emprendedores de que tanto ha hablado el PP, los héroes del enriquecimiento de que hablaba en su día el mismo Carlos Solchaga que hoy se sienta en consejos de administración, los emprendedores son ellos, Granados y sus "compañeros" de sumario.

martes, 17 de mayo de 2016

ESTE TÍO NO ES IDIOTA


No hace ni una semana que, de él, el abogado de Diego Torres, el socio de Iñaki Urdangarín, dijo entre dientes el ya famoso "este tío es idiota". Lo dijo tras escuchar de su boca y ante el tribunal que no sabía nada de Noos, el chiringuito de cuñado del rey y su socio para sangrar los presupuestos de ayuntamientos y comunidades autónomas, mediante su presunto asesoramiento en la organización de acontecimientos deportivos a cambio de nada o de casi nada. Lo dijo porque él y su representado sabían de sobra que el entonces alcalde de Madrid, el mismo que había dado el visto bueno para el nombramiento de Mercedes Coghen como consejera delegada de ese carísimoviaje a ninguna parte que por dos veces ha sido la candidatura para los juegos de 2020, prácticamente su único asunto como alcalde de Madrid amén de la carísima Calle 30, otro de sus  dispendios que aún pagamos y pagaremos los madrileños y los hijos de los madrileños en los muchos años por venir, el mismo de los ojitos brillantes en los cócteles, no podía saber de dónde le venían los folletos y libros que inundaban su carísimo, faraónico y desproporcionado despacho.
Sería muy fácil dar la razón al letrado, demasiado fácil. Pero no, este tío, Gallardón, es cualquier cosa menos idiota todo lo que hace, todo lo que ha hecho desde que se puso a la sombra de Manuel Fraga tiene, ha tenido un sentido. Llegó a aquel ominoso acuerdo para poner a los pies de PRISA el Círculo de Bellas Artes, porque así se garantizaba la "canonización" en las páginas de EL PAÍS, desde las que se le defendió hasta el paroxismo. Dejó la Casa del Correo de la Puerta del Sol a Esperanza Aguirre, elecciones mediante, porque tenía claro que en el Ayuntamiento su ego brillaría más y porque, no me cabe ninguna duda, tenía ya en la cabeza los megalómanos proyectos que dispararían hasta el infinito la deuda del ayuntamiento madrileño.
Y siendo ya alcalde, permitió que le colaran en su lista, como número dos y sucesora en ciernes, a la esposa de José María Aznar, Ana Botella, que, sin nada a su favor más que su ultra conservadurismo moral y religioso y su falta de empatía con los ciudadanos que no toman el té en Embassy, asumió el regalo que la hacía el partido de su marido, envuelto en los empalagosos y falsos elogios del alcalde, que veía en el regalo envenenado su pasaporte al gobierno en cuanto el PP ganase las elecciones.
Y no se equivocó, porque Gallardón no tardó en convertirse en el peor y más retrógrado ministro de Justicia de la democracia, mientras Ana Botella le igualaba en desastres al frente del Ayuntamiento de Madrid, pasando "olímpicamente" del dolor de las familias de las cinco jóvenes muertas en el Madrid Arena y supervisando los servicios mínimos de la huelga en empleados de limpieza que anegó esta ciudad de basura a cumulada, en tacones y con abrigo de piel. Tan mal lo hizo, "la Botella" que no se atrevió a intentar repetir, aunque, todo hay que decirlo, aguantó más en el despecho que se preparó Gallardón que él como ministro.
Sí, porque "este tío" en su fugaz paso por el ministerio puso patas arriba la justicia y los valores de los españoles, empezando por un amplio sector de su partido que se sintió avergonzado por el paso dado atrás por el misógino ministro en el respeto a la mujer y sus derechos. Además y ese es el motivo de estas líneas, cambió de un plumazo las reglas de juego procesales, fijando el pago de unas tasas desorbitadas que dejaban la justicia fuera del alcance de la mayoría de los ciudadanos. Unas tasas que su sucesor, a los pocos meses de sucederle tras sus "espantada" tuvo que suprimir, aunque no haya hecho otro tanto con el malicioso sistema de plazos de instrucción, por el que se fija un máximo de seis meses para la calificación, tiempo en el que, tal y como denuncian hoy los fiscales progresistas, es imposible instruir cualquier causa y más con los medios de que disponen. 
Una "cagada" más de "este tío", que puede acabar de golpe con la instrucción de decenas de miles de casos que bloquean hoy los juzgados, una medida tomada para impedir que madurasen los muchos y largos asuntos en los que está inmerso su partido, pero que se ha vuelto contra el derecho a alcanzar justicia de la mayoría de los españoles.
Este tío, en contra de lo dicho por el abogado del duque felón, no es idiota. Sabía muy bien lo que se hace y, si alguna vez da un traspiés, lo da cegado por su ambición que es mucha, aunque sabe ponerse pronto a salvo. Este tío es listísimo y habrá que esperar meses o quizá años para ver en qué manera se le recompensarán las muchas trampas que, a favor de las constructoras, se han hecho en todos esos megalómanos proyectos en que se ha embarcado a cuenta de la deuda de los madrileños.
Este tío no es idiota y lo estamos sabiendo gracias a que los suyos ya no ocupan su despacho en Cibeles, pero es y ha sido del PP, a pesar de que durante años vivió disfrazado de "verso suelto" entre cultura y canapés. Pero, como, a propósito de él, me dijo en una ocasión don Santiago Carrillo "no conozco en el PP a nadie que no sea del PP". Que no, que este tío no es idiota.

