Más allá de lo que tendría someter al juego de las
diferencias al presidente del gobierno de España y al entrenador del Real
Madrid, hay que reconocer que existen entre uno y otro algunas semejanzas,
aunque está claro que son más las diferencias que les separan.
José Mouriñho y Mariano Rajoy tienen en común más de lo que
parece. Sin embargo, y en contra de lo que pudiera parecer, su pasión por el
tercer clasificado de la Liga Española de Fútbol, porque, si resulta evidente y
sabido que el equipo de los sueños de Rajoy es el Real Madrid, tan evidente o
más resulta también que a Mourinho el equipo del que cobra, y cómo, a estas
alturas del campeonato le importa ya un carajo. Más bien parece que a Mourinho
lo único que le ha preocupado es mejorar sus contratos, convertirse en el
centro de atención de los medios y las audiencias y, a estas alturas, conseguir
una salida suculenta a so negra etapa en el equipo del campo del Paseo de la
Castellana y un fichar por un equipo inglés.
No podemos ignorar, sin embargo, que el entrenador portugués
y el presidente del gobierno tienen como principal semejanza que ambos llegaron
a sus destinos, el Santiago Bernabéu y La Moncloa, siendo, si no para todos, sí
para la mayoría de madridistas, uno, y para la mayoría de los españoles, el
otro, la solución milagrosa para todos su problemas, unas esperanzas
evidentemente frustradas para unos y otros en la tercera temporada en el
banquillo y el primer año en el despacho.
También se parecen en que, aún con la frustración que
acarrean los fracasos, hay quienes se empeñan, quizá por esa necesidad de justificarse
ante lo evidente, en defender a uno y otro, en atribuir tanto fracaso a
herencias, árbitros o vestuarios. Un empeño reforzado por la nada inocente
subjetividad de alguna prensa que pase lo que pase, hagan lo que hagan el Real
Madrid o los ministros de Rajoy, siempre saldrán en su defensa.
Otra semejanza entre Rajoy y Mourinho la encontramos en ese
control que sus respectivos "aparatos" ejercen sobre la prensa,
premiando a los dóciles y castigando a los rebeldes, limitando su presencia
ante cámaras y micrófonos, salvo cuando juegan competiciones internacionales y
se ven obligados a la comparecencia. Aún así, bajo los focos, las tácticas de
uno y otro son completamente distintas. El entrenador gusta de enseñar los
dientes, poner en cuestión las preguntas que a sus ojos resultan incómodas,
cuando no de insultar y humillar a quien las hace. Y, para muestra, gestos como
el de dejar en tierra en Zagreb a los periodistas que cubrieron un partido nada
glorioso, o el negro botón que supuso encerrar durante media hora en su
despacho, junto a uno de sus colaboradores en el banquillo, al autor de una
información publicada en el diario MARCA que o no le gustó o consideró
incorrecta. La verdad es que aquí sí hay diferencias porque los métodos y las
prácticas del PP y la Administración que controla son más sibilinos y más
cercanos, de momento, al premio y la zanahoria que al castigo y el secuestro.
Y, aunque entre uno y otro habría muchas más semejanzas y
diferencias os dejo con esta última apreciación. Así momo Rajoy parece un viejo
prematuro cansado y poco o nada interesado por el papel que le ha tocado jugar,
Mourinho es un niño grande y consentido que corroe la envidia por los otros
niños e incapaz de disfrutar con los juguetes que exige y consigue porque, una
vez en sus manos duran poco o nada, quedando, además, inservibles para nadie
más y para él mismo.
Lo peor para quienes no somos del Real Madrid, pero sí
españoles, es que no tenemos un Florentino repipi y redicho, que sólo sabe
hablar en superlativos, pero que un día puede levantarse con los cables
cruzados y mandar al portugués a Inglaterra. A nosotros, salvo un milagro, sólo
nos salvarán las elecciones, si es que sobrevivimos hasta entonces.
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