Recordando una pate de la conversación que ayer mantuve con
mi amigo Rodolfo, acabo de caer en la cuenta de que no recuerdo el nombre del
ministro de Defensa y, cuando he tratado de encontrarle una explicación al
asunto la he hallado en un hecho incontestable: es, de todos, quizá el menos
conocido porque es el que tiene menos conflictos y porque el
"servicio" que administra es el que, al menos en apariencia, menos recortes
ha sufrido.
Ya sé que no es exactamente así, pero lo parece y, a veces,
son más importantes las apariencias que la realidad misma. Lo que sí es cierto
es que, contrariamente a lo que ocurre en otros sectores, en ese departamento,
muchos de los servicios que hasta ahora estaban externalizados -limpieza de algunas
dependencias, por ejemplo- están volviendo a ser obligación de la tropa, que
para eso está entrenada para obedecer sin quejarse.
Y, ahora, partiendo del dato de que no recuerdo el nombre
del ministro, aunque sí el de que uno de su secretario de Estado, que creo que
es de quien dependen las compras de armamento, es el miembro del gobierno con
más patrimonio, volvamos a la conversación con mi amigo. Me decía Rodolfo que
no veía clara la necesidad de la existencia de un ejército y más, ahora que,
para nuestro país, no parece existir una amenaza al uso que la justifique.
Cuando yo, un poco por hacer de abogado del diablo y un poco porque realmente
así lo creo, le recordé esas otras funciones para las que está preparado y se
entrena el Ejército, por ejemplo la intervención en catástrofes naturales,
Rodolfo me habló de que, para eso, podría existir algo así como la Guardia
Nacional de que disponen los estados de la Unión.
Pero claro, en ese momento se me vinieron a la cabeza las imágenes
de George Bush pilotando uno de los cazas de la Guardia Nacional de Tejas o la
de las tropas interviniendo como antidisturbios contra la propia población, por
ejemplo en las protestas contra la Guerra de Vietnam o contra los defensores de
los derechos civiles para la población negra del sur en los sesenta y se me
quitaron las ganas de tener una de esas guardias nacionales.
Una vez irresuelto ese asunto ambos nos preguntamos por qué
se considera tan irrenunciable el presupuesto en Defensa y no ocurre otro tanto
con los de Educación y, especialmente, Sanidad. Está claro que ni nosotros ni
quienes nos gobiernan tenemos una respuesta razonable para eso. Cómo decirle,
si no, a quien, como Paquita, entrevistada por Gonzo en el Intermedio, tiene
que quedarse sin comer algún que otro día para poder hacer frente al copago de
las medicinas que necesita diariamente, que uno sólo de los cazas de nuestra
fuerza aérea cuesta tanto como el centro de salud en que la atienden. Cómo
explicarle qué pintamos, gastándonos el dinero que nos hemos gastado y nos
gastaremos en Afganistán hasta después de 2014, si ese es un avispero removido
en su día por los Estados Unidos para minar a la Unión Soviética y convertido
después en refugio de un terrorismo que si nos ha salpicado y nos puede
salpicar es, fundamentalmente, por ser aliados de los EE UU.
Preguntas difíciles de responder ahora que se recorta y se
trocea para su venta la sanidad de todos. Es entonces cuando uno cae en la
tentación de plantearse por qué, a la hora de privatizar no se privatiza algo
aparentemente tan poco útil y rentable cono la Defensa, para, segundos después,
abandonar entre sudores fríos la idea.
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