viernes, 13 de mayo de 2016

SE ADELANTA POR LA IZQUIERDA


A mes y medio de las elecciones del 26 de junio, que no son ni una segunda vuelta ni un desempate, creo que conviene, como se debe hacer en los adelantamientos, no quitar la vista del frente, el futuro,
ni dejar de mirar de vez en cuando al retrovisor, el pasado. Sólo así tendremos las cosas claras en el momento de ir a votar. Mientras tanto, como en un coche cargado de niños, de familiares, de amigos o de desconocidos, conviene abstraerse de toso el ruido que nos rodea y nos va a rodear, para que lo único que nos importe es avanzar con nuestro vehículo, rebasar ese obstáculo que tanto nos retrasa y situarnos con bien ante la carretera despejada.
Quienes hemos conducido, especialmente en carretera, sabemos que, a la hora de adelantar, lo peor es la indecisión, las dudas, el miedo que agarrota los músculos y confunde los sentidos y, sobre todo, la falta de visibilidad, el no saber qué hay adelante y no tener claro si el vehículo que conducimos va a responder como esperamos y necesitamos. Porque, si me apuráis, nada hay peor que no saber cómo va a reaccionar el vehículo al que nos subimos, si se va a quedar sin potencia, si le van a fallar los frenos cuando los necesitemos o si tiene vicios en la dirección, si a la hora de la verdad se va a vencer hacia la derecha o hacía la izquierda, llevándonos a donde no queremos ir o, lo que es peor, a la cuneta.
Venimos de cuatro largos años de injusticia, de cuatro largos años en los que hemos retrocedido, unos más que otros, décadas en el tiempo, en el que quienes nos creíamos ya a salvo nos hemos visto de nuevo en peligro. Años en los que el capitalismo, ese gran capital oscuro y duro del que hoy hablaba Almudena Grandes, ha saqueado nuestra despensa, quitándoles el pan a quienes más lo necesitan para almacenarlo sin control y sin vergüenza en sus paraísos. De ahí venimos y de ahí necesitamos salir lo antes posible y, para salir, necesitamos subir a un vehículo potente, sólido y fiable que nos saque de ese infierno.
Ese vehículo no puede ser de ningún modo el que hace cuatro meses nos prometió el paraíso y trató por todos los medios de aparcar en un área de servicio, la de color naranja, porque el conductor, Pedro Sánchez, tenía necesidades que cubrir. Nos engañó entonces y, con el coche lleno de buitres graznando y esperando hacerse con sus despojos, es cualquier cosa, menos seguro, porque, aunque el propio Sánchez quiera ignorarlo, es imposible que acabe por llevarlo y llevarnos por sí mismo a buen puerto, porque va a necesitar ayuda y tiene el vicio o lo tienen los que le sujetan el volante de buscarla en la derecha.
La otra oportunidad que tenemos de salir de este barrizal es la de subirnos al tándem, improvisado, si queréis, que han formado Podemos e Izquierda Unida. La izquierda emergente, la surgida, si no en dirigentes, sí en votantes, del 15-M y la izquierda de siempre, tras años de intentos de renovación y de relativa marginalidad, juntos, sumando votantes, para rebasar a quienes nos dejaron en la cuneta, junto a compañeros de viaje indeseables a los que dio las llaves de contacto y el volante.
Estas elecciones que se acercan son muy importantes, quizá las más importantes que vamos a vivir quienes tenemos derecho a votar en ellas. Y no podemos equivocarnos. Tenemos que tener muy claro que cualquier rebaja en los impuestos, el reclamo con que nos engatusa le derecha, se transformara en un aumento del déficit y en recortes que nos quitarán lo que es de todos para dejarlo en manos de los que luego nos lo revenderán más caro y peor. En estas elecciones no tenemos que hacer caso de los que reniegan de "los comunistas", los mismos que impulsaron desde dentro, bajo el franquismo, la defensa de la libertad y los derechos de todos.

Estas elecciones deben servir para salir cuanto antes de esta región tenebrosa y para ellos, nada mejor que ignorar toso ese ruido que nos rodea y nos va a rodear los próximos días, sujetar bien el volante, mirar al frente. sin perder de vista el retrovisor e ir rebasando, uno por uno, todos los obstáculos, sin olvidar que, aquí y ahora, sólo se puede adelantar por la izquierda.

