Lo estuve comentando en la sobremesa de ayer con mi amigo
Joaquín: me ha sorprendido, y además gratamente, descubrir que los jueces, al
menos algunos jueces, son algo más que una parte de lo que yo creía un
colectivo impersonal, privilegiado y altivo, alejado del resto de los mortales
y. mucho más, de la realidad social en la que estamos sumergidos.
Estábamos demasiado acostumbrados a creer que su voz era
sólo la de sus asociaciones o la voz de su órgano de gobierno, el CGPJ. Y, sin
embargo, son hombres y mujeres como nosotros sensibles a lo que les está
pasando a sus conciudadanos. El informe que, por ejemplo, elaboró un grupo de
vocales del Consejo, coordinado por el magistrado Almenar, con propuestas para
reformar la legislación a que regula el desahucio en España, debió resultar tan
real y demoledor que el propio CGPJ no quiso asumirlo y por eso duerme ahora el
sueño de los justos en el Consejo, sin haber sido ni siquiera debatido en el
pleno.
Antes, habían sido los propios jueces encargados de ejecutar
los desahucios los que, cansados de ser un instrumento de los bancos encargado
del feo cometido de cobrar lo imposible de cobrar, más por la codicia de las
entidades o sus empleados que por la presunta mala cabeza de sus empleados, se
dieron a contar lo que demasiado a menudo se encontraban cuando ellos o sus
funcionarios se veían obligados a arrojar a la calle -lanzamiento se llama la
diligencia- a familias enteras con sus enseres de toda una vida.
Ya pintaba bien la cosa, cuando a consecuencia de toda una
serie de irregularidades, dentro y fuera del Ayuntamiento de Madrid, ocurrió lo
que sólo era cuestión de tiempo que ocurriera: la perfectamente evitable, si no
inducida, tragedia del Madrid Arena. Esa misma madrugada supimos que, entre los
miles de asistentes a la trágica fiesta, estaba una hija del juez decano de la
Audiencia Provincial de Madrid y escuchamos en su voz cargada de autoridad
avanzar acusaciones que muy probablemente hubiesen sido descalificadas de haber
provenido de jóvenes aturdidos por todo lo que había pasado.
No sé si fue gracias a él, quiero pensar que no, pero el
juez que fue encargado del caso mostró un celo y una eficacia deseable para
cualquier proceso que llega a un juzgado, pero lo cierto es que, con su trabajo
y el de la policía asignada al caso, este juez ha dejado en evidencia al
Ayuntamiento de Madrid y la empresas implicadas en la fiesta, hasta el punto de
que, ahora, al verse perdidos, uno y otras se están tirando los trastos a la
cabeza.
Ya por último, acabamos de tener otro ejemplo de eficacia y
firmeza en la investigación e instrucción del sumario abierto contra el ex
presidente de la patronal CEOE, cansado de codearse por razones de su cargo o
des sus afinidades con el poder, de uno y otro signo, incluido ele -dicen- no
es de este mundo. El juez Eloy Velasco ha demostrado, enviando a la cárcel a
Díaz Ferrán y sus "presuntos" compinches y fijando fianzas superiores
a los fondos que podrían manejar.
Con jueces así, uno recupera, si no la confianza en la
justicia como estamento, sí al menos la poca que le quedaba en los jueces que
han de procurarnos justicia, entendida como ese valor imprescindible para la
convivencia, más allá de los deseos y las maniobras de algunos ministros.
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