Debo ser muy bruto, porque, doce horas largas después de
hacerse público el "fichaje" de Rodrigo Rato por Telefónica, aún no
soy capaz de ver qué ventajas aporta a la operadora la entrada en su staff de
un personaje odiado por la ciudadanía, especialmente por los estafados por
Bankia. Un personaje imputado, además, ante la Audiencia Nacional por su
gestión de la fusión de cajas ruinosas que dio lugar a Bankia y por su posterior
gestión irresponsable, cuando no dolosa, incluido el maquillaje de las cuentas que
se llevó a cabo bajo su presidencia y que desembocó en el hundimiento en bolsa
de una entidad que salió al mercado basada en una enorme mentira. Por si fuera
poco, Rodrigo Rato, soberbio donde los haya, debió tomarse su paso por la
dirección del FMI como unas vacaciones en Washington, porque, mientras se
gestaba la mayor crisis económica conocida hasta ahora, él nos contaba otra
película, hasta que, salió por la puerta de atrás del cargo, abandonándolo
antes del fin de su mandato y empañando el prestigio del país, España, que le
había propuesto para un cargo que, evidentemente, le venía grande.
Sinceramente, no sé que gana Telefónica en la jugada. A mí,
como cliente de la operadora y víctima de las estafas de Bankia me sabe muy mal
que la empresa a la que todos los meses vengo pagando religiosamente por un
servicio correcto pero carísimo se convierta en refugio de quienes por acción u
omisión han malversado dinero público o, como Rato, han llevado a cabo una
gestión irresponsable, cuando no una estafa. Me sabe tan mal que, de no estar
encadenado a ella por uno de esos perversos contratos de permanencia, hoy mismo
pediría mi baja en la misma.
Qué necesidad tiene Telefónica de convertirse en refugio o
retiro de cuantos personajes polémicos pierden pie en la política activa
española o se convierten en incómodas piedras en el zapato de sus
instituciones. ¿Qué cuenta está pagando Telefónica con los fichajes de Zaplana,
Rato o Urdangarín?
¿Es acaso un peaje por la ventajosa privatización de la
compañía que llevó a cabo el gobierno de Aznar, en el que, por cierto, Zaplana
era ministro de Trabajo y Rato ministro de Economía y vicepresidente? No lo sé,
pero los españoles tenemos derecho a dudar de la sinceridad del rey, cuando
manifiesta que quiere una España más igualitaria, porque está claro que aquí
hay algunos, como su propio yerno y los dos ministros de Aznar que, aún con las
manos llenas de mierda, caen siempre de pie, mientras quienes han trabajado
toda su vida honradamente son arrojados al vertedero del paro sin ninguna
piedad.
Telefónica es hoy, pese a su origen público y sus
privilegios, una empresa privada y poco nos queda a los ciudadanos, salvo el
pataleo, para manifestar nuestro asco y disgusto por decisiones tan despóticas
y alejadas del sentimiento ciudadano. Yo, ya digo, no puedo darme de baja
ahora, pero sí puedo sumarme, ya lo he hecho, a la iniciativa ciudadana que pide al presidente de Telefónica
César Alierta y no "Atienza", como erróneamente figura en la
petición, el cese de Rato en su nuevo cargo. Me gustaría que, aunque dudo que
la tenga, porque no la manifiesta, la suma de firmas haga pasar un mal Rato y un
poco vergüenza al señor Alierta.
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