jueves, 12 de mayo de 2016

PEDRO SÁNCHEZ



Lo de Pedro Sánchez no puede acabar bien. No puede acabar bien, porque tampoco empezó bien. Sus compañeros del PSOE le eligieron para la secretaría general pensando en las inmediatas elecciones y eligieron un cartel electoral, una sonrisa "profidén", un atleta digno del escaparate de una tienda de modas, sin caer en la cuenta de que los grandes de la moda ya no ponen maniquíes en sus escaparates ni de que, en estos tiempos que vivimos, se vende mucho más el rojo Colgate que el azul del profidén, No sé si son prejuicios, supongo que sí, pero tiendo a desconfiar de alguien de quien lo primero que se dice es que es guapo o que está muy bueno. Y eso es lo que ha ocurrido con este líder improvisado que nada más ocupar su despacho en Ferraz puso patas arriba el partido en Madrid, fulminando a su secretario general, Tomás Gómez, y poniendo en su lugar una gestora con Rafael Simancas al frente que consiguió lo que parecía imposible, hundir aún más sus resultados, dejándolos en la capital casi al borde de la marginalidad y salvando los muebles en la comunidad con la presencia en el cartel de Ángel Gabilondo, un prestigioso independiente, del que Sánchez parece haber aprendido poco.
Por si fuera poco, el impulsivo secretario general tardó poco en convertirse en juguete de los barones, esos personajes que gustan de ladrar desde la seguridad de los tobillos de su amo, sin salir casi nunca a campo abierto, y que andan perdonándole la  vida desde el minuto cero, dejándole que se cueza en el jugo de su torpeza, mientras esperan a que su recambio, Susana Díaz, esté lista para asumir el reto y le apetezca dejar la comodidad de un territorio, Andalucía, que, por su estilo, por la tradición del voto y por la falta de adversarios de fuste, le es tan propicio.
Pedro Sánchez ha sido para las bases socialistas como esos frutos de invernadero, tersos, brillantes y apetitosos que, una vez en la mesa, resultan insípidos y duros, tanto que, después de catados, acaban en la basura o criando moho en el fondo de la nevera. Y desgraciadamente es así. Desgraciadamente, el secretario general socialista engaña a los suyos, engaña a sus votantes y me temo que también se engaña a sí mismo, diciendo en campaña unas cosas que, a la hora de la verdad, nunca cumple. Y, si no lo hace, es porque su verdadero interés, para desgracia de quienes le creyeron, está en su propia supervivencia, incluso más que en la de su partido.
Me explico: cuando Sánchez intentó formar gobierno a nadie le dijo que lo hacía con una mano atada a la espalda o, cuando menos, con las cartas marcadas. A nadie le dijo que nunca quiso o que otros no le dejaron explorar la única posibilidad de gobierno que había, la de la alianza de izquierdas que dejó para el final y sin esperanzas. Lo de la unidad de España, que tanto me recuerda al "Una, grande y libre" del franquismo fue la excusa perfecta. Perfecta y mentirosa, porque ningún demócrata puede rechazar la esencia de la democracia que no es otra que la consulta. Y ningún demócrata que lo sea puede oponerse a que alguien lo pretenda.
Lo de Cataluña, dicho así y por simplificar, no es más que miedo a dejar en manos del PP el patrimonio de la unidad de España, sin pararse a pensar en que hay muchas otras soluciones que, hoy por hoy y antes de que se pudran más las cosas, son viables. Hoy por hoy, creo sinceramente que una consulta bien planteada, en la que los ciudadanos tuviesen toda la información, daría como resultado una victoria, apretada quizá, pero victoria, a favor de la permanencia en España, naturalmente bajo otro tipo de relación, que bien podría ser la de la federación.
Pero no. Es más fácil hablar de riesgos y seguridades. A pesar de que los españoles llevamos ya años padeciendo los rigores de una crisis injustamente repartida de la que, me temo otra vez, sus señorías poco o nada han sabido. Por eso hay tanta gente que no responde a las amenazas de un Jordi Sevilla, asesor económico de Zapatero, entregado a los brazos de la banca, asustándonos con las llamas del "no" euro, como si no supiésemos que la UE nunca va a renunciar a España como mercado, como no se atrevió a renunciar a la "díscola" Grecia de Tsipras. Sevilla defiende más bien, no la seguridad de los españoles, sino la del cáncer neoliberal que se ha apoderado del cerebro y el corazón de quienes deciden e imponen lo que se hace en Europa.
Pero, claro, Jordi Sevilla nunca irá a los mítines y actos de Pedro Sánchez, ni siquiera como parte de ese "público forillo" que agita banderas tras el líder, todos jóvenes y guapos como él y, también como él, más pendientes de las cámaras y de la puesta en escena que de lo que se dice y se escucha. No estará Sevilla y sí otras caras, viejas y nuevas, más limpias que la de Sevilla y quienes rodean al candidato, caras nuevas, salvavidas de un Pedro Sánchez que, pase lo que pase, lo tiene perdido, ya que, aunque iguale el resultado de noviembre, algo que ya nadie espera, nunca será presidente ni siquiera quien negocie en nombre del PSOE cualquier nueva investidura que proponga Felipe de Borbón.
Pedro Sánchez acabará siendo eso, el chico del cartel por el que optaron sus compañeros deprisa y corriendo y que quedará en eso en humo de un sueño en el que ni él ni sus barones quisieron creer.

miércoles, 11 de mayo de 2016

PARA QUE SE JODA EL SARGENTO...


