Fuimos muchos los que ayer, cuando conocimos la sentencia
del Tribunal de Justicia Europeo sobre la ley hipotecaria española, sentimos
crecer nuestra esperanza y nuestra fe en un mundo más justo, en el que alguien
vela por los de abajo y sus derechos. Pero, en este momento, conforme pasan las
horas y veo el análisis que de la sentencia se hace en alguna prensa,
tengo la impresión de que no a todo el mundo le ha sentado tan bien el
fallo.
Evidentemente, la decisión del tribunal no significa que
vayan a paralizarse todos los desahucios, ni siquiera que se anulen de
facto todas las clausulas abusivas. Con lo que acaba el tribunal es con el
terriblemente injusto y decimonónico procedimiento judicial que impedía a
los jueces paralizar el procedimiento, a pesar de que evidenciar la existencia
de abusos en la hipoteca.
Si afináis el oído -y, si no, también- os hartaréis de
escuchar dos palabras unidas en un concepto que, si en un principio es positivo,
en boca de algunos y en este asunto del que hablamos, se vuelve más que
perverso. Me refiero a la "seguridad jurídica" o a su contraria,
la "inseguridad jurídica", porque ahora resulta que, si los
ciudadanos pueden reclamar ante el juez todos esos abusos, los que llevan
tantos años concedido hipotecas con el pie puesto en el cuello del que las
contratas, amordazado de por vida, se sienten menos seguros ahora que
tienen que levantarlo para pasar a defender ante el juez la muy improbable legalidad
de esos abusos.
Os cuento que vivo asombrado por la cantidad de anecdotillas
y lugares comunes que leo y escucho a propósito del flamante papa
Francisco -por cierto, a quién se le ocurrió ponerle el palote, si es el
primero y, por tanto, no hay que distinguirle de ningún otro- y lo poco que se
destaca en algunos medios, EL PAÍS, por ejemplo, la sentencia y su alcance. Uno
llega a pensar que es la misma prensa, agobiada por los créditos con que pagó y
sigue pagando su soberbia, que calló miserable la estafa de las
"participaciones preferentes" hasta que no fueron cientos de miles
los afectados. La misma prensa atada de pies y manos por sus deudas y sus
carteras publicitarias que "se la coge con papel de fumar" a la hora
de informar sobre sus clientes o acreedores y se pasa por "el arco del
triunfo" el derecho a ser pronta y correctamente informados de sus
clientes.
En fin, que parecen empeñados en pinchar ese globo sueño
que, de repente, se ha materializado ante tantos ciudadanos -trabajadores,
pensionistas, parados, mujeres solas y con hijos- que hasta ahora han visto
como les quitaban la casa, como "lanzaban" sus pertenencias, su vida
y sus recuerdos a la calle, porque quisieron cumplir el sueño de tener un hogar
propio y alguien vestido con piel de cordero les hizo creer que era
posible para, años después, cuando ya estaban débiles y cansados, lucir toda la
ferocidad de que es capaz armada con los dientes de una ley injusta, mientras quien debía cuidar de sus derechos, los gobiernos que elegían, guardaban un silencio sucio y cómplice.
Hay que luchar para que no nos pinchen el globo y hay que explorar sus posibilidades, porque quizá sea la llave
que nos permita acabar con otros muchos abusos.
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