No sé por qué tendemos a ser tan mal pensados. No sé por qué
nos pasamos la vida buscando la paja en el ojo ajeno ¿será la envidia? Quién
sabe. A mí, por ejemplo, me pasa. Tengo una tendencia, a veces enfermiza, a ver
oportunidades de chanchullo en toda esa gente a la que le toca la lotería en todos
los sorteos, le salen bien todos los negocios que emprenden, desde y con la
administración, aunque sea con personas interpuestas o con prudentes períodos
de incompatibilidades. Pero creo que no soy justo y que debo abandonar esa
desconfianza patológica. Tengo que hacer como hacen tantas madres y abuelas.
Tengo que atribuir esa suerte no a las trampas del tahúr, sino a la fe del
romero que, con pañoleta y caña, felizmente acompañado de su "santa",
camina hasta la ermita para pedirle a la virgen de turno salud y fortuna para
la familia. Y a fe que la virgen les escucha, porque les va muy bien en eso de buscar
su fortuna en la salud de todos.
Hoy me he despertado con la nada sorprendente noticia de que
lo que todos esperábamos acaba de producirse. La confirmación de aquella vieja
conseja que reza "piensa mal y acertarás". Yo, ante el que fuera
"favorito" y consejero de Sanidad de Esperanza Aguirre, siempre he
echado mano a la cartera del mismo modo que los futbolistas se tapan "sus
partes" cuando forman la barrera ante el lanzamiento de una falta -algún
día tendrían que explicar por qué son esas partes las que protegen y no la de
pensar- porque ese señor y otros como él o dan puntada sin hilo y se brindan
gustosamente a actuar de "colaboradores necesarios" en cualquier
negocio éticamente dudoso que le pongan delante. Él y otros como él son esa
gente que, cuando habla, sube el pan.
La noticia que ha contado Pepa Bueno esta mañana es que,
después de la correspondiente y oportuna compra, la empresa Unilabs, de cuyo
consejo de administración forma parte Juan José Güemes, acaba de hacerse con el
negocio -perdón, quise decir la gestión- de los análisis clínicos de seis
hospitales y no sé cuántos centros de salud de la Comunidad de Madrid,
adjudicados a un pul de laboratorios, qué casualidad, por el propio Güemes. Una
operación perfectamente legal, aunque nada ética, en la que lo más difícil era
privatizar -perdón otra vez, quise decir "externalizar" el servicio-
y de eso se encargó el bello Güemes mientras fue consejero.
Ni que decir tiene que, tras esta éticamente dudosa
operación, está la larga sombra de Capio, la sociedad de capital riesgo sueca
que se está haciendo con la mayor parte de las "externalizaciones" de
la sanidad pública española. Ni que decir tiene, también, que si se hurga un
poco en los consejos de administración de algunas de estas empresas,
encontraremos a ex altos cargos del sector en la administración pública o a sus
familiares y amigos.
Se me olvidaba. Juan José Güemes está casado con Andrea, la
hija y niña de los cansados ojos de Carlos Fabra, el padrino del aeropuerto de
Castellón y otros tantos negocios más burdos y dudosos que los de la empresa
que recompensa cada mes el trabajo de Juan José, diputada en las filas del PP
por la provincia de Castellón y famosa por aquel "que se jodan" que
le "pillaron" en el pleno del Congreso en el que se aprobó la
reducción de las prestaciones a los parados.
Que se jodan los madrileños que han pagado el sistema de
salud del que hasta ahora estaban disfrutando, estará pensando Güemes en su
despacho. Al fin y al cabo, a él le ha ido muy bien con un poco de paciencia y
esta oportunidad de negoció que el mismo brindó a la empresa para la que
trabaja, privatizando el servicio de análisis clínicos de la sanidad madrileña
!Que se jodan! Lo malo es que los que nos jodemos somos nosotros. Casi todos.
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