Hay una frase hecha, una de esas sentencias de la sabiduría popular, que resume a las mil maravillas la negativa de Pedro Sánchez o de quien esté detrás o encima de él en el PSOE. Una sentencia que pone de relieve la estupidez de quien pretende castigar a otro causándose daño a sí mismo. La frase en cuestión, escuchada o evocada más de una y más de dos veces en los cuarteles por los que hicimos el servicio militar, la "mili", no es otra que la que reza así: "para que se joda el sargento, no como rancho".
Qué es sino una autoflagelación o, lo que es peor, un castigo para quienes quieren, queremos, que, de una puñetera vez se vayan y dejen de hacer y deshacer a su antojo leyes y normas aquellos que llevan cuatro largos años desmontando lo que queda de nuestro bienestar y, con ello, nuestra felicidad. Lo de Sánchez ayer, rechazando sin apenas meditarla, la oferta de Podemos para compartir listas al Senado, es como dejar de comer el rancho que se sirve en la mesa para castigar a Pablo Iglesias a expensas del futuro de la izquierda, en la que se supone que habría que incluir también a los socialistas.
Aún recuerdo aquella Entessa del catralans que, en plena transición barrió con su lista al Senado por Barcelona las elecciones, convirtiendo a Joan Benet, pese a lo que Esperanza Aguirre de sí misma, en el senador más votado de la historia de la democracia española. Y, porque lo recuerdo, no me cabe en la cabeza que un partido que se dice de izquierdas y que jura y perjura querer desalojar al PP del poder, el PSOE, renuncie a arrebatártele la mayoría del Senado, dejando en manos de quienes han dejado en la miseria y el dolor a tantas familias, de quienes ha sentado en esos escaños a quienes pasan por ser las estrellas de la corrupción en Valencia, el control de una cámara que no sirve para otra cosa que para bloquear cualquier reforma constitucional que se abra paso en el Congreso.
No me cabía en la cabeza hasta que, escuchando a Óscar López, se ha hecho la luz para mí. Dicen decir no a la propuesta, y valga el trabalenguas, para que Podemos y sus socios no saquen adelante el referéndum en el que se consultaría a los catalanes por el futuro de su relación con el Estado. Y lo dice "tan pancho", sin mover una pestaña, confundiendo o pretendiendo al menos que confundamos gobierno con parlamento. Agitando el señuelo del anti catalanismo o el estandarte de una pretendida unidad inquebrantable de España, a qué me suena esto, para justificar su estrategia de zapador, su ansia de minar cualquier intento de construir una izquierda fuerte que ensombrezca y minimice su estéril hegemonía, al menos en estos últimos años.
Pero no nos engañemos. Ni siquiera ese anti catalanismo, ese veto a cualquier propuesta de consulta homologada y democrática, no muy distinta de las de Escocia o el Quebec, es la verdadera razón de la negativa. La verdadera razón hay que buscarla en el pánico ciego de quienes controlan el partido socialista a que la izquierda pueda acceder, como ya pasa en ayuntamientos y comunidades, a los despachos que han visto y oído tanto a lo largo de tantos años de gobiernos corruptos y oposiciones consentidores y complacientes. No quieren que el aire limpio y la luz entren en ellos y levanten las alfombras que esconden tanta basura. No quieren que aumente el número de senadores progresistas para que no multipliquen y no controlen las comisiones que investiguen y barran tanta basura.
Oscar López y Pedro Sánchez pretenden que confundamos una alianza que acabaría el día que cada senador electo recibiese su credencial, con un pacto de gobierno que sí implicaría compromisos para el futuro.
Que lo digan claro, que digan que no quieren senadores con restas, de se dejen de sumas y restas que se hicieron en los tiempos de Almunia y Paco Frutos, cuando este país padecía una izquierda y una juventud desmovilizadas, cuando aún creía que era rico y no había habido un 15-M. Está claro que juntos sumarían más. No hay más que ver el "canguelo" que les ha entrado con la alianza de Podemos e Izquierda Unida, no hay más que recordar aquellos tiempos en que España salió de la dictadura con socialistas y comunistas, sí. comunistas, de la mano.
Como reza la sentencia han decidido que para que se joda el sargento, no van a comer el rancho de la unidad, aunque sean sus votantes y quienes quieren que este país cambie los que resulten jodidos.

