De todas las noticias que he leído en los últimos días, hay
una que me ha indignado y desesperanzado a un tiempo. La noticia lleva un
nombre que en algunos medios se oculta y que es el de Ramón Jorge Ríos Salgado,
directivo de una empresa automovilística, condenado a trece años de prisión en
última instancia por haber causado la muerte de un joven y graves heridas a la
mujer que le acompañaba, al estrellar contra el coche en que viajaban, el suyo
después de haber circulado durante cinco kilómetros en sentido contrario por
una autovía valenciana.
El de Ríos Salgado es uno de los dieciséis indultos firmados por Alberto
Ruiz Gallardón en lo que va de año y fue asumido por el ministro de Justicia,
en nombre del rey, con los informes en contra de la Fiscalía y el tribunal que
le condenó. Por si fuera poca la afrenta para los familiares de la víctima, el
indulto señala que este alto ejecutivo de la industria automovilística habrá de
pagar una multa de 4.380 euros, a razón de seis euros diarios, durante dos
años.
No sé qué nos habrá querido decir el ministro con este indulto. Quizá que la
vida del joven muerto vale eso 4.380 euros, o quizá que, si se ocupa una buena
posición en la industria y se dispone de esa cantidad, puede uno lanzarse en
dirección contraria por cualquier autovía, tenga las consecuencias que tenga
nuestra acción, porque, al final, tras el proceso y unos meses en la cárcel, el
ministro "echará" su firma en el nombre del rey y todo volverá a
empezar.
Uno puede llegar a pensar que el automóvil es una de las mejores armas de
que dispone el que quiera darse el gusto de acabar con la vida de sus
semejantes, porque son pocos quienes pagan su temeridad o su imprudencia con
cárcel, todo lo más, la cosa suele quedar en sanciones administrativas. Y si
uno piensa que, en España, causar muertes al volente sale gratis, o casi, es
porque la realidad no hace más que darle razone para ello.
Tenemos el ejemplo reciente del dirigente de la Nuevas Generaciones del PP,
Ángel Carromero., que fue condenado en Cuba a cuatro años de cárcel por causar
la muerte de dos opositores cubanos que le acompañaban al estrellar por exceso
de velocidad el coche que conducía sin carné. Finalmente, Cuba y España
llegaron a un acuerdo que contemplaba el traslado a España del condenado y su
posterior excarcelación al pasar al tercer grado, algo de lo que, pese a estar
ya acordado por Exteriores, quiso sacar partido Esperanza Aguirre, con sus
melodramáticas apariciones ante la cárcel de Segovia, a la que había sido
trasladado Carromero, para explicarnos las maldades de las dictaduras comunistas
y que lo hecho por Carromero, conducir temerariamente sin carné causando la
muerte de dos personas, en España no es delito. Muy lista la señora condesa
cazatalentos, llevando el agua a su molino, pero mucho el daño que pueden hacer
sus palabras, si son tomadas al pie de la letra, por conductores
irresponsables, que haberlos haylos.
Eso, por no hablar de ese Aznar delirantemente insumiso, casi gamberro, que
se permitió proclamar a los cuatro vientos que, a él, nadie le decía cuantas
copas tiene que tomar o a qué velocidad debe ir al volante. Parece que los
señores del PP tienen algo con los coches. Parece que dieran por válido que
existen dos mundos distintos, uno para quienes tienen coche, dinero o padrinos
y otro para el resto de los mortales, especialmente si tienen la desgracia de tropezar
con ellos.
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