No sé si nos hemos parado a pensarlo como merece, pero hace
ya bastante tiempo que este país ha dejado de creer en sus políticos y éstos,
en lugar de hacer lo imposible por recuperar la confianza de sus votantes,
parecen empeñados en darles más razones para agrandar el abismo que, cada vez
más, les separa de ellos.
Lo de este fin de semana ha sido para, como hizo en su día
Onetti, meterse en la cama y no volver a salir de ella. El miserable sainete de
Ponferrada y Ferraz, el tocomocho de Caja Navarra o la terapia de grupo del PP,
más para las cámaras que para consumo interno, en la que, seguro, no se escuchó
lo que se debería haber escuchado y seguro que no se escuchó esa liturgia de Alcohólicos
Anónimos que arranca con la asunción pública de la enfermedad, aquello de
"Hola, me llamo María Dolores y soy despótica y torpe"... todo ello
bastaría para que un juez dictase una orden de alejamiento entre la mayor parte
de nuestros políticos -he citado estos casos que afectan a tres partidos de
gobierno- y sus votantes.
Ignoro cuanto tiempo podrá aguantar esta situación, sin más
que el consuelo de manifestarse de vez en cuando y firmar peticiones, en la calle
o en la red, una sociedad con seis millones de parados, en la que ni siquiera
uno de cada dos jóvenes, gran parte de ellos universitarios, ni siquiera
encuentra un miserable mini empleo de esos de a trescientos euros la media
jornada y, sólo si hay suerte y un poco de decencia, con cotizaciones a la
Seguridad Social.
***Abro aquí un paréntesis para contaros que acabo de escuchar
a Rajoy cantando las excelencias de Cospedal y he tenido que respirar hondo
para no vomitar el desayuno ¡Qué descaro el suyo y qué vergüenza para quienes,
cada vez con más esfuerzo, aún creemos en la democracia!***
Os decía que no sé cuanto aguantará una sociedad así, pero
me temo que estamos cada vez más cerca del chispazo que lo encienda todo, de
ese último atropello, de ese último escándalo, de ese último abuso de autoridad
que lo ponga todo patas arriba. Evidentemente, España no es Túnez ni es Egipto,
pero, si siguen cargando el platillo de las injusticias no van a tardar en
comprobar que el desequilibrio de la balanza puede llevarnos a serlo.
Y, mientras los ancianos recortan en medicinas y comida,
mientras los más pudientes de entre ellos mantienen con sus ahorros, si es que
no se los ha robado algún banco, y su pensión mantienen a hijos y nietos,
mientras los padres que aún podemos ayudamos a nuestros hijos en paro o
precariamente empleados, mientras les niegan el futuro... mientras todo esto
ocurre, Yolanda Barcina, Miguel Sanz y no sé cuantos consejeros más se llevaban
de Caja Navarra, en una mañana o una tarde, los ingresos de toda una familia
durante un año.
Mientras se recorta en sanidad, educación, dependencia,
transportes, limpieza y todo lo demás, el PP repartía sobres con sobresueldos
entre algunos de sus dirigentes, con la complicidad y el silencio de todo el
partido, y con la misma complicidad y el mismo silencio se le tapaba el culo al
brazo ejecutor de tal falacia, ignorando la indignación de los votantes,
propios y extraños, al tiempo que la confianza del ciudadano en el sistema se
desmorona a cada minuto.
Pero no queda ahí la cosa. Mientras se nos pide rectitud,
decencia, mientras se hacen declaraciones en contra de la discriminación de la
mujer en el trabajo, mientras se condena en público la violencia de género, el
maltrato y los abusos a mujeres y menores, el PSOE permite pero condena, a toro
pasado y vistas las consecuencias, la ignominiosa moción de censura que, con los
votos del acosador Ismael Álvarez, le da la alcaldía de Ponferrada, una
alcaldía tan vergonzosamente conseguida que ha tenido que renunciar a ella,
dejando un costurón en la representación socialista en la ciudad leonesa, que
se ha quedado sin concejales y sin prestigio.
Llevan años, pero especialmente lo han hecho en los últimos
meses, explicándonos que, lo que hacen, lo hacen por nuestro bien. Y no es
cierto. O al menos no es del todo cierto. Porque, de una manera u otra, se las
arreglan para poner a cubierto lo suyo, siempre antes que lo del resto. Y esto
que digo sirve lo mismo para el dinero, los cargos o el prestigio.
Gastan demasiado tiempo en docencia, cuando, para
convencernos, les bastaría con demostrar un poco de decencia.
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