martes, 10 de mayo de 2016

SÍ. POR FIN JUNTOS



Con cuatro meses de retraso, con alguna que otra inocencia perdida y, a lo mejor, gracias a eso, ayer llegó por fin el acuerdo que puede unir, si no a los partidos, sí a las bases de la izquierda española que, ahora puede verse, es muy amplia.
Dicen que el gato escaldado del agua fría huye y no me parece que Pablo Iglesias, a pesar de sus torpezas, ni quienes le rodean, escaldados en noviembre quieran mojarse en junio. Quizá por eso y con la calculadora en la mano, Podemos se ha apeado de su exceso de arrogancia y se ha avenido a ceder en algunas de las condiciones planteadas por Alberto Garzón en nombre Izquierda Unida – Unidad Popular.
Por eso estoy seguro de que Pablo Iglesias, sabedor de su desgaste en estos cuatro meses, o más, de soberbia intransigencia, y Alberto Garzón, el líder mejor valorado de la izquierda estatal si no de todo el arco parlamentario y deseoso de transformar por fin en escaños todos esos votos recibidos por IU-UP, que se vieron malogrados en las últimas elecciones.
Sea por lo que sea, Podemos e IU, las fuerzas que solas o en compañía de otros se disputaron hace cinco meses los votos a la izquierda del PSOE, acuden juntos a esta nueva convocatoria y, por las primeras reacciones, de entusiasmo por parte de unos y de pánico y resentimiento por parte de otros, parece que la suma de sus expectativas en votos se traducirá en un importante número de escaños que podría llevar al desgastado y descastado PSOE al lugar que, a mi modo de ver, mereció ya en noviembre.
En las próximas horas, las bases de IU y Podemos tendrán que ratificar este acuerdo, aún con incógnitas, pero que, dada la distinta situación de partida y, esto es personal, la confianza que me merece Alberto Garzón, superará fácilmente el trámite. Será entonces cuando, al menos en Izquierda Unida, comiencen a retratarse, si no lo han hecho ya, quienes prefieren, lo he dicho muchas veces, ser cabeza de ratón antes que cola de poderoso león transformador, cuando algunos traten de defender su chiringuito en perjuicio de los ciudadanos que depositamos el voto y la confianza en esas siglas.
Llegarán también las meteduras de pata de unos y otros que, espero, se resolverán rápido y con bien, y llegará el acoso de los poderosos que no quieren perder el control del parlamento, consolidado durante años de tratar con la vieja política y engatusar a sus líderes. Llegará lo peor de esos partidos, tan acostumbrados a las componendas que tendrán que entenderse ahora con una izquierda emergente y esa otra izquierda, la vieja izquierda, según los pipiolos del PSOE, a la que siempre han marginado a la hora de repartir las armas electorales.
No les van a resultar fáciles, no, los nuevos tiempos a los “compañeros” diputados del PSOE, porque después de tantos años y, por desgracia, están más cerca en intereses y en amistades de sus “colegas” del PP que de quienes lleguen ahora al hemiciclo. Tampoco les va a resultar fácil a los opinadores, anoche mismo pudimos comprobarlo, que perderán “soplos” y favores de sus viejas fuentes y que ahora, algunos ya añosos, tendrán que reconfigurar el mapa de la información parlamentaria.
Supongo que más de uno andará ahora ajustando consignas con sus “padrinos” y recibiendo las correspondientes filtraciones insidiosas para minar la fuerza de este acuerdo que puede hacer tambalearse las estructuras de la que ha sido la política española en los últimos treinta años. Supongo que no tardarán en pintarnos apocalipsis varios para el caso de que se produzca el tan temido “sorpasso” que convierta a Pablo Iglesias y Alberto Garzón en líderes de la leal oposición o, quién sabe, en el núcleo duro del nuevo gobierno.
Estoy expectante por saber en qué va a acabar todo esto. Hay quien dice que, a pesar de los cambios que se produzcan en la composición del hemiciclo, el equilibrio entre la izquierda y la derecha será el mismo, que PP y Ciudadanos podrían sumar escaños para equilibrar el ascenso de Podemos-IU. En ese caso el papel del PSOE, seguro que ya sin Pedro Sánchez, será decisivo y será bueno conocer su posición y la de sus bases, porque quizá opte por dificultar de nuevo un gobierno de la izquierda. Será excelente, porque, facilitando, la permanencia de la vieja y cruel derecha económica en el poder, el PP azul y el PP naranja, que dice Garzón, se retratará para siempre y dejará libre y despejado el espacio de la izquierda.

Nos van a contar muchas patrañas, se van a emplear a fondo en las insidias. Nos van a mentir una vez más, pero esta vez lo harán a la desesperada y con miedo. Nuestro deber, como le decía ayer a mi amigo Víctor Claudín, es convencer a quienes nos rodean, propios y extraños, de que nunca como ahora votar va a ser imprescindibles, porque, por fin la izquierda, nuestra izquierda acude unida a las urnas. Sí, después de tantos años, por fin juntos.

