No hay que ser muy listo ni tener mucha memoria para darse
cuenta de que esta Europa que tenemos no es la Europa que soñamos y de que,
precisamente en Europa y por culpa de esa Europa, estamos haciendo el camino
inverso al que hicimos para llegar a la democracia, porque, de un tiempo a
esta parte, ya no somos dueños de nuestro destino y todo lo que nos pasa
nos pasa sin que, en la práctica, podamos o nos dejen hacer nada para evitarlo.
No hay más que ver que, cuando se trata de trasladar a cada
uno de los países las decisiones que se toman en Bruselas, hay que vallar y
blindar los parlamentos para "ponerlos a salvo" de la lógica ira de
los ciudadanos. Decisiones en las que, aparentemente, participan ministros de
cada uno de los gobiernos y que, sin embargo, luego son incapaces de explicar,
quizá porque su presencia en esos órganos tiene más que ver con la
participación de algunos en los consejos de las cajas de ahorro y algunas que
otras empresas públicas, a los que se acude para decir sí y cobrar las
dietas, que con el debate y la defensa de los intereses de quienes
deberían representar.
No sé si recordáis que, para justificar lo que nos
está pasando a los españoles, las penurias a que nos han condenado, nos
dijeron que teníamos que purgar el haber vivido los años anteriores por
encima de nuestras posibilidades. Una mentira tan grande como esa toxica
leyenda de los "ninis", jóvenes que, en el imaginario de quienes
tanto han deformado el pensamiento de la sociedad, ni estudian ni trabajan "porque
pueden -o podían- permitírselo", cuando, en realidad, no hacen una
cosa ni otra porque, sin trabajo y sin becas, no les está permitido.
Pues bien, ahora resulta -y lo acabamos de ver en Chipre- que, si gastar está
castigado, ahorrar puede llegar a estarlo mucho más. Aunque para ello tengan
que ponerse por montera sus propias normas.
Porque qué otra cosa que un castigo es lo que han
intentado hacer con los pequeños ahorradores de la isla. Imaginad que por
prudencia, pensando en un futuro incierto, habéis vivido austeramente para, el
día de mañana, que decían las madres, tener un cierto desahogo cuando la
capacidad de reacción es mínima. Imaginad que, de repente, cien pasan a ser
noventa, porque unos señores, lejos y, por qué no decirlo, a escondidas,
han decidido que así sea. Eso, para un anciano o, incluso, para quien está
al borde de la jubilación, se traduce inmediatamente en años de bienestar
perdidos. La reacción, claro, no se ha hecho esperar y ha puesto a la isla al
borde del motín, más con un gobierno en minoría, incapaz de aprobar en su
parlamento "los deberes" impuestos por Bruselas.
Lo más desconcertante es que algo que los ministros de
Economía del Eurogrupo tenían tan claro y al parecer era tan bueno -al menos
para nuestro Luis de Guindos- anoche, tras comprobar la reacción de
los chipriotas y, mucho me temo que con más peso, la del gobierno ruso,
decidieron dar marcha atrás y convertir en flexible lo que era implacable. ¿A
qué juegan? ¿Saben lo que quieren o sólo juegan con nosotros? ¿Tienen un
proyecto de futuro o, simplemente, dan palos de ciego buscando una salida a un
proyecto de Europa que está pidiendo a gritos, más de dolor que de ira, una
refundación?
Cada vez estoy más convencido de que su proyecto es la
esclavización de los ciudadanos del sur de Europa y de la clase trabajadora en
general, a la que atrajeron a sus corrales haciéndola creer que había dejado de
serlo. Nos han utilizado y ya no nos quieren ni como mercado. Somos su mano de
obra barata y tienen, para controlarnos, a sus propios capataces
reclutados de entre nosotros que todavía les votamos. Y, si no le ponemos
remedio, si no les damos un gran susto, estamos perdidos, porque, aunque aún no
se aclaran con el cómo, si saben de sobra que quieren convertirnos en
euroesclavos.
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