Lo poco que conocemos con certeza del "caso
Cervera" nos da alas para imaginar historias fantásticas o no sobre las
últimas horas del diputado, no ya en el cargo, sino en su vida. Sin embargo y
si nos atenemos a los hechos ciertos, no podemos sino concluir estos son muy
simples y no dejan muy bien a su ya ex señoría.
Lo único que queda claro es que, sea cual sea la verdad, la
conducta de Cervera ha sido tan candorosa como irresponsable, tanto, que cabría
perfectamente en cualquiera de las aventuras de la divertida Pantera Rosa. Y
los únicos hechos comprobados, que se sepa, es que el presidente de Caja
Navarra recibe un correo planteándole la entrega de dinero a cambio de
silenciar una información presuntamente comprometedora y presenta denuncia ante
la Guardia Civil, algo que apunta a que no debiera haber mucho que esconder, y
es la Guardia Civil la que propone tender una trampa al autor del chantaje que
muerde el anzuelo y resulta ser el tránsfuga de UPN en el PP Santiago Cervera.
Hasta aquí lo evidente. Y, de seguir los consejos de la gente sabia y
experimentada, lo evidente suele ser la verdad o parte importante de la verdad,
porque las cosas suelen ser tan simples como parecen.
No sé por qué Cervera y su abogado se empeñaron en parar el
asunto una vez detenido el diputado, porque Cervera debiera haber tenido en
cuenta que la detención de un diputado en una actitud tan poco edificante le
iba a ser comunicada inmediatamente al ministro del ramo, Fernández Díaz, y.
del palacete de Castellana a la Calle Génova hay cinco minutos andando. No sé
por qué ese empeño en taparlo, porque ya se sabe que la excusa no pedida es una
acusación manifiesta. Y si poco edificante ha sido el comportamiento primero de
Cervera y su abogado, no mucho más lo ha sido el de algún medio, como EL PAÍS,
que tardó horas en hacerse eco de la historia una vez conocida y que, cuando lo
ha hecho parece haberse empeñado en lavar la cara del diputado, presentado como
víctima si no como héroe.
Insisto, mientras no me demuestren lo contrario, las cosas
seguirán siendo como parecen. Y no me vale la filtración, bastantes horas
después del estallido del asunto, del texto del correo electrónico con el que
Cervera, según cuenta, trató de ponerse en contacto con ese anónimo
interlocutor que, según él le habría ofrecido hacerle llegar una interesante
información sobre Caja Navarra y sus fusiones, dejándola en un sobre en las
murallas de Pamplona. Hasta aquí, perfecto, si el correo no ha sido manipulado
y fue enviado en la fecha que dice, sólo probaría que envió el correo en la
fecha y hora que dice, pero qué pasa con el otro correo, el que le convocaba en
las murallas, dónde está y por qué no lo enseña también.
Otro asunto colateral pero importante es la reacción del PP,
convenientemente informado del asunto por Jorge Fernández Díaz, y raudo a la
hora de dejar caer al diputado cazado para quien ya se preparaba un expediente.
Enseguida han surgido las comparaciones: por qué a este sí y a los demás no,
por qué la mitad de los escaños del parlamento valenciano y muchos otros en
otras autonomías están ocupados por imputados y a Cervera no se le ha dado la
más mínima oportunidad. La respuesta es también muy simple. Los imputados con
escaño trabajaban por una causa tan noble como Gürtel y el PP y Cervera, de
confirmarse lo que hasta ahora parece evidente, iría por libre.
Por más que se empeñen los medios en buscar algo ejemplar en
las últimas horas de Cervera, dudo que lo encuentren, porque, en el mejor de
los casos, tendríamos a un personaje intrépido y candoroso que había escalado
muy rápido a la cúpula del PP. Y ese, como dice mi amigo Cabrera, tiene más
peligro que un mono con un saco de bombas. La "inocencia" del ya ex diputado Cervera es tal que, si hubiese esperado al 28 de diciembre para contar su historia increíble, hubiese encontrado un marco más adecuado
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