lunes, 9 de mayo de 2016

CON E DE EGOÍSMO



Entre las efemérides de hoy lunes 9 de mayo, está la de la firma de la entrada de España en el Mercado Común, entonces, y veintiséis años más de la proclamación de la denominada "Declaración Schuman", que, inspirada por los franceses Robert Schuman y Jean Monnet, puso las bases para lo que hoy es la Unión Europea, pese a que lo que la Unión que hoy conocemos tenga poco que ver con el sueño de aquellos dos estadistas que vieron en ella la mejor manera de restañar las heridas de una guerra que hacía apenas cinco años antes asoló Europa.
No es una fecha redonda, de esas que a los periodistas nos gusta, en realidad nos viene bien, recordar. Sin embargo, este año coincide con la intención manifestada por Austria de levantar fronteras físicas con Italia, para impedir que quienes huyen, no de Siria o de cualquier otro escenario de guerra, sino de la muerte, la injusticia y la imposibilidad de construir una vida en libertad. También coincide con la certificación hecha ayer por el parlamento griego de que sus ciudadanos, como nosotros mismos, son europeos de segunda, buenos camareros, buenos haciendo camas de hotel o cocinando, buenos quizá enamorando turistas de uno y otro sexo, pero no merecedores del bienestar que les prometieron para atraerles al círculo de las estrellas.
De aquel sueño que fue creciendo poco a poco, primero como comunión de intereses comerciales, casi como cooperativa de países, después como un proyecto de federación de países que hicieran del continente una especie de Estados Unidos de Europa, potente, influyente y rica, capaz de competir con los del otro lado del Atlántico. Un sueño posible y atrayente, mientras el muro, el telón de acero, como fue llamado en plena guerra fría, cruzaba el continente, de norte a sur, como una cicatriz. 
Pero el muro cayó y todos vimos que al otro lado apenas había nada y el gran capital y quienes le han servido siempre ya no tuvieron motivos para disimular, la Europa "roja", la del Este, paso de ser una vieja y misteriosa enemiga a convertirse en mercado y los estados de este lado pasaron de fabricar aviones y carros de combate con los que atacarles o con los que defendernos de quienes estaban al otro lado, nuestros siniestros vecinos, a fabricar coches, televisores y todo tipo de electrodomésticos para vendérselos.
Por eso, la vieja Europa "improvisó" una precipitada entrada de esos países del Este, muy al gusto de Alemania que siempre se sintió un poco sola en la Europa de los seis o de los doce, por eso se hizo la vista gorda ante gobiernos y constituciones no suficientemente homologadas y por eso ha sido por ese flanco que se ha descosido el traje de una UE engordada precipitadamente.
Desde hace un año, los pecados de hipocresía de esta Europa que, junto a los Estados Unidos, dice combatir a los regímenes tiránicos y lo dice, presuntuosa, con grandes gestos, mientras cierra a cal y canto sus fronteras a quienes padecen las consecuencias de la vampirización de los pozos de gas y de petróleo, esta vieja Europa es incapaz de ofrecerles una esperanza de vida, sólo frío, barro y hambre, a las puertas del paraíso.
Una vieja Europa, que se ha vuelto avara y desconfiada, que esconde sus riquezas en los armarios, en los cajones, envueltos en retórica, himnos y banderas, mientras a sus puertas lloran los niños y tras de ellas crece la desigualdad y se alimenta el odio. Una vieja Europa en manos de la banca y las grandes multinacionales que se comen nuestro bienestar y nuestra felicidad para defecarlos en las letrinas de los paraísos fiscales, desde donde alimentan nuevas crisis y nuevas guerras. Una vieja Europa que ha pasado de sueño a pesadilla, convenientemente alimentada con el egoísmo insolidario de gobiernos elegidos con nuestros votos. Una Europa que hoy se escribe con E de egoísmo.

viernes, 6 de mayo de 2016

AUTORRETRATO DE UNA FISCAL

Siempre he pensado, y más desde que, hace ya dos décadas me ocupé de la información de tribunales en la Cadena SER, que hay que estar hecho de una "pasta especial" para acusar o juzgar a ciudadanos iguales, sin dejarse llevar por pasiones o prejuicios, algo que se supone debería esperar la sociedad de jueces y fiscales.           
No sé cómo sería la cosa cuando de los que se cocía en los juicios apenas se enteraban el tribunal, los testigos, las defensas y acusaciones, naturalmente, los acusados y el público presente en la sala, que, por cierto,  está formado por verdaderos "profesionales", dada la asiduidad con que acuden a cuanta audiencia pública cuadra en sus horarios, Por mis horas de audiencia sé que algunos jueces y, sobre todo, algunos fiscales, al igual que algunos defensores, claro, se gustan, exponen sus argumentos con pasión y una cierta dramatización que más de una vez sorprenden a propios y extraños.
Puede que sea el escenario, puede que el público, lo cierto es que quienes bostezan en determinados juicios, en otros se crecen y "declaman" sus argumentos para la historia, como si lo hiciesen ante las ruinas de Itálica. Más, si, como ocurre en estos tiempos, pendientes de algunos juicios, están decenas de televisiones y radios, y otros tantos diarios y los casos se convierten en comidilla de todos y todos, propios y extraños, se interesan por lo que haces o dices en él.
Uno de esos casos, lleno de morbo y con razón, es el que se ocupa del "asalto" de la capilla católica de la facultad de Económicas de la Complutense. Digo que, con razón, porque en él se mezclan, si no se revuelven la política, la religión y, a juicio de la fiscal del caso, el sexo. En ese asunto, se condenó en primera instancia a la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, de la coalición Ahora Madrid, a una multa de más de cuatro mil euros trescientos veinte euros por quitarse la camiseta y quedarse en sujetador en torno al altar, mientras otras jóvenes se desnudaban "de cintura para arriba", se exhibían imágenes del papa cruzadas por esvásticas y se leía un manifiesto en contra del sexismo y la homofobia impuestos por la iglesia  Una suma de actos de los que se culpó a Rita Maestre porque, finalmente, fue la única de las jóvenes identificadas en la acción.
Los abogados de Rita Maestre recurrieron la sentencia, pidiendo su absolución, a lo que la fiscal del caso,  Marisa Morando, se opone en un escrito en el que recuerda lo que considera hechos probados, atribuyendo a la recurrente, Rita Maestre, pleno conocimiento de lo que allí iba a ocurrir y enumera con un lenguaje teñido de ideología y, diría yo, desprecio, todas y cada una de las consignas que se repitieron en aquel "asalto" y un pleno conocimiento teñido de claro sentimiento de ofensa en lo relativo a la profanación castigada en la sentencia.
Del escrito de la fiscal podría desprenderse, tanto por el lenguaje empleado en él, como por la forma de relatar los hechos, un cierta toma de postura, si no animadversión, contra la condenada que, a mi juicio, va más allá de su papel y que demostraría una posición ante la religión nada objetiva y, sobre todo, una visión del papel de la mujer, "señoritas" llama a las participantes en la protesta, anclada en modos y maneras de otros tiempos, puesto que la fiscal se permite dejar por escrito que  "lo único que consiguieron desnudando su torso fue poner en ridículo el papel de las mujeres. Sobre todo, por usar frases “con rimas pretendidamente ingeniosas” y por “mostrar el sujetador en un espacio que para los católicos es sagrado”, algo a todas luces carente de objetividad.
En fin, el escrito de la fiscal es un claro ejemplo de sobreactuación, más pendiente quizá de dejar reflejados sus sentimientos que de actuar con la objetividad que se le debería suponer, especialmente, después de que el propio arzobispo de Madrid perdonase a los "asaltantes",
En fin, creo que la citada fiscal, Marisa Morando, con ese escrito se ha hecho un autorretrato.

