La derecha de este país tiene la conciencia de que todo lo
público se despilfarra y lo privado tiende a la buena gestión y no me extraña
que así sea, porque hay todo un pasado que les da la razón, más si miran en su
entorno, porque muchas de las grandes fortunas que hoy tienen a sus vástagos en
las filas del PP, el único partido visible d la derecha, tejieron sus fortunas
con los hilos que iban soltando de lo público.
Quién no ha oído hablar alguna vez del dinero amasado por
algunos en torno al hambre de los años posteriores a la guerra civil. Quién no
ha oído hablar del estraperlo, de los abastos, del cemento de las obras
públicas, de toso aquello que escaseaba o se hacía escasear para beneficio de
unos pocos. Quién no conoce alguna historia de familias cuyas fortunas subían
como la espuma, mientras el hambre y la enfermedad asolaban al resto de la
población.
Quién no ha escuchado historias de enchufes en los
ministerios, de hijos de papa que, ya desde muy pequeños, correteaban por el
negociado de su padre, porque sabían que esos pasillos y esos despachos eran
parte de las propiedades de la familia. Quién no sabe de lazos de sangre y
alianzas familiares fraguadas entre esas paredes y de negocios, suministros o
licencias de importación otorgadas a tíos, primos y cuñados.
Todo esto pasaba en tiempos de la dictadura, cuando
atreverse a denunciarlo en algo más que un chiste de cafetería podía costar muy
caro. Sólo al final de la vida del dictador, que para su mal había colocado al
inútil de su yerno en el hospital al que le llevaron a mal morir, algunos
periodistas se la jugaban hablando de matesas, redondelas y soficos en revistas
que pasaban más semanas secuestradas que en los kioscos.
Llego la democracia, llegaron los sindicatos libres y, con
el "enemigo" metido en casa, seguir con ese ritmo se hizo difícil y
arriesgado, así que las grandes fortunas comenzaron a hacer sus negocios fuera
de la Administración, aunque conservando dentro de los ministerios a la mayor
parte de esos buenos amigos dispuestos a, de vez en cuando, proporcionar algún
que otro pelotazo.
Y, hablando de pelotazos, llegó la especulación
inmobiliaria, las recalificaciones, el ladrillo. Con buena información y algún
que otro regalo a tiempo, el dinero siguió fluyendo como hasta entonces. Lo
malo es que, con el cemento, llegaron los advenedizos, los nuevos ricos, sin
clase, con los que había que compartir los partidos de golf y los negocios y lo
que había sido un club cerrado, en el que la sangre y la casta eran tarjeta de
visita, se llenaron de patanes de esos de fajo de billetes en el bolsillo. Y, por si fuera poco, lo del cemento se ha acabado y por mucho tiempo. Así que el dinero polvoriento y aspero del negocio del ladrullo ha buscado otros negocios y los ha encontrado.
Regresemos al presente. Desde hace un año y nunca como
ahora, la derecha de este país, la de casta y la de los patanes, ha tenido
tanto poder y tiene apenas dos o tres años para aprovecharlo, A eso es a lo que
se están dedicando allá donde la candidez, irresponsabilidad o el
consentimiento consciente de muchos, demasiados, ciudadanos les han dado la
mayoría absoluta. Y están llenando con toda frialdad el saco del botín:
hospitales, televisiones, trenes... todo vale si se le sacan unos cuartos o se
lo sacan los amiguetes que luego sabrán ser generosos.
Y así ha sido con el silencio resignado de los ciudadanos,
con el silencio de los corderos que, pese a que sospechan que les llevan al
matadero, callan o a lo sumo balan lastimeramente. Este país ha pasado por
mucho. Y de tanto pasar ha aprendido a callar, pero este país tiene un defecto
que es virtud: se cabrea muy de vez en cuando, pero cuando se cabrea, se cabrea
como nadie.
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