Este viernes en que, como cualquiera que aún conserve algo
de sensibilidad, me he despertado con la resaca de la terrible cifra del paro
que desveló ayer la EPA. Casi seis millones de parados, casi seis millones de
dramas que se me vienen encima en decenas de negras estampas a las que, por
desgracia, nos estamos acostumbrando: uno de cada cuatro españoles en edad de
trabajar y más no encuentra en qué hacerlo; uno de cada dos jóvenes y más,
tampoco tiene trabajo y empieza a no tener futuro; casi un millón y medio de
hogares en los que ya no entra salario alguno y sobreviven apenas con algún
subsidio, las ayudas familiares y la solidaridad ciudadana; cientos de miles de
hogares, especialmente de pensionistas, en los que ya no se enciende la
calefacción porque no pueden pagarla; decenas de comedores sociales que,
abarrotados, ya no dan abasto; aeropuertos en los que centenares de jóvenes,
sin la alegría de otras veces, toman un vuelo sin billete de vuelta; gente
normal y corriente, como nosotros o nuestros vecinos, buscando en los
contenedores a plena luz del día; gente que ha perdido su casa y ha tenido que
irse a vivir con un pariente o a una pensión de mala muerte, como tuvieron que
hacer nuestros padres cuando llegaron a Madrid o a Barcelona, huyendo del no futuro
de sus pueblos, porque no pueden pagar alquileres o hipotecas; también hay
bares en los que, con la discreta complicidad del que conoce bien el pulso del
barrio, se sirve algún que otro café que no se cobra; centenares de miles de parados que piden ayuda a sus médicos para poder dormir, porque están cayendo en la depresión,y, finalmente, colas del
paro que forman parte ya del paisaje ciudadano.
Hoy he recordado mi primera experiencia en una de esas
colas, no como joven que se buscaba la vida con ganas de comerse el mundo, sino
como despedido cincuentón y casi ciego, sin esperanza de volver a trabajar.
Recuerdo de aquella cola -dentro de unos días hará cuatro años de aquella
mañana- el terrible frío de febrero y el silencio impresionante de quienes
formábamos la fila, y eso que aún no le habíamos visto las fauces, en toda su
crudeza, al monstruo del paro. Aquel frío, aquel silencio y toda mi desesperanza
me llevaron a escribir una de las primeras entregas de este blog.
Esta mañana, con mi futuro más o menos despejado como
pensionista y dando gracias porque mi hija, mucho más preparada y brillante que
yo, ya cotiza en la seguridad social gracias a un trabajo a media jornada, he
revivido todas aquellas terribles sensaciones al escuchar el retrato que hacompuesto Severino Donate -otra vez ese gran pintor de sonidos y palabras- con
las experiencias y opiniones de quienes, ayer en Moratalaz, esperaban su turno
en una oficina de empleo. No había en ellas ninguna lágrima, ningún sollozo de
esos que ahogan la garganta de las madres que no tienen qué dar de comer a sus
hijos y, aún así, lo encuentran. Había lucidez, dignidad y rabia, mucha rabia.
Rabia contra todos esos políticos que no les miran para no sentirse más, rabia
contra Bárcenas, nuevo paradigma de la corrupción, convertido hoy en el Luis
Roldán de los populares. Pero, insisto, había mucha dignidad, la que no tienen
nuestros gobernantes, demasiado ocupados en mover cuentas, esconder basura y
taparse el culo unos a otros, ahora que pinta en bastos.
Bastaba con haber pensado en que esto podía pasar y con
haber tenido un poco más de humanidad, pero me temo que eso que yo pensaba que
movía a los políticos y que cada vez me cuesta más creer, que están en política
para servir a los demás, apenas era una excusa de algunos para asegurarse el
futuro y la riqueza.
De todo lo dicho por los parados a los que hoy ha dado voz
Severino, lo más cabal de todo ha sido la sentencia dictada contra los Bárcenas
de nuestra política: no una pena de cárcel, sino pena de paro, para que sepan
lo que es quedarse sin nada y tener que robar, no dinero para enriquecerse,
como han hecho hasta ahora, sino comida para sacar adelante a sus hijos.
Estos son nuestros parados -aunque habría que decir, sus parados, porque
son obra suya- y tienen mucha más dignidad y sentido de la justicia que algunos
políticos.
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luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
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