jueves, 5 de mayo de 2016

LA VIEJA IZQUIERDA



"Ni pidas a quien pidió, reza un viejo aserto, ni sirvas a quien sirvió". Un aserto que traduce en dos frases lo que suele ocurrirle a quien muda "para bien", o sea hacía arriba, de condición. Y lo que suele ocurrirle, por desgracia, es que olvida, cuando no desprecia, lo que fue.
Algo tan lamentable, porque dice poco de la condición humana, es lo que le ha ocurrido al secretario de Organización del PSOE, el riojano César Luena, quien a sus treinta y seis años, o sea, nacido cinco años después de la muerte del dictador, en plena efervescencia democrática, se permite hacer chanza, si no despreciar, aquella izquierda que, durante los cuarenta años del franquismo mantuvo vivas en este país la llama de la resistencia a la dictadura y la esperanza de que este país volviese a ser lo que nunca debió dejar de ser. Un desprecio que no es nuevo en su partido porque, no hay que olvidarlo, ya en plena transición, cuando aún se encarcelaba a comunistas por el hecho de serlo, al entonces secretario general de su partido, Felipe González, no le hizo gracia que Adolfo Suárez legalizase el Partido Comunista, a las puertas de las primeras elecciones democráticas.
Seguro que nadie le ha contado al "aguerrido" César Luena, el secretario de organización incapaz de organizar su partido, que ese partido llegó al gobierno de los ayuntamientos de la mano del Partido Comunista de España, ese sobre el que hoy ironiza y previene a quienes le quieren escuchar. Claro que tuvo que, si llegó a enterarse, tuvo que ser de oídas, porque Luena parece de esos que creen que la tierra echó a andar cuando él llego al mundo y se parará cuando se vaya.
Esa vieja izquierda que hoy desprecia quien es mano derecha de Pedro Sánchez, es la que, a través de la lucha, durante mucho tiempo clandestina, de los sindicatos, especialmente Comisiones Obreras, y de las asociaciones de vecinos puso las bases de la estructura que mantuvo la esperanza de que, algún día, este país dejase de estar gobernado por la derecha. Por eso, César Luena, ahora que el PSOE está más cerca que nunca de la derecha, vieja o nueva, y a los hechos me remito, se permite ironizar sobre la probable alianza de la izquierda a la izquierda del PSOE, aunque bastaría decir "la izquierda", y, si lo hace, es porque puede superarles, porque, juntos, Podemos y sus mareas, Izquierda Unida y su UP y cuantas fuerzas quieran sumarse a esa coalición, pueden superar las barreras de la tan perversa Ley D'Hont, haciéndose con los "restos" que, en las pequeñas circunscripciones, han otorgado siempre los escaños a los dos grandes partidos.
Luena, que ha unido su destino a Pedro Sánchez, quizá porque ni uno ni otro tenían donde elegir, sabe que, si la temida coalición cuaja y obtiene más escaños de los que Podemos e IU-UP obtuvieron por separado, su destino y quizá ´también el de su partido estaría escrito y no para su bien. Luena sabe de sobra que, pase lo que pase, su partido, tocado por su excesiva cercanía a Ciudadanos y su sectarismo frente a Podemos, tiene las horas contadas, al menos con su actual estructura. Y sabe, o debiera saber, que esa "gran coalición" que alientan alguno de sus barones y el "parque jurásico" que dormita en sus despachos, los de sus fundaciones y algún que otro consejo de administración, sería el final para un partido que fue parte de la vieja izquierda y que lleva tiempo renegando del sudor, del olor a lejía y a cocina y de los monos grasientos o sucios de cemento, porque, desde hace ya demasiado tempo, en vez de pisar el suelo, lo que pisan es una mullida moqueta.
A César Luena no le gusta, porque le da miedo, "la vieja izquierda". A mí sí me gusta la izquierda y creo que este país se merece ser gobernado por la izquierda. Y, puesto que él y su partido, el de las primeras reformas laborales, el de las corrupciones propias o las consentidas, el que, desde el sillón de gobernador del Banco de España consintió el saqueo de las cajas y las preferentes, reniegan de ella, bienvenida sea la vieja izquierda.

miércoles, 4 de mayo de 2016

CUARENTA AÑOS POR LA BORDA


Como diría el personaje de Vargas Llosa en "La catedral", hoy, cuarenta años después de que viese la luz aquel sueño de libertad que vino a colmar tantas esperanzas, hoy soy yo quien se hace la terrible pregunta "cuando fue que se jodió "EL PAÍS". Hoy, cuarenta años después de aquel cuatro de mayo me pregunto qué le ha pasado a aquel sueño para convertirse en un amigo traidor al que ya no quieres ver. en un compañero de tantas cosas que, al final, se ha convertido en todo aquello que criticabais juntos.
Si alguien me dijese entonces que aquel periódico que diariamente llevaba como una bandera bajo el brazo iba a convertirse en un enemigo de la libertad de expresión me hubiese partido la cara con él, si alguien me hubiese dicho entonces que, de tanto arrimarse al poder, de tanto confundir sus intereses con los de los lectores, aquel periódico que estuvimos esperando tanto tiempo acabaría escondiendo verdades y dando pábulo a mentiras, no sé si llegaría a las manos, pero sí que acabaría con él a gritos.
¿Cuándo se perdió EL PAÍS, cuando dejo de ser lo que soñamos? Es cierto que durante el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 mantuvo la calma y la dignidad y ayudó a que los demás la mantuviésemos, es cierto que nos abrió los ojos a muchas cosas, que nos ayudó a entender el mundo en el que entrábamos y a que ese mundo nos entendiese, nadie puede ponerlo en duda, Pero también es cierto que, con los años, de tanto mirar la vida desde la cima del éxito, fue alejándose de nuestras cosas, de nuestros intereses,  de la realidad, ensoberbeciéndose, poniendo distancia con sus lectores que, pobres de nosotros tardamos demasiado en abrir los ojos.
Casi por azar llegué al periodismo y casi por azar acabé en el grupo editor de EL PAÍS. Llevaba unos pocos años en la SER cuando me tocó vivir la llegada del PRISA, del "grupo" a la cadena. Cambiaron muchas cosas, pero a PRISA le puse la misma fe que le había puesto a cambiar el añorado y valiente Informaciones por aquel periódico que vio la luz en la primavera de 1976. Es verdad que yo, aún un novato sin un puesto fijo, oía hablar de "invasión", de inexperiencia y cosas parecidas, pero, para ser justo, he de decir que la SER y, de paso, mi vida cambiaron y cambiaron para bien.
No éramos conscientes, pero quizá ese fuese el principio del fin. Los editores de EL PAÍS decidieron convertir aquel periódico en un grupo multimedia, con su radio, con su televisión, con sus revistas, al calor de un Felpe González "generoso" que, a cambio de teñir a su gusto la realidad, ayudó a crecer ese incipiente grupo que, como la flor de invernadero, creció mucho y vistosa, pero débil, tanto que, enseguida y especialmente desde que entró en la aventura de las subastas del fútbol, empezó a perder sus pétalos agobiada por los hongos y el pulgón del crédito.
Fue entonces cuando hubo que alimentar al monstruo que, para sobrevivir, como Saturno, tuvo que devorar uno tras otro a sus hijos. Fue entonces cuando, para mantener la cartera publicitaria, algún que otro crédito y ayudas para renegociar su monstruosa deuda, comenzó a no informar de aquello que molestaba a sus poderosos amigos, por ejemplo, dela estafa de las preferentes. Fue entonces cuando sus directivos comenzaron a comportarse más como empresario que como periodistas. Fue entonces cuando el coraje y los principios se cambiaron por esa forma de miedo que llaman prudencia y el periódico con el que soñamos anduvo como un pollo sin cabeza, arrimándose al poder, fuese cual fuese su color, despistando a sus cada vez menos numerosos lectores.
Atrás quedaron al de cal de su lealtad a la Constitución el 23-F, con al de arena de dejarse embaucar por Aznar el 11-M, atribuyendo a ETA aquella matanza que tuvo más que ver con la postura a que Aznar nos arrastró en la segunda guerra del Golfo.
Pero, con eso y todo, incluso después de los ERE en el diario, de las ventas de tesoros como la editorial Alfaguara, de los despidos de gente con prestigio y con criterio, para sustituirlos por jóvenes y mal pagados becarios, con el deterioro del diario en la red, de la tortura a que se somete a nuestro idioma en sus titulares, de errores impensables hace sólo unos pocos años... con todo eso, lo peor es que el periódico y el grupo se hayan convertido en un instrumento en la mezquina defensa del que fuera su primer director y hoy capo tiránico, Juan Luis Cebrián, relacionado con los papeles de Panamá y con oscuros negocios que le será muy difícil explicar.
Cuarenta años después, quien fuera, con su soberbia y todo, un héroe de la democracia y la libertad de expresión, se ha revelado con un personaje inmoral que veta y prohíbe, que trata de acallar las críticas de las que parece merecedor con la misma dureza que los tiranos a que tanto ha criticado.
Cuarenta años después, Juan Luis Cebrián ha puesto en entredicho el prestigio del periódico con que soñamos. Juan Luis Cebrián, para tapar sus vergüenzas, se ha envuelto en su periódico, como en él se ha escrito tantas veces que hacían Pujol o Mas con la bandera catalana.
Atrás quedan aquellos años en que entraba con orgullo y de uniforme en el CIR de Araca, con mi ejemplar de EL PAÍS bajo el brazo, atrás queda y en una carpeta junto a otros recuerdos, aquel otro ejemplar que da cuenta de lo ocurrido el día en que nació mi hija. Hoy, Juan Luis Cebrián ha tirado cuarenta años de prestigio por la borda.