Ayer no tuve valor para "tragarme" en directo la
comparecencia de Mariano Rajoy en la Moncloa, comparecencia con preguntas, pero
sin respuestas, y creo que hice bien, porque, pasadas apenas unas horas, la
comparecencia ni siquiera aparece en las portadas de los digitales medianamente
fiables.
Lo malo es que me temo que a quien menos le importa lo
efímero de su discurso -me atrevería a decir que, incluso, esa futilidad le
satisface- es al propio Rajoy, empeñado en pasar por el gobierno como si de una
bailarina se tratase, de perfil y de puntillas.
Andaba yo en éstas y pensando en el negro futuro que nos
pinta este señor que ocupa La Moncloa porque así lo quisieron algunos
irresponsables, a los que guardo cada vez más rencor, cuando he escuchado a
Peridis rememorar un viejo chiste que contaba Felipe González, situándolo en
México, aunque valdría también aquí y ahora. Un chiste en el que un dirigente
del PRI, durante una visita de esas que hacen los políticos, presumía ante su
auditorio de haber hecho escuelas, hospitales y carreteras, cuando una voz le
increpó desde el fondo gritándole ¡Menos realidades y más promesas!
Así estamos, huérfanos de promesas, pobres ya de esperanzas.
Por eso, lo último que podíamos esperar de quién se dice líder político es que,
encima, reclame de nosotros los ánimos que el mismo es incapaz de darnos.
Nada reseñable ha quedado de ese encuentro con la prensa,
salvo esa triste sensación de congoja y depresión que transmiten el escenario,
la figura y el mismo tono del presiente. No puede ser que tras doce meses
terriblemente duros, nos pronostique seis meses más de dolor y ajustes, esta
vez sobre las pensiones, para, muy a lo lejos pintarnos eso que los papagayos
bilingües de la economía dieron en llamar "brotes verdes" y que tanto
criticó el PP en su día.
Y eso que la cortedad de miras de don Mariano no nos puso
tras la pista de lo que puede ocurrir en los Estados Unidos por ese gesto tan
solidario de los republicanos que prefieren arrojar la economía norteamericana
al precipicio, y con ella la de todo el mundo occidental, con tal de poner en
aprietos a Obama.
No sé cuál era la intención de Rajoy compareciendo ayer ante
la prensa, pero para decir lo que dijo, creo que podría habérsela ahorrado. Me
inclino a pensar que se limitó a cumplir una liturgia para desaparecer hasta
nuevo aviso. Dudo mucho que pretendiese iluminar el negro futuro de tantos
millones de españoles que hace sólo un año no podían imaginar que todo fuese a
peor,
De omento, como los trabajadores de Telemadrid, ayer l
presidente llevó la pantalla de nuestro futuro a negro.
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