Si en algo tienen razón Rajoy y los populares en apuntar
hacia los socialistas a la hora de buscar en el pasado responsables de la
situación por la que atravesamos hoy. Pero que no se me malinterprete, la
verdadera culpa del PSOE no es lo que hizo o dejo de hacer, porque hizo cosas buenas
y malas, la culpa de los socialistas radica en lo que no son capaces de ser o
hacer hoy. Porque, como el boxeador que acaba de recibir el golpe de gracia, se
ha refugiado en su rincón esperando que suene la campana o a que desaparezca el
aturdimiento que apenas le deja defenderse.
El PSOE es por eso responsable de no haber liderado la calle
en este primer año de gobierno del PP y es responsable de no haber servido de
salida a la crisis abierta por Artur Mas con su empeño cerril en pasearse por
el filo de la navaja ene l peor momento de los posibles. Si el PSOE se hubiese
puesto al frente de ese tejido social desde las bases y desde el principio, en
vez de subirse al tren en marcha como intenta hacer ahora, probablemente el PP
estaría más intranquilo. Del mismo modo, si el PSC se hubiese mantenido con
referencia en Cataluña, la solución al rompecabezas planteado por el resultado
electoral hubiese sido otra. Pero de nada sirve lamentarse, porque, de momento
y aunque me pese, el PSOE ni está ni se le espera y hay que hacer el cesto con los
mimbres que quedan.
Mas se metió y metió a Cataluña en un callejón que, al menos
por el momento, sigue sin salida. Su envite mal calculado y apoyado en
encuestas hechas a favor de obra y no buscando la realidad, ha vuelto a su
gobierno y a la misma Cataluña más inestable de lo que era. Por si fuera poco,
aquellos recortes que minaron su popularidad hasta empujarle al barranco del
adelanto electoral, pese a que los defendió como inevitables, serán inviables
con un socio que viene poniendo sistemáticamente a ellos, con el inconveniente
añadido de que lo que le guste a su socio externo, ERC, cabreará y cómo, al de toda
la vida en CiU, Durán Lleida.
Ese es el panorama que ha quedado tras el acuerdo de
gobierno entre Artur Mas y Oriol Junqueras. Un compromiso para celebrar en
2014, pero sin fecha fija, una "consulta" sobre la soberanía, que
necesitaría, para ser desactivado, de la doble llave de los misiles
intercontinentales. Un acuerdo sobre ese asunto, que parece que es lo único que
les une y no del todo, y del que ya dicen -lo ha escrito Juan Tapia- lo único
que garantiza es el fracaso.
Si nos paramos un momento y dejamos de hacer ejercicios de
ingeniería electoral, vemos que lo que pasó anoche es lo único que podía pasar,
porque las matemáticas son tozudas y se empeñan, con todo derecho, en
mostrarnos el perfil soberanista de Cataluña y el único modo de dar
satisfacción, aunque no completa, a los electores, papeleta a papeleta, es ese:
un acuerdo de gobierno entre las dos fuerzas soberanistas que concurrieron como
tales a las elecciones.
Otra cosa es que los catalanes hubiesen preferido un acuerdo
entre CiU y el PSC, pero, de momento y como digo, eso es ciencia ficción. El
futuro que pinte en Cataluña no creo que sea divertido, pero entretenido lo va
a ser y mucho. Mas quiso crecer y tapar sus recortes aupándose en las legítimas
aspiraciones de los catalanes. Quiso crecer y, por su mala cabeza y para su
desgracia, se dejó unos cuantos escaños en el camino. Quiso ser más y